María Esther Huamán
El diccionario de la RAE dice que knockout (KO) o nocaut significa «golpe que deja fuera de combate». Tristana Tola no es un ratón de biblioteca, pero tiene una definición de knock out. Para esta joven limeña de 24 años, KO no solo es saborear la victoria de una contienda ganada de manera indiscutble. Para ella es pasar cada obstáculo que hay detrás, cada prueba que venga, cada reto que le prepare la vida. Dentro y fuera de un ring.
KO para Tristana es levantarse temprano para ir a Barranko, la escuela en donde entrena su deporte favorito desde hace tres años y medio, el muay thai, un arte marcial surgido en Tailandia (similar al kick boxing). KO es dar puños y patadas contra un saco que pesa alrededor de 60 kilos, salir a correr, seguir estudiando para acabar la carrera de Veterinaria que se ha negado a abandonar. Tristana ha entendido que KO también es perder, como le sucedió hace un mes en una competencia en Argentina. Es preparación, porque peleará el 3 de junio en una competencia llamada Warriors, la más importante de muay thai en nuestro país, en El Rosedal, en Surco. Esta será la primera vez que Tristana dispute la entrega de un cinturón femenino y para ello deberá enfrentarse a una oponente, que viene desde el país del tango. Será una ardua pelea de cinco rounds (en la categoría de 57 kilos), que Tristana Tola está dispuesta a ganar por ella, por su madre y por todos sus amigos que en Facebook están a la expectativa. KO es para ´Tris´ – como le dice de cariño su hermana– la suma de momentos que no ha vivido planeados, nunca le ha gustado hacer las cosas así, KO es, más bien, dice, «estar preparada para todo».
Durante un tiempo, Tristana se caía con frecuencia en los entrenamientos y su codo sufrió las consecuencias. Los médicos ordenaron cirugía. Cinco días después, Tristana ya estaba golpeando el saco con el brazo sano. Aún no le quitaban los puntos. Pero ella tenía en la cabeza su primera pelea profesional. No quería perder.
Tristana Tola se describe como una chica sencilla que no piensa en la ropa, no se demora en arreglarse y cuenta con los dedos de una mano las veces que se ha maquillado. Pero anhela un cinturón. La única coquetería que se permite es llevar el pelo suelto (fuera del ring). Tristana es una chica dulce con una fuerza que intimida. Una joven que no tiene miedo a recibir una patada en la cara, pero que suda frío y tiembla cada vez que se sube a un avión. ¿Qué puede hacerla enojar? No hacer las cosas bien, la ponen de mal humor. «Soy muy exigente conmigo misma».
¿Cómo eras de niña?
Bastante tímida y, en realidad, tengo que decir que hasta ahora lo sigo siendo. Cuando no conozco a una persona me cuesta mucho interactuar con ella, pero una vez que la trato o le agarro confianza, ya no paro y no hay marcha atrás –risas–.
¿Qué te animó a practicar muay thai?
Una de mis hermanas practicaba box. Siempre me decía para que entrene con ella, pero no quería, hasta que un día vi la academia (en donde ha entrenado desde sus inicios: Barranko) y decidí probar, como quien no quiere la cosa. Así, poco a poco, me fue gustando, con cada competencia me iba entusiasmado y Guillermo (su entrenador) me iba motivando a seguir, exigiéndome al máximo. Terminé por agarrarle el gusto. El muay thai me ha ayudado mucho a calmar mis demonios, a equilibrarme, a hacerme sentir mejor conmigo misma, a conocer a gente de primera y a vivir por experiencias que nunca hubiera pasado.
¿Dirías que ha sido como terapia?
Sí, me ha ayudado en lo de la timidez, porque me enseñó a integrarme a otras personas más fácilmente y no solo de acá, sino de otras partes del mundo.
¿Cuál de tus hermanas te animó al deporte?
Cora, la menor. Ella me acompaña a todos lados, es mi amuleto de la suerte y en las peleas, siempre está en mi esquina, es la que me da paz en esos momentos. En el minuto de descanso, antes de mirar a Guillermo, miro a Cora, ella dice: «tranquila, respira» y en seguida me siento más relajada. Mi otra hermana, Casandra, es la que me da la dosis de candela. Es la que me alienta, la que más grita desde el público.
¿Qué tal te llevas con tus padres?
Mi mamá es mi mano derecha. Ella me ayuda y apoya en todo y con todo, se la juega completita por mí y mis hermanas. Con mi papá (el pintor José Tola) no vivo, pero cada vez tenemos una mejor relación.
¿Han ido a verte a las competencias?
Ella siempre, algo nerviosa pero siempre va. Ahí está dándome su apoyo y no solo el día de una pelea, sino también durante las preparaciones.
¿Cuándo fue tu debut profesional?
La primera pelea profesional la tuve acá en el Warriors, en agosto del año pasado, contra la argentina Cyntia Prieto. Empatamos. Después de eso, en noviembre, me fui a Tailandia con Guillermo y a las tres semanas tuve mi segunda pelea. Gané contra una tailandesa que pateaba fuertísimo. Pasó más o menos un mes, porque quedé con la pierna izquierda mal y tuve que recuperarme, y tres semanas antes de regresar a Lima, tuve otro encuentro. Esa vez gané en la primera ronda. Mi cuarta pelea ha sido hace un mes en Argentina, contra una chica que tenía muchísima experiencia, ahí perdí, pero ahora estoy enfocada en mi quinta competencia internacional que será acá el 3 de junio.
¿Cómo tomaste la derrota en Argentina? A nadie le gusta perder.
Odio perder, fue horrible. A nadie le gusta y habiéndote esforzado tanto, eso te ´bajonea ´ un poco, pero me quedó muchísima experiencia. Mientras más veces te subas al ring y más veces pelees y quizá más golpes te caigan, más vas a ir aprendiendo, más experiencia vas a tener para la próxima, y esa próxima será mucho más fácil. No siempre vas a poder ganar, definitivamente, pero no puedes parar. Si quieres ser una peleadora de verdad tienes que ir y competir con las mejores y hacer lo que esté en tus manos para ganar, no puedes decir «esta pelea no», «con ella no».
¿Viajaste a Tailandia para pelear?
Fui a perfeccionar mi técnica, pero las peleas surgieron en el camino. Ahí los entrenadores tailandeses van viendo qué tal te encuentras. Si lo haces bien, te ofrecen competir. Allá hay peleas todo el tiempo, alrededor de cuatro veces a la semana, a diferencia de acá que son cada tres meses. Lo que más aprendí en Tailandia es manejar mejor el clinch (tipo de amarre para inmovilizar al oponente), son unos capos en esta técnica.
¿Hay apoyo para el deporte en el país?
En Lima no hay muchas peleas. Tienes que esperar meses. Lo que yo estoy buscando es tener un buen ritmo y no esperar tanto tiempo hasta que llegue otra. El apoyo que recibo no es mucho, estoy trabajando en conseguir auspicios para los viajes y preparaciones. Hasta ahora hemos tenido que realizar algunos eventos para cubrir estos gastos, pero las ganas –de ganar– están, así que ¡nada nos para!
¿Te ha pasado que minutos antes de una competencia el miedo te paraliza?
Muchísimas veces, solo me digo que pase lo que tenga que pasar. Cada vez que me tengo que subir al ring estoy asustada, nerviosa, pero lo afronto.
¿Tienes alguna tradición para enfrentar la fecha?
En la fecha de la pelea trato de estar en mi casa tranquila, descansando. También me gusta ir a ver a mi abuela materna.
¿Analizas mucho a tus contrincantes?
Mi entrenador sí, pero yo prefiero verlas solo una semana previa a la competencia, porque si no las tengo en la cabeza todo el día y me estreso. Además, sé que si me hago una idea de lo que se vendrá, quizá al final no resulte, entonces prefiero estar lista para lo que venga, para todo.
¿Cómo es estar preparada para ´todo´?
Antes de la competencia inicio una dieta con muchas claras de huevo en el desayuno, almuerzo algo tipo un filete de pollo con ensalada y ceno una lata de atún. Entreno dos veces al día y salgo a correr media hora por el malecón de Barranco, siempre con mi celular y mis audífonos, para ir escuchando música.
Existe la idea de que el muay thai o el box son disciplinas rudas y varoniles ¿qué piensas al respecto?
Si lo quieres llevar a un nivel competitivo, sí es un trabajo fuerte; pero también lo puedes manejar como un hobby, a un nivel muy básico en donde solo te animes a venir, entrenar, usarlo como un método para bajar de peso o de defensa personal. No hay que encasillarlo, todo depende de cómo quieras llevar su práctica.
Durante el entrenamiento vimos que eras la única chica, ¿te costó acostumbrarte?
No fue ´roche´, más bien desde el comienzo me exigieron un montón. Al mes de entrar tuve mi primera pelea amateur. Desde que he llegado he sentido que me apoyan y que no me minimizan por ser mujer. No me gusta que me traten como alguien inferior por ser una chica, me gusta que me traten como a cualquiera, que me den mi lugar.
¿Qué te gusta hacer en tus ratos libres?
No soy mucho de salir, pero me gusta juntarme con mis amigos para armar una parrillada o hacer postres por las tardes. Lo más rico que sé preparar son los alfajores.
Cuando no estás compitiendo ¿cómo es tu alimentación?
Cuando puedo comer cualquier cosa, salgo de entrenar y me voy al mercadito a comprarme unos huevitos de codorniz y un jugo de naranja o un emoliente, ¡me encanta! Y en el almuerzo, lo que haya en mi casa. A veces, me friego porque mi mamá y mi hermana (Cora) se ponen a dieta y entonces debo hacer dieta otra vez y es un martirio, porque a mí me gusta comer rico. Adoro la comida peruana, las humitas, el lomo saltado, anticuchos, tacu tacu, cebiche… cosas que puedo comer una vez que pasan las competencias, para mí, son el mejor premio.
Estudias Veterinaria, ¿eres animalista?
No, pero fue lo que siempre quise seguir. Sabía que tendría que dedicarle mucho tiempo y esfuerzo, pero al final me animé y acá estoy, superfeliz.
No eras un ratón de biblioteca.
No, cero. Me costaba mucho prestar atención en clase. Más me gustaba jugar fútbol o básquet, siempre disfrutaba competir y tengo que reconocer que era y soy muy picona.
Dices que temes volar. ¿Cómo lo manejas?
Me concentro en mi respiración y voy mirando el reloj y me digo: «ya pasó una hora, ya pasaron 10 minutos… y así», pero ni modo, te toca aguantar, porque una vez arriba, tú ya no tienes control de nada.