A tu medida: Nuevas modelos aparecen en campañas publicitarias - 1
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Redacción EC

Gloria Montanaro

Frente a la cámara, una chica pelirroja dice: «Mi nombre es Cassandra y esta es mi ‘camo confession’». Tiene los ojos verdes y piel de porcelana y sigue hablando al tiempo que comienza a frotarse el rostro con un paño blanco. Quitándose la base, revela un acné pronunciado y una historia de vida que la avergüenza: esta afección a la piel le ha merecido agresiones de toda índole. Cuenta que alguien llegó a considerar una suerte la inminente muerte de su abuelo: así él no tendría que ver las llagas de su cara. El comercial concluye con lo obvio: menciona una marca de maquillaje dermatológico que le ha devuelto su calidad de vida y que, cubriendo las heridas externas, la ha ayudado a sanar las internas. Ahora Cassandra Bankson es modelo.

Las revistas fashion hoy convocan para sus portadas a mujeres que se alejan de las top models de los 90, o que más bien se acercan a los 90 años de edad. Campañas de marcas de moda y de productos de belleza comienzan a apelar a la inclusión, a la diversidad y al amor propio. El modelo de belleza ha pasado a ser casi el antimodelo, llevando lo normal a la altura de lo excéntrico y lo excéntrico a la norma de lo estandarizado.

QUÉ VIVAN LAS DIFERENCIAS

En la Real Academia Española la palabra modelo arroja 11 acepciones. La más amplia es la que describe: «arquetipo o punto de referencia para imitarlo o reproducirlo». Si buscas la misma palabra en Google, y agregas ‘nueva’, encontrarás entre las últimas noticias dos nombres: Candice Huffine, la modelo de 90 kilos que protagonizó por primera vez un candente calendario

Pirelli, y Winnie Harlow, la modelo con vitiligo (una enfermedad de la piel) que es la nueva imagen de la línea de ropa Desigual.

«Tenemos clarísimo que las diferencias son la salsa de la vida, lo que hace que este mundo gire y sea tan maravilloso. Y afortunadamente, todos y cada uno de nosotros somos así: únicos y diferentes, y tenemos que apreciarlo y celebrarlo», declaraba el vocero de la marca española.

A ellas dos se suman casos como el de Tamy Glauser, la modelo de imagen andrógina y líneas fuertes que se disputan Jean Paul Gaultier y Givenchy porque tiene el porte necesario para desfilar prendas tanto de hombre como de mujer; Moffy, la modelo bizca que fue portada de la revista The Pop y que firmó con la agencia Storm, la misma que descubrió a Kate Moss, y Jilian Mercado, una bloguera y modelo que está en silla de ruedas por una distrofia muscular y que fue elegida para ser imagen de las compañías Diesel y Nordstrom.

Los nuevos arquetipos de belleza tampoco discriminan edad o identidad de género. Daphne Selfe es una modelo cuya carrera despegó cuando cumplió 70 años; Jessica Lange fue el rostro de la campaña de primavera 2014 de Marc Jacobs Beauty a los 64; y Marianne Faithfull a los 67 para Saint Laurent. Más osada aun, Jacky O’Shaughnessy posó, con 62 años y en lencería, para la polémica marca American Apparel. La campaña más transgresora la lanzó este año la tienda por departamento Barneys: incluyó a 17 modelos transgénero para promocionar sus prendas.

Incluso ahora existen ya agencias de modelos que apuntan a redefinir estos estándares y trabajan en pos de la diversidad y la aceptación, como la argentina Crudo. Su leit motiv reza: «No nos une la belleza, nos une la actitud».

Si bien esta tendencia explotó en los últimos años, no es solo algo reciente. Nordstrom ha utilizado modelos con alguna discapacidad física desde 1997 y, solo un año después, en 1998, el diseñador

Alexander McQueen elegiría a la atleta paralímpica Aimee Mullins para abrir el memorable desfile de la colección N°. 13.

Parece haber un nuevo consenso, reflejar a públicos distintos en edades y en fenotipo, además de enviar un mensaje positivo de inclusión y aceptación, es necesario comercialmente. «El capitalismo neoliberal no tiene ningún problema con la transexualidad. Por eso la encontramos en la moda», reflexionaba Beatriz Preciado, directora de investigación del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, en el diario «El País» de España. Un punto de vista similar tenía la consultora Global Disability Inclusion, al recalcar que el consumo de las personas en situaciones de discapacidad alcanza casi los 222 millones de dólares anuales solo en EE. UU. Y en una sociedad que cada vez alarga más su expectativa de vida, no está de más comenzar a dirigirse a las jóvenes de la tercera edad.

MODELO PARA ARMAR

Desde la carnosa Venus de Willendorf, estatuilla femenina de 22.000 años de antigüedad que simboliza la fertilidad, hasta la delgadísima Kate Moss, el último gran ícono de la moda internacional, los cánones de belleza han ido mutando, adaptándose a los valores de la época imperante.

Hemos pasado de la feminidad y la tez blanquecina de las chicas Gibson, a principios del siglo XX; a la androginia, la libertad y la piel bronceada de Coco Chanel en los 20 y 30.

En tiempos en los que todo es customizable –desde la ensalada del almuerzo hasta la próxima tablet que comprarás online-, suena lógico que hasta nuestros modelos de belleza sean personalizados. ¿O no?

Scott Schuman, autor del blog The Sartorialist y cazador de tendencias, decía en su último paso por Lima que el paradigma estético de esta época está marcado por que «todo el mundo se siente más cómodo con hacer la suya. Las personas sienten más libertad para ser ellas mismas».

Empezamos a buscar mensajes dirigidos directamente a nosotras, mujeres reales de carnes y  hueso -más de carne que de hueso-. Y seguro nos es más fácil identificarnos con chicas hasta ahora consideradas imperfectas, como Laura Wells, la curvilínea modelo de talla 44, que con la canónica rubia, angelical e ínfima de Victoria’s Secret, Candice Swanepoel.

La alta moda sigue apuntando a lo que cree aspiracional, ligado a rasgos exclusivos como la delgadez y la altura, mientras que el mercado de consumo masivo parece darse cuenta de que hoy, más que aspirar, las mujeres buscamos sentirnos seguras de nosotras mismas. La consumidora promedio se ha cansado de ver a modelos que solo existen en el mundo de las ideas de Platón, y que con su publicidad no le venden un jean sino la improbable posibilidad de vestirlos y lucir unas piernas delgadas como caña de azúcar.

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