Laura Zaferson
En un salón de clase una chica pone cara de dolor y se toca la espalda baja. Sus amigas le preguntan qué le pasa y ella responde afligida que le duele el clítoris.
Ocurre que la muchacha no sabe que la parte del cuerpo que se está sobando en realidad es el coxis y también ocurre que ese salón de clase no está ubicado en un colegio religioso o en un internado de señoritas. Está en una escuela de posgrado. La escena parece ficción pero no lo es.
En una sala de teatro se estrena una obra para adultos, cuyo personaje principal es una actriz porno que ha logrado fama y fortuna por tener un clítoris gigante. Durante la obra se hacen múltiples alusiones divertidas hacia el mismo y las mujeres de la sala ríen a carcajadas casi incontrolables. Algunas se atoran y otras hacen ruidos que parecen ronquidos. Los hombres, sin embargo, aunque celebran las ocurrencias de la actriz, tardan en esbozar sonrisas. Es imposible saber si lo hacen así porque en verdad les da pánico evidenciar que no entienden los temas alrededor del clítoris o porque para ellos lo que tenga que ver con esa parte de la anatomía femenina es cosa seria.
Tanto la dueña del coxis adolorido como los amantes del teatro con sonrisa retardada me trajeron a la mente una teoría que hasta el momento no poseía más asidero que mis conversaciones con varios amigos nada expertos, pero sin duda bastante entusiastas: hay dos herramientas que ayudan a entender todo lo que siempre quisiste saber sobre el clítoris, pero nunca te atreviste a preguntar. Tu mano y la ajena.
En opinión de Rafael Herrera Garland, psicoterapeuta especializado en terapia sexual y de pareja, el clítoris es un terreno que es importante reconocer, explorar y valorar, puesto que este podría ser una fuente de gran placer para la mujer y por extensión para el hombre. En ese sentido, es crucial no privarse de llevar a cabo un reconocimiento profundo de la zona, primero en solitario y luego en pareja. Una forma sencilla y fructífera de iniciarse en estas lides es practicar masajes dactilares. Es decir, usar las manos.
Otro elemento básico que nos llevará a buen puerto con respecto al clítoris es conversar. Esto a menudo resulta difícil porque los miembros de la pareja llevan sus temores a la cama: los hombres temen preguntar porque sienten que al hacerlo estarían admitiendo que no son buenos durante la relación sexual, y las mujeres temen dirigir o indicar qué y cómo les gustan las cosas, por miedo a intimidar a su pareja o al qué dirán. Estas agendas sexuales, lo único que consiguen es desacelerar lo que debería ser una autopista de placer. No nos hagamos eso. Temámosle a las cucarachas voladoras, a los vouchers que dicen ‘saldo insuficiente’ o a la falta de Wi Fi, pero no le tengamos miedo a lo que nos hace disfrutar. Por eso, queridas, manos a la obra. Literal.
EN CARTELERA
“Katrina Kunetsova y el clítoris gigante”.
Escrita y dirigida por Patricia Romero.
Teatro de la Alianza Francesa: de Lima. Av.Arequipa 4595, Miraflores.
Reservas: 610-8017 Solo mayores de edad.
boletería@alianzafrancesa.org.pe