Kimberly García dejó en alto el nombre del Perú una vez más. La deportista peruana participó del 42nd Dudinská 50, en Eslovaquia, y se llevó nada más y nada menos que el primer lugar. Esta medalla de oro no solo significa un triunfo sino un nuevo récord: con un tiempo de 02:37:44 en 35 km la marchadora huancaína rompió un nuevo récord y se convierte, una vez más, en una de las deportistas más destacadas de nuestro país. A propósito de su último triunfo, recordamos esta entrevista con El Comercio.
Bien dicen que para llegar a lo más alto a veces hay que caer. Y si alguien conoce ese sentimiento, es nuestra bicampeona mundial en marcha atlética, Kimberly García. Con 29 años, la atleta nacional reflexiona sobre los momentos de su vida que la han llevado a la gloria, pero también aquellos que la han enfrentado a la derrota en la disciplina que más ama. Reconoce que el camino no ha sido nada fácil. Entre dificultades económicas, falta de apoyo de las autoridades deportivas y retos en salud mental, Kim se muestra resiliente ante la adversidad.
Mientras la deportista -que a simple vista parece haberlo conseguido todo- conversa con nosotros, deja ver su faceta más vulnerable y sincera. Precisamente, son los Juegos Olímpicos Tokio 2020 los que la invaden de nostalgia. Y si bien, no completar una competencia ya es bastante duro para un atleta, el cuestionamiento interno lo es aún más. Pero, como ninguna tormenta dura para siempre, Kimberly García no abandonó el deporte y regresó más motivada que nunca. Hoy se muestra entera y lista para seguir subiendo. “Creo que todas las mujeres tenemos algo en común: el deseo de superarnos”, recalca. A puertas del Día Internacional de la Mujer, conversamos con la bicampeona mundial sobre las enseñanzas que le ha dejado el deporte y su lucha constante por superar a su máxima rival: ella misma.
—Te iniciaste como deportista a muy corta edad en una disciplina que no es tan popular en el Perú, ¿cómo te encontraste con la marcha atlética?
Me inicié en el deporte a los cinco años y empecé a competir de forma regional a los nueve. A esa edad participé en mi primera competencia y llegué en primer lugar. Descubrí esa sensación de sentirme ganadora y desde ahí no solté el deporte. Como mis primos y hermanos se dedicaban al deporte, especialmente a la marcha atlética, siempre me animaban a practicarla. Incluso formamos un club deportivo de marcha atlética. Ya era algo de familia. De todas maneras, es una disciplina que no es muy conocida aquí.
—Hablas de la cercanía con tu familia y veo que llevas un tatuaje en la muñeca con esa palabra…
Sí, y eso que a mi papá no le gustan los tatuajes (ríe). Amo demasiado a mi familia, ellos siempre me han apoyado en las decisiones que he tomado y en los sueños que he tenido. El deporte que practico no es muy bien remunerado y muchas personas me han dicho “del deporte no vas a vivir” y es verdad. Aquí en el Perú aún falta mucho apoyo para los deportistas. Y viéndolo así, mi familia ha apoyado (económicamente) ese sueño mundial y olímpico que tenía desde muy pequeña. Han sido incondicionales conmigo y eso lo valoro mucho. Ellos son mi vida. Para mí el sacrificio que hago con el deporte es alejarme de mi familia cuando viajo; lo demás, lo hago con mucho gusto.
—Conversemos sobre ese apoyo económico, ¿qué implica económicamente ser una atleta de alto rendimiento en el Perú?
Hasta la categoría juveniles, mi familia me pudo apoyar y estuve bien porque no se requerían tantos viajes, ni suplementos nutricionales. Cuando pasas a categoría mayores y quieres conseguir algo grande, la situación cambia. Tienes que tener roce internacional, bases de entrenamiento, buena recuperación, buena nutrición y trabajar con un equipo multidisciplinario: un médico, nutricionista, fisioterapeuta y psicólogo deportivo. Para contar con todo esto, el gasto es muchísimo mayor y, en su momento, mi familia me daba lo que podía.
— ¿Cuál es el aporte del IPD en estos gastos?
El IPD (Instituto Peruano del Deporte) me brindaba algunos viajes y la Federación también. Parte del apoyo también se daba en el Centro de Alto Rendimiento de Junín, pero a veces los entrenadores no están tan capacitados ni la atención es muy personalizada para cada deporte. Ahora ya no están dando los viajes, ni las bases de entrenamiento ni las competencias preparatorias para llegar bien a los próximos Juegos Panamericanos. Terminaron los Panamericanos y creo que para las autoridades se acabó el deporte. He tenido que contratar a un nutricionista y un psicólogo para llegar en buenas condiciones a este último mundial. No ha sido suerte, he tenido que invertir bastante para lograr lo que he logrado en el mundial. También agradezco a las empresas privadas que están apostando por mí como Rímac Seguros, Caja Huancayo, Adidas y algunas más. Al Perú le falta muchísimo apoyo para todos los deportistas.
—Si te menciono los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 ¿En qué piensas?
Fue frustrante. Tenía aspiraciones bastante altas, quería ganar una medalla porque sentía que podía. En esos últimos años estaba siempre en el top 10 o top 5. Temas externos, como la pandemia o el retraso de las autoridades para darnos permiso para entrenar, hizo que no pueda terminar la competencia. Para mí fue un desastre. Hablar de Tokio me trae malos recuerdos y hasta ahora no puedo superarlo porque nunca en mi vida había abandonado una competencia tan importante. Fue una decepción total y cuando me retiré no podía creer lo que había hecho.
—¿Qué lecciones sacaste de esa experiencia?
Lo quise dejar todo y dedicarme completamente a mis estudios porque decía “creo que ya no sirvo para esto, hasta aquí es mi límite y mejor me dedico a mis estudios por completo”. Mi familia estuvo ahí, me decían “piénsalo bien, no puedes dejar las cosas a medias, tal vez más adelante te puedes arrepentir”. Lo pensé mejor, me tranquilicé y dije “voy a darme una nueva oportunidad, corrigiendo los errores que he cometido”. Así volví a empezar, haciéndolo mejor de lo que venía haciendo. Lo que pasó en Tokio 2020 me ha enseñado a no darme por vencida, a ser resiliente y a entender que el camino al éxito no es nada fácil, siempre van a haber obstáculos, pero hay que seguir hacia ese sueño que tenemos. Vas a caer, pero hay que aprender a levantarnos con más fuerza.
— Para afrontar las victorias y más aún las derrotas, la salud mental juega un papel muy importante en todo deportista de alto rendimiento. ¿Tú cómo llevas ese tema?
Hablo bastante con mi psicólogo. Me pregunta cómo estoy, si me siento nerviosa y también trabajo el hecho de ser la mejor del mundo y esas expectativas que tiene la gente de que siempre gane. Me siento tranquila y sin presiones por ahora porque sé que estas competencias son preparatorias. Tengo claro que voy a ir a las grandes competencias a marchar, a dar lo mejor de mí, independientemente de la medalla. Gane o no gane, creo que uno tiene que estar feliz si ha entregado todo de sí mismo y eso es suficiente.
—¿Cómo fue retomar el deporte después de ese duro momento en Tokio y con esta nueva visión?
Cuando tomé la decisión de seguir, sabía que iba a tomarme tiempo. Se venía el Mundial 2022 en Oregón y dije “tal vez no voy a ganar” porque cambié de entrenador y tenía que ver cómo me iba a adaptar. Ya tenía claro que tal vez en el mundial no iba a ganar, pero podría quedar en el top 10. Fue sorprendente como en cada competencia íbamos evaluando los tiempos y mis posibilidades aumentaban. Recuerdo mucho mi competencia y era como una película en mi cabeza que me recordaba todos los entrenamientos que tenía, como sufría, me acordaba de mi niñez y me decía “no me puedo dejar ganar”. Así gané la medalla de oro y ni mi entrenador lo podía creer (ríe). Claro que trabajamos para eso pero que se venga tan rápido el triunfo fue algo increíble. Fue una lección para mí.
—Entonces, ¿dirías que significó un nuevo comienzo luego de Tokio?
Sí. Lo que me pasó en Tokio fue algo tan fuerte que incluso cuando entrenaba y ya me sentía cansada, recordaba lo que pasó en Tokio y me decía a mí misma “no quiero sentirme mal nuevamente”. Para mí fue una sensación malísima que se me ha quedado ahí y en cada competencia busco dar lo mejor de mí porque no quiero sentir otra vez ese dolor de frustración.
—¿Y cómo manejas la presión después de haberte convertido en bicampeona mundial?
En las calles ya me reconocen. Cuando voy al estadio y estoy entrenando, hay niños que se me acercan, me piden fotos y eso me motiva bastante. Que se me acerquen niñas y me digan “quiero ganar muchas medallas como tú” es súper motivador. No me meto mucho en la cabeza la idea de ganar porque tengo que hacerlo. Eso ya es auto presionarme y ese es un error que he cometido por mucho tiempo años atrás. Me pasaba que si no ganaba la medalla de oro, pero sí la de plata, igual estaba triste. Eso ya no me va a pasar.
—¿Qué viene para el futuro? ¿tomas los próximos Juegos Olímpicos Paris 2024 como una revancha?
Sí, me estoy preparando muchísimo y trato de no presionarme ni estar pensando constantemente en eso porque falta más de un año. Trabajo con mi psicólogo y mi entrenador y me dicen que no esté intranquila por algo que todavía falta mucho. Hay que ir paso a paso y pensar en los próximos objetivos como el Campeonato Mundial de Atletismo o los Juegos Panamericanos. Son dos eventos muy importantes y tengo que concentrarme en ellos.
—¿La siguiente meta es conseguir el oro en los Juegos Panamericanos Santiago 2023 y apuntar al podio en los Juegos Olímpicos París 2024?
Me visualizo en el podio y con alguna medalla colgada en el pecho. Siempre me veo ganadora, pero a manera de motivación no de presión.
—¿Cómo tomas el hecho de ser una inspiración para niñas, jóvenes y mujeres peruanas de todas las edades y que no necesariamente están en el mundo deportivo?
Creo que todas las mujeres tenemos algo en común que es el querer superarnos y el Día Internacional de la Mujer es el momento para recordar la lucha por nuestros derechos, la igualdad y el empoderamiento. Desde niñas, creo que debemos saber que nada es imposible y tener claro que las mujeres podemos superarnos.