Andrea Castillo C.
De seguro recuerdas esa respuesta que nuestros padres u otros adultos solían dar a nuestras preguntas. A un «¿Qué haces?» o «¿qué son?», casi siempre recibíamos un «Tones para los preguntones». Y mientras nos esforzábamos por entender el truculento mensaje, ellos seguían con lo suyo.
Hoy esa frase está en desuso para suerte de las nuevas generaciones. Sin embargo, los espacios para el diálogo entre padres e hijos cada vez son menos y la respuesta que el niño espera a sus preguntas tarda mucho en llegar, lo deja insatisfecho o, simplemente, no se da. «En la consulta muchos niños se quejan de que sus padres no les prestan atención cuando les hablan o preguntan algo; esto los lleva a interiorizar que no son queridos», comenta Sandra Grández, psicóloga y directora del centro Arcade.
Por eso, aunque te sientas agobiada con sus preguntas, siempre es mejor darles una respuesta de acuerdo con su edad y al tipo de preguntas. Para ellos, tu respuesta es muy valiosa. «Si no sabemos qué responder en ese momento, dile a tu hija o hijo que lo harás, por ejemplo, luego de almorzar. Así te preparas mentalmente para responder con tranquilidad. Otra posibilidad es aprovechar la oportunidad para sentarse juntos leer algo sobre el mismo tema», sugiere la especialista. Aprovecha las vacaciones escolares para generar esos espacios.
CONSEJOS
- Responde a las preguntas de tus hijos con otra interrogante solo si deseas lograr un objetivo mayor de aprendizaje.
- Ejemplo: si tu hijo te pregunta de dónde vienen las hormigas, tú le puedes repreguntar ¿de dónde crees tú que vienen? Esto lo animará a responder usando su creatividad o lo que sabe. Aprovecha esto para sentarte con él o ella a leer más sobre el tema.
- Observa a tu hijo. Si notas que tiene temor de hacer o tocar algo, ayúdalo a reconocer sus sentimientos diciéndolo: “¿Me parece que te da miedo eso? Si dice que sí, entonces anímalo a experimentar siempre que ello no ponga en riesgo su vida o salud. Recuerda que tú eres su modelo.