Al final de una misa a la que asistió con su madre, escuchó entre los avisos parroquiales la convocatoria a un casting para una obra de teatro. Tenía 15 años y no dudó en presentarse. Esperó junto a más de 100 personas y, finalmente, fue elegida para integrar el elenco de “Jesucristo Superstar”.
Ese fue el inicio de su carrera como artista. Desde que debutó en la iglesia de su barrio en San Miguel hasta su aparición en la película “Utopía”, Kukuli se ha distinguido por su vitalidad, sencillez y por una preocupación natural por el otro. Algo que aprendió de su papá, al que describe como “original y desprendido”, una persona solidaria que compartía lo que tenía con los demás.
Su muerte, hace dos años, la marcó. En su departamento, la imagen de su padre resalta en los detalles: las fotografías, medallas, cuadros pintados por él se han apoderado de pequeños rincones y revelan una relación cercana, llena de historias.
Como la de su nombre. Orlando, su papá, buscaba para ella uno singular en quechua y lo encontró. Significaba paz, un estado clave para él. Kukuli se sabía especial, pero no única. Quería conocer a más como ella. Un día escribió su nombre en Facebook y encontró a cinco. Ahora son amigas.
Crea vínculos, aprende del pasado y valora el crecimiento personal. La felicidad, para ella, está en los pequeños momentos con las personas que son su prioridad.
Se te iluminan los ojos cuando hablas de tu hijo. ¿Siempre quisiste ser mamá?
Siempre. De niña soñaba con serlo y pensaba que ocurriría a los 25. Sin embargo, al cumplir 24 me di cuenta de que no era el momento, era muy pronto. Tuve a Kamil (4) a los 33, y no me arrepiento
¿Consideras que existe la presión por ser la madre perfecta?
Cuando eres primeriza te preguntas si lo estás haciendo bien o mal y te comparas con las demás. He leído mucho, me he informado y sé que cada niño tiene su tiempo de evolución y que nosotras estamos para acompañarlos en el proceso.
¿Eres el tipo de mamá que imaginaste?
Cuando era chica deseaba ser distinta a mi madre, porque nos castigaba seguido (a ella y a su hermano menor) y no nos escuchaba. Es un tema que hemos conversado y por el que se disculpó. Por otro lado, nos inculcó hábitos que hoy le enseño a Kamil, como el orden y la disciplina. Quiero que mi hijo aprenda a valorarse, a cuidarse, a no ser tan confiado. Que sepa que para lograr lo que se proponga, solo debe creer en él.
¿Cuál es la lección más valiosa que te dieron tus padres?
Mi mamá me enseñó a luchar por la familia. Todo lo que hago es por mi hijo. He rechazado trabajos importantes porque me iban a quitar tiempo con él. A esta edad, Kamil es una semilla. Mi prioridad es sembrar valores y darle tiempo del bueno. Gracias a mi papá, aprendí a ayudar en albergues infantiles y voy con Kamil. Cuando mi padre apoyaba a los bomberos, siempre me llevaba.
Tu mamá se fue a España cuando tenías 19 años y nunca regresó…
Ella viajó luego de que ingresé a la universidad ya que con lo que mi papá ganaba no era suficiente para pagar mis estudios. Además, él donaba parte de su sueldo a los bomberos, al municipio, al serenazgo y a la iglesia. Mis padres discutían por eso.
Pese a tu interés por la actuación, optaste por el Derecho y te graduaste de abogada.
Sí, pero la actuación me persiguió. En la universidad Inca Garcilaso de la Vega tomé dos talleres con el actor Enrique Victoria y participé en la obra para niños “La princesita calva”. Mis prácticas las realicé en el Colegio de Abogados, en una notaría, en el Palacio de Justicia y en la Municipalidad de San Miguel. No estuve contenta. Me sentía desubicada, no eran mi lugar. Dos meses después de renunciar a la municipalidad, empecé a grabar la serie “Al Fondo Hay Sitio”. Aunque la gente te diga que eres buena en lo que haces, tienes que preguntarte si eres feliz. Y si no lo eres, ¿por qué seguir?
“Al Fondo Hay Sitio” y el personaje de Gladys, la charapa exuberante, te hicieron conocida. ¿Te cambió mucho la fama?
Trabajé allí cuatro años y medio. Al inicio fue difícil porque no sabía cómo manejar la falta de privacidad. Sin embargo, aprendí a disfrutar de la popularidad. La serie me dio el reconocimiento que buscamos los actores. También me sacó de mi zona de confort, porque no soy como Gladys. Siempre he sido tímida. En el colegio, se burlaban de mi nombre. Me ponía roja y mis manos sudaban de la vergüenza. Usaba dos tallas más de ropa y la compartía con mi hermano. No era muy femenina. La actuación me dio estabilidad, amor propio. Me ayudó a aceptarme y me enseñó a relajarme y a burlarme de mí misma.
¿Qué te provoca explorar como actriz?
Me gustan los personajes que me retan. Ya sea porque son opuestos a mí o porque requieren desarrollar un rasgo especial. Por ejemplo, un acento diferente, como fue el caso de Gladys. Me provoca encarnar a alguien que parezca buena y termine siendo la malvada.
Este año has interpretado, en la pantalla grande, a Jacqueline Beltrán en “Caiga quien caiga” y a la pareja de uno de los bármanes en “Utopía”. Dos cintas basadas en historias reales…
Me encanta haber sido parte de proyectos que han marcado nuestra historia. Este tipo de películas son necesarias para que no olvidemos lo que sucedió, como la tragedia de Utopía. Soy mamá y no me imagino el dolor de esos padres, pero sí comprendo su angustia por conseguir justicia.
Kukuli es consciente de que el camino por conseguir equidad en nuestro país es largo. Cree en el arte como medio para lograrlo y en los proyectos que impulsen la discusión de nuestros temas más complejos como sociedad. Y si ella puede aportar a que algo cambie, lo hará.