Stefanie Pareja
La mayoría de mujeres que se sientan frente al televisor de lunes a viernes por las noches lo hacen para desconectarse de la realidad. Aunque sea durante una hora, ellas descansan de sus problemas angustiándose con los de una familia de ficción. Las telenovelas —con sus amantes rencorosas, hijos ilegítimos, milagros médicos— las distraen. Son un delivery diario de tragedias para recordar que nuestras vidas no están tan mal. Virna Flores, actriz que ha participado en una veintena de estas producciones, parece tener una vida sin dramas. Hace unos meses, una directora le aconsejó que para mejorar su personaje piense en la clásica relación madre-hija. La directora quería conflicto pero la actriz no lo comprendía. «Es que yo no me peleo con mi mamá», le explicó Virna.
Los seguidores de Virna Flores elogian a su familia tanto o más que a su actuación y los periodistas llaman a su matrimonio con el actor Ismael La Rosa: «un amor de novela». El calificativo tiene menos de poesía fácil y más precisión, cuando uno recuerda cómo se conocieron: sus personajes se enamoraron en la exitosa telenovela noventera “La Rica Vicky”. Hoy tienen dieciocho años juntos y dos hijos, Varec e Ishana. Estos esposos, que quieren compartir todo por igual, son equitativos hasta en las iniciales de los nombres de sus niños. Después de vivir más de una década en Estados Unidos, regresan a las pantallas peruanas protagonizando la película “Desaparecer”. Es un nuevo inicio y otra vez empiezan juntos.
En redes sociales y medios, tu matrimonio recibe muchos halagos. ¿Qué sientes cuando le prestan tanta atención a tu familia, cuando la llaman ejemplar?
Siempre es bonito dar un mensaje positivo en cualquier ámbito. Yo valoro mucho la familia. Es algo que está en mis raíces: tengo ascendencia italiana. A Ismael le pasa lo mismo con su familia. Creo que desde que nos conocimos, aunque éramos muy jovencitos y estábamos en el mundo de la actuación que no es un medio fácil, los dos teníamos muy claro qué nos gustaba y qué no nos gustaba. Sabíamos que nos importaban los valores y reconocer qué queremos en la vida.
Hay un video que resume tus personajes de telenovela. Son seis minutos de drama, angustia, problemas. ¿Por qué te gusta interpretar historias trágicas?
Tal vez es justamente para no aburrirme, para hacer cosas distintas a mi vida (risas). La actuación es una pasión. Yo siempre tuve esa inquietud. Yo soy inmensamente feliz actuando. Encarnar a otros me gusta. Meterme en la piel de otro ser humano que piensa, vive y siente distinto que yo. La actuación te sensibiliza, porque te permite conocer a través de los personajes realidades que de otra forma ignorarías.
Los matrimonios, sobre todo si hay hijos, buscan estabilidad pero ustedes parecen no tener miedo a los cambios. El año pasado regresaron a Perú sin ningún contrato. Solo con una idea.
Soy una persona muy mental. Todo lo pienso mucho y siempre mido riesgos, pero para las decisiones más trascendentales soy más aventada. Siento un impulso, algo toca mi espíritu, y entonces voy.
¿Qué los impulsó a regresar?
Vimos en Miami una nueva propuesta de teatro: microteatro. Una amiga actriz nos invitó y fuimos a un lugar lleno de plantas y luces y contenedores. Las obras se daban en simultáneo dentro de los contenedores. Nos encantó. Fue genial. La interacción es tremenda. Dentro de un contenedor, el público es parte de la obra sí o sí. La cercanía hace que hasta un respiro se escuche. Uno se sumerge en la historia. Cuando salimos, Ismael y yo sabíamos que debíamos traer eso a Lima. El año pasado montamos “Kontenedores” y fue un éxito. En unos meses lo volveremos a hacer.
En otra visita al Perú, en el 2008, tomaron una decisión más atrevida aun. De pronto decidieron casarse...
Sí y fue espectacular (risas). Habíamos planeado venir a Lima por tres meses. En ese tiempo pesó mucho la familia que siempre nos decía: ¿cuándo se casan? Nosotros respondíamos que cuando tuviéramos niños y nos decían: ¿cuándo tendrán hijos? Nos emocionamos y decidimos casarnos. Planeamos la boda en veinte días. Fue un estrés terrible, pero quedó hermosa. Con poca anticipación invitamos a 203 personas y nos acompañaron 200. Todo funcionó genial. La ceremonia fue maravillosa.
Sus personajes en la telenovela se casaron en 1997, pero en la vida real la boda tardó 11 años. ¿Por qué esperaron tanto?
Coincidíamos en que como somos personas muy estables el tema del matrimonio como compromiso no era un requerimiento. No necesitábamos firmar un papel ni una ceremonia. Todo el mundo sabía, y sobre todo nosotros mismos, de que estábamos comprometidos. Era un acuerdo tácito. Pero habíamos conversado que el día que decidiéramos tener hijos nos casaríamos. Lo que te une a otra persona de por vida son los hijos. Ese es un vínculo inquebrantable.
Ismael ha declarado que quería tener hijos desde un inicio, pero tú postergabas esa decisión, ¿por qué?
Ismael quiere tener hijos desde que tiene uso de razón (risas). Pero yo soy acuario. Los acuario somos aire y todo el tiempo queremos estar aquí y luego allá. A la vez, soy demasiado responsable y siempre supe que un hijo te pone anclas. A mí no me gustan las obligaciones. Es decir, prefiero solita comprometerme, pero tú no me obligues, no me arrincones porque huyo. Si me das libertad, yo reacciono. Soy como un pajarito que tiene la puerta abierta de la jaula pero decide quedarse.
¿Cómo te mantienes libre ahora que dos niños dependen de ti?
Es difícil. He tenido mis crisis existenciales también. Cuando nació Varec pasé mucho tiempo sin trabajar, que es un vicio para mí y me hace sentir plena. Yo era feliz con mi hijito pero me faltaba salir a trabajar. Al inicio me fue difícil. Me estampaba contra las paredes. No todo es rosa en la vida. Los problemas existen, pero lo que nos hace evolucionar es sobrepasarlos y valorar lo que esa situación te enseñó. Pero mis hijos me han cambiado 180 grados. Eso de que uno no conoce al amor de su vida hasta que es mamá es cierto. Nunca me he sentido más paciente que como cuando estoy con ellos, ni más fuerte que cuando he afrontado problemas con ellos, ni más elocuente, ni más linda… Todas las cosas positivas han sido aun mejores con ellos.
Tal vez por cuidar su libertad cada vez hay más mujeres que deciden no tener hijos. ¿Qué piensas de eso?
No todas las mujeres quieren ser mamás y eso es respetable. Respeto más a una mujer que no quiere tener hijos y se cuida porque no quiere esa responsabilidad que a una mujer que cree que por ser mujer tiene que tener un hijo, y luego no tiene tiempo para él. Los niños necesitan de su madre. Cuando Ishana nació me la entregaron y ella era minúscula porque era prematura. Yo la cargué y le di un beso y sonrió inmediatamente. Y cada vez que la besaba, ella sonreía. Yo me sorprendí de esa conexión bebe y mamá. Los hijos necesitan eso. Yo necesito de mis hijos también. Necesito que me apachurren y me digan que me extrañaron. Es algo lindo que yo disfruto y que yo quise. Yo decidí tenerlos.
¿Cómo cambió tu relación con los hijos?
Ya habíamos viajado, vacilado y juergueado bastante (risas). No hemos quemado ninguna etapa, entonces los dos nos entregamos a esta nueva experiencia con los bebes y a divertirnos con ellos. Ya no bailamos nunca. Ahora el vacilón es ver una película o reunirnos con la familia. No hubo celos tampoco porque Ismael como padre es una buena madre (risas). Cuando tuve a Varec yo quedé muy maltrecha. Me hicieron cesárea porque era un bebe muy grande y después 16 horas y media de trabajo de parto, nada. Entonces toda la primera semana yo no cambié un solo pañal. Ni bañé al bebe. Sólo lo amamantaba. No podía hacer más. Ismael hizo feliz todo. Después al salir a la calle, él quería llevar siempre el coche. Yo tenía que insistir para que me lo dé. Es un papá mamá.
Dices que ya no bailan, pero la música siempre ha estado presente en su relación. Se conocieron bailando salsa...
El 5 de noviembre de 1997, el día del cásting para “La Rica Vicky”, me cambió la vida. Y sí, a mí me encanta la salsa. El baile siempre ha estado en nuestra relación. La primera vez que sentí química con Ismael fue bailando una canción de Carlos Vives. Habíamos salido con el grupo de actores de la novela a una discoteca, e Ismael sin preguntarme me jaló a la pista de baile. Aún la novela no se transmitía, no éramos famosos ni nada, pero la gente hizo una ronda y nos veían y aplaudían. Uno siente al bailar con alguien cuando todo fluye. Yo descubrí nuestra química al bailar.
Estás con Ismael desde los veinte años, ¿cómo ha marcado tu vida el tenerlo como compañero?
Todo lo que eliges en la vida te marca. Yo soy el cable a tierra de Ismael porque si no él ya estaría en Plutón (risas). Pero la verdad he aprendido a confiar mucho en su visión, tanto para decisiones pequeñas como grandes. Un ejemplo: cuando compramos el apartamento en Miami, él se encaprichó con uno. Yo quise ver más pero al final el que él quería era el mejor. Lo compramos pero Ismael me dijo que quería tumbarlo y hacer cambios. ¿Desde cuándo eres arquitecto?, dije yo. Al final le dije que lo tumbe pero que tenía cuatro condiciones: un dormitorio grande, un walk in closet grande, piso de bambú y una alfombra blanca. Ismael se compró un programa de arquitectura en la computadora. Es un obseso investigando, encuentra la manera y aprende. Me hizo un tour virtual del apartamento (risas). Yo estaba sorprendida y sí es lo que los dos queríamos. Hasta lo hizo sin esquinas, solo curvas porque el feng shui dice que las puntas no son positivas. Cuando quiere algo, lo hace.
Viajaron a Miami por una telenovela y se quedaron por más contratos, ¿les costó instalarse?
Yo extrañaba todo. Ismael se adaptó más rápido. Yo me pasé un montón de tiempo extrañando y añorando un montón de cosas pero después la vida misma se encargó de cerrarme la boca. Como si me dijese: Ah, tú crees que todo es mejor allá ¿no? Mira lo que también tienes aquí.
¿Qué te hizo darte cuenta de eso?
Cuando nació mi hija Ishana, matriculamos a Varec en un colegio para que no sienta tanto la atención que le daríamos a su hermanita. Ahí Varec se contagió de un virus que lo tumbó por dos semanas. Contagió a Ishana y ella era prematura y recién nacida. Fue supertraumático, porque me la mandó a cuidados intensivos y estuvo al borde de la muerte. Entonces vi cómo funcionan algunas cosas en Estados Unidos. Cuando nació y le dieron de alta en el hospital, me dieron un monitor con el que ella debía estar día y noche. Eso registraba su corazoncito y su respiración: si su corazón iba más rápido o lento o si dejaba de respirar sonaba una alarma para que tú reacciones así estés durmiendo. Con un bebe tan pequeñito es casi imposible darte cuenta de esas cosas. Si no hubiese sido por ese monitor yo no me daba cuenta de que la bebe estaba tan mal a tiempo. Cuando la internamos sentí lo mismo. Me quito el sombrero con toda la atención que le dieron. Fue una experiencia muy fuerte para nosotros como padres, pero también aprendí a valorar las posibilidades que ahora tengo.
¿Cómo ha sido trabajar con productoras tan grandes como Telemundo? ¿Cómo fue llegar a esa industria?
Al llegar a Miami me chocó darme cuenta de una realidad que no habíamos experimentado en esa época aquí. Ahora las cosas han cambiado. A mí me chocó ver que al final tú eres un producto de una industria. Entonces tú tienes que mejorar siempre y lucir bien siempre porque si no el producto no se vende. Suena feo pero es lógico y es así. En las novelas todo es muy cuidado estéticamente hablando. Yo que venía de una onda más romántica me impactó eso, pero lo entendí y lo asumí. Quería aprender a exponer mi trabajo mejor.
Estrenas “Desaparecer”, una película de acción y suspenso en la que eres una activista ambiental. Se desarrolla la trama en la selva, ¿conocías esa realidad?
Un día nos llamó Dorián Fernández, el director de la película, y nos convocó. Ismael y yo leímos el guion en la casa y nos atrapó. Nos encantó. Yo he estado antes en la selva, pero nunca me puse a pensar en estos problemas. Este es un aporte de la actuación: enfrentarte a una realidad a la que nunca te sentiste cercano y conocerla. Yo creo que el problema del medio ambiente es, en realidad, un problema de degradación de valores en el ser humano. Todos quieren tener dinero y vivir bien, eso es válido y normal siempre y cuando sea una ambición sana de querer progresar. El medio ambiente es de todos y uno no puede ir en contra de eso. Los recursos naturales se acaban. No se los debe extraer de manera indiscriminada, porque se agotan y no se pueden recuperar. Creo que hay quienes no entienden eso.
Después de aprenderte todos estos guiones e historias complicadas, ¿cómo te relajas? ¿Qué haces solo para ti?
Me meto a la ducha con agua hirviendo y me quedo hasta que mis músculos se laxan. Me fascina. También me gusta mucho ordenar, organizar, limpiar. Es una terapia. Y pasar momentos con mi familia. En Miami tenemos un proyector, entonces con Ismael hubo una época en la que proyectábamos películas en nuestras persianas y nos acomodábamos en el sillón a verlas con Varec mientras comíamos canchita. Momentos que yo he disfrutado un montón.