El divorcio deja una huella importante en quienes lo hemos vivido. Hay divorcios violentos y los hay más pacíficos. Pero aun cuando se maneja en los mejores términos, una familia que se parte siempre causa dolor. Luego el tiempo pasa. Generalmente papá y mamá se vuelven a enamorar y en muchos casos tienen más hijos. De pronto la familia se ha transformado. En la mía tengo a mi papá y a mi mamá, y al papá y mamá de mis hermanos. Después del divorcio hay cuatro figuras parentales y cinco hijos. Y todos estamos conectados para siempre.
Hace unos días, durante el matrimonio del mayor de mis hermanos, el menor de nosotros compartió unas palabras durante la ceremonia. Entre todas las cosas acertadas y cariñosas que mencionó sobre la alegría que sentíamos todos por ver a Claudio tan feliz, se tomó un espacio para hacer una aclaración pertinente sobre nuestra relación como hermanos: si bien somos una suma de ‘los tuyos, los míos y los nuestros’, la realidad es que nunca nos hemos sentido ‘medios hermanos’, como dicen los que no entienden. Somos hermanos y punto. Sin medias tintas. Completos.
Mis hermanos de padre y mi hermano de madre, técnicamente no están relacionados: ni por ADN ni por la ley. Tienen diferentes papás y mamás. No hay un gen en su cuerpo que los vincule consanguíneamente. Pero al mismo tiempo, tienen los mismos hermanos. No existe una palabra para nombrar lo que ellos son, sin embargo, son algo y ellos lo saben. Y se sienten simplemente hermanos también. Si se encuentran en una fiesta, se acompañan y se cubren las espaldas. En Navidad todos nos regalamos entre todos. Y aunque los horarios a veces son difíciles, nos encanta hacer ‘salida de hermanos’.
Tampoco existe palabra para nombrar el vínculo que hay entre mi mamá y mi madrastra (¡qué fea palabra!). Sin embargo, claro que están relacionadas. Y se siente. Y ellas lo sienten. Y saben que sus hijos son hermanos. Y se respetan. Y se aprecian.
No todas las familias llegan a este nivel de acercamiento. Algunos no sobrepasan la tensión, incomodidad y conflicto y prefieren incluso no verse nunca. Eso es duro y por algo será. Y es una pena. Pero cada quien sabrá cuánto es posible pasar a otro tipo de relación. Y quizá algunos hijos de los segundos matrimonios no tengan cercanía y familiaridad con los del primer matrimonio. Quizá por eso algunas personas pueden pensar que las familias se definen por el porcentaje de sangre en común. Pero en mi caso, simplemente somos una familia. Ensamblada, diferente, única. Como ninguna y como todas.
¿Sentimos a veces diferencias entre los hermanos? Sí: los tranquilos y los fiesteros. Los callados y los habladores. Las mujeres y los hombres. Los pequeños y los mayores. Pero nunca los ‘medios hermanos’ y los ‘hermanos completos’. Ese concepto jamás nos lo inculcaron y nunca lo vivimos así.
El divorcio de una pareja no tiene que ser el divorcio con los hijos ni entre los hijos. El cariño de los hermanos no tiene precio. La boda de mi hermano fue hermosa. Y él estuvo rodeado de afecto, de nuestros papás y sus esposos, de nuestros hermanos, de su esposa y su nueva familia. Y no había medios hermanos, ni medio cariño, ni media alegría. Había una familia completa llena de amor.
He sido afortunada de tener una familia dispuesta a vincularse a pesar de los cambios. Pero sé que no es fácil para todo el mundo. Que hay divorcios muy duros y que algunas familias se alejan demasiado. Ojalá llegue el momento del reencuentro. Si no ha sucedido, no es necesario llorar sobre la leche derramada. Pero tal vez un acercamiento sea posible y valga la pena.
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