1994, en un muelle en San Diego, California
Yo estaba hablando con una mujer de la Tradición de la Luna – un tipo de aprendizaje femenino que trabaja con las fuerzas de la naturaleza.
-¿Quieres tocar una gaviota?, preguntó ella, mirando a las aves e posadas sobre el muro.
- Claro que sí. Lo intenté algunas veces, pero siempre que me acercaba salían volando..
- Procura sentir amor por ella. Después, haz que ese amor brote de tu pecho como un haz de luz, alcanzando al pecho de la gaviota. Y aproxímate con calma.
Hice lo que ella me mandó. Por dos veces no conseguí nada, pero a la tercera, como si yo hubiera entrado en trance, conseguí tocar a la gaviota. Repetí esa especie de trance con el mismo resultado positivo.
- El amor crea puentes en lugares que parecen imposibles – dijo mi amiga hechicera.
Cuento aquí la experiencia para quien quiera intentarla.
1992, Copacabana
El cineasta Rui Guerra me cuenta que cierta noche estaba conversando con amigos en una casa en el interior de Mozambique, el país estaba en guerra, de manera que faltaba todo, desde gasolina hasta iluminación.
Para pasar el tiempo, empezaron a hablar sobre lo que les gustaría comer. Cada uno fue diciendo su plato preferido, hasta que le llegó el turno a Rui.
“Me gustaría comer una manzana” dijo, sabiendo que era imposible encontrar frutas, por causa del racionamiento.
En ese exacto momento escucharon un ruido. ¡Y una reluciente, bella y suculenta manzana entró rodando en la sala y se detuvo frente a él!
Más tarde, Rui descubrió que una de las jóvenes que vivía allí había salido a buscar frutas en el mercado negro. Al subir la escalera cuando regresaba, tropezó y cayó; la bolsa de manzanas que había comprado se abrió, y una de ellas rodó sala adentro.
¿Coincidencia? Bien, solo esto es lo que sé.
1994, Saarbrücken, Alemania
“Vea que monumento interesante” dice Robert
El sol del final de otoño comienza a descender. Estamos en Saarbrücken, en Alemania.
“No veo nada”, respondo. “Sólo una plaza vacía”.
“El monumento está debajo de sus pies”, insiste Robert.
Miro el suelo: la calzada está hecha de baldosas iguales, sin ninguna decoración especial. No quiero decepcionar a mi amigo, pero no consigo ver nada más en aquella plaza.
Robert explica:
“Se llama “El Monumento Invisible”. Grabado en la parte de abajo de cada una de estas piedras, existe el nombre de un lugar donde mataban judíos. Artistas anónimos crearon esta plaza durante la II Guerra Mundial, e iban añadiendo las baldosas a medida que nuevos lugares de exterminio eran denunciados. Aunque nadie lo viese, aquí quedaba el testimonio, y el futuro acabaría descubriendo la verdad sobre el pasado”.
© Traducido del portugués por Montserrat Mira