De chiquita siempre me gustó dibujar, pintar y cantar. Eran actividades que hacía en cualquier circunstancia: pintaba mientras veía televisión o cantaba en el auto camino al nido. En primaria conocí y disfruté el baile en clases de folclor. En secundaria descubrí apasionadamente la música y al entrar a la universidad, el teatro me sedujo por completo. Fue así como decidí, a la par de mis estudios en psicología, ser actriz y entonces me zambullí en el universo de las tablas por varios años.
Recurrí intuitivamente a cantar, bailar y actuar como un impulso para sentirme bien. Fue así como mientras me formaba como psicóloga, continué en paralelo con el teatro. Y el hobby pasó a convertirse en una vocación con la que, con el tiempo, me comprometí de manera profesional. Lo difícil era conjugar ambas actividades. Hasta que descubrí una especialidad que lo hacía: la terapia a través del arte. Y decidí llevar la maestría de terapia de artes expresivas, en TAE Perú.
Y entonces comprendí que el arte es fundamental para el alma. Todos usamos y necesitamos el arte. Algunos lo toman como profesión y se dedican de manera rigurosa, pero si no eres uno de esos, aunque no lo creas tú también estás empapado de arte.
Escuchas y tarareas música, lees libros o le cuentas historias a tus hijos antes de dormir, suspiras mirando películas, te emocionas con imágenes lindas y liberas la tensión moviendo tu cuerpo aunque sea en la fiesta de Año Nuevo.
El arte, además de permitirnos expresar lo que sentimos y pensamos, tiene la capacidad de conmovernos no solo mientras lo apreciamos, sino también mientras creamos. Porque al hacerlo, nos ayuda a conocernos y encontrarnos con nosotros mismos de una manera distinta a la cotidiana. Y puede llegar a hacernos sentir algo potentes, que explicado solo con lógica y con palabras no tendría el mismo efecto.
Ojos, piel, cuerpo, oídos, intuición. Vista, tacto, oído, olfato y gusto. Pintura, fotografía, danza, movimiento, música, poesía, literatura, teatro, cine, gastronomía. Comienza por los sentidos y nos va llegando al alma y a la mente. Y de pronto nos inspira y nos hace crear. Y eso estimula nuestra salud física y mental y nos enriquece.
Hay artes más individuales y otras más grupales. La literatura y la pintura tienden a ser más solitarias y ofrecen la riqueza de facilitar espacios de encuentro con uno mismo, momentos más introspectivos, de atención a las propias sensaciones y pueden suscitar luego profunda reflexión.
Por otro lado están las artes más colectivas, como la danza, la música o el teatro. Y allí también hay mucha riqueza. Como la experiencia de comunidad, de ser parte de algo más grande, de estimularse unos a otros la creatividad y descubrir algo que surge a partir del pedacito que cada uno aporta, para luego sorprenderse del resultado creado en equipo.
Pero lo que tienen en común todas las artes es un componente fundamental: activan la imaginación, la ponen en movimiento, la despiertan.
¿Y para qué sirve la imaginación, se preguntarán ustedes? Para muchas cosas. Pero una de las más importantes es para ver soluciones donde parece no haber salida. Solo que la imaginación -como un músculo-, debe entrenarse y la mejor manera de hacerlo es a través del arte.
Acércate al arte: no es un capricho ni una frivolidad. Es signo de vitalidad, proactividad, sensibilidad, inteligencia y creatividad. No solo de pan vive el hombre. Necesitamos algo más.
«La lógica te llevará de la A a la Z, la imaginación a todas partes», leí por allí.
No sé si ustedes, pero yo prefiero abrirme al universo de posibilidades que me ofrece el camino de las artes. Por ahora he vuelto a la pintura. No sé mañana. Pero entre imágenes, poesía, cantos y danzas siempre estaré.
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