Laura Zaferson
kevin Arnold de “Los años maravillosos” y Doña Clotilde de “El Chavo del 8” tenían algo en común: ambos estaban enamorados de la persona que vivía en la puerta de al lado. Por el contrario, Charlie Harper de “Two and a half men” y Jaime Lawson de “La Pequeña Maravilla” ocupaban gran parte de su día en escapar de Rose y Harriet, sus aprehensivas cohabitantes de vecindario. En “Seinfeld”, Kramer usaba el horno de Jerry para secar camisas y en “Al fondo hay sitio” los Maldini poco a poco se van acostumbrando a vivir tan cerca de los Gonzales.
Salvo que por decisión propia vivamos exiliados en un búnker, a lo largo de nuestra vida vamos a enfrentarnos a la ruleta rusa de tener vecinos. Sin embargo, la mayoría de las veces nos olvidamos que nosotros también somos los vecinos de alguien. ¿Cómo saber si estamos bien considerados en el edificio donde vivimos? Y si detectamos que no, ¿cómo conseguir mejorar ese vínculo? Está claro que el respeto es básico, pero también es importante ejercitar un bien escaso: el sentido común. A continuación, algunas situaciones típicas de los edificios de departamentos y las maneras de sobrellevarlas:
TU GUAU GUAU
Antes de alquilar un departamento, consúltale al dueño si en el edificio se permite tener animales y cuáles son las reglas de convivencia con respecto a ellos. Hay juntas de propietarios donde se acuerda que las mascotas no deben superar cierto tamaño o que no pueden usar el ascensor, por ejemplo.
SACAR LA BASURA
Si en tu edificio hay un ducto por el que se echan los desperdicios a cualquier hora, considera dos cosas: Hazle un nudo a tu bolsa de desechos, así no se saldrá nada y no se corre el riesgo de que se produzca mal olor al quedar basura pegada en las paredes del ducto y separa las botellas de vidrio. ¿Por qué? Porque al final del ducto no hay precisamente un colchón de plumas, entonces si echas algo que se puede romper, lo más probable es que efectivamente se rompa pudiendo causar un accidente.
EL CARRITO DE COMPRAS
Devuélvelo. Considera que así como a ti te sirvió para llevar tus bolsas desde el tercer sótano hasta el sexto piso, hay más gente que quiere utilizarlo y que no está interesada en desarrollar musculatura a costa de sus propios víveres.
LOS VOLÚMENES
Tanto la madre que oye una radio vernácula mientras licúa jugo de papaya como el padre que corre en la faja al ritmo de Mozart están en su derecho de entretenerse con la música de su preferencia. Sin embargo, cuando estos superan el volumen máximo que figura en el reglamento del edificio, están tan en falta como el estudiante que se baña con cumbia electrónica o la treintañera que ordena su clóset bailando reggaetón. Es decir, no se trata de estilos musicales sino de decibeles. Pasado un límite –verifica el tuyo con tu junta directiva– cualquier melodía es bulla.
Mejoras a la casa: ¿estás imaginando lo linda que se verá tu sala una vez que coloques ese póster maravilloso de aquella película megataquillera? No dejes que esa ilusión te nuble la vista: mira el reloj antes de ponerte a taladrar las paredes un domingo a las 7.00 a.m.
DIVERSIÓN EXTREMA
¿Fiesta un miércoles? Entendemos que no es tu culpa que tu cumpleaños haya caído a mitad de semana, pero considera que tus vecinos tienen que trabajar al día siguiente o incluso levantar y alistar a sus hijos para que vayan al colegio. Salud contigo, vecino, pero antes de tomarte el siguiente chilcano toma en cuenta que hay gente que no está en tu fiesta y que quiere descansar.
QUERERSE NO TIENE HORARIO
No conozco ni incentivo que aparezca un reglamento donde se normen las horas para hacer el amor. Sin embargo, creo que todos podríamos estar de acuerdo en cerrar las ventanas cuando estamos en medio de esa circunstancia tan alegre. No solo por pudor sino, incluso, para protegerte del mensaje que le estás enviando al vecindario entero: por si no te has enterado, mucho escándalo durante el sexo no habla bien acerca de tu performance, vecino.
Ya lo sabes, vivir en armonía es una tarea que nos involucra a todos, pero, si no te llevas bien con tu edificio, es tu reto personal dejar de ser el vecino insufrible del que todo el mundo habla mal y pasar a que opinen de ti lo que Don Ramón decía de su vecina Gloria: «cosa bonita, cosa hermosa, cosa bien hecha». ¡Suerte!