Karina Villalba F.
«No te compres una cama king size porque te alejará de tu marido», recomiendan algunas amigas a las emocionadas recién casadas o a las damas independientes que van a convivir con sus parejas. «Prefiero una de dos plazas –dice mi vecina– para estar más cerquita de mi chico». Y un sincero colega me cuenta sobre la elección que hizo con su esposa «como la cama es el ring de las cuatro perillas, escogimos una king para practicar las acrobacias que nos plazcan y además descansar con comodidad».
El lecho es nuestro «cuarto propio», decía Virgina Woolf en «A Room of One’s Own». Pascal Dibie, profesor de la Universidad de París, sostiene algo similar en su libro «Etnología de la alcoba»: que la cama es una habitación por sí sola. Y es que no podemos perder de vista que, aunque parezca intrascendente, el tamaño del colchón y de la cama es importante porque no solo es el lugar donde dormimos, en ella frecuentemente realizamos muchas actividades cotidianas, como jugar con los hijos, descansar, leer, mirar televisión, hablar por teléfono, trabajar, reposar en períodos de enfermedad o convalecencia, y por supuesto, tener relaciones sexuales.
Entonces, ¿una cama chica o una grande? ¿Debemos o no tener una king size? La sexóloga Patricia Espinoza señala que «tal vez porque cuando somos solteros nos acostumbramos a no compartir la cama con nadie, cuando nos casamos –para descansar de forma cómoda–, podríamos escoger una King size, porque va a dar ese espacio, esa amplitud necesaria. Pero para una cuestión de intimidad, en realidad, no es lo más favorable, porque crea una distancia grande entre ambos. Yo recomendaría una cama de dos plazas, que es lo más indicado para propiciar un acercamiento. Así la pareja puede dormir abrazada y generar un calor que despierte el deseo sexual. Una king size no brinda estas posibilidades».
Una cama más chica ayuda a resolver más rápidamente cualquier discusión de pareja. El roce involuntario, por la cercanía, influye en la solución de algunos líos conyugales. Una cama grande, por el contrario, podría acentuar la brecha. Pero este tipo de cama ofrece otras ventajas que debemos rescatar.
El psicólogo y experto en terapia de pareja, Stuart Oblitas, explica que «muchas parejas reportan aburrimiento al tener relaciones sexuales en el mismo lugar y específicamente en la misma cama. El lugar influye en el deseo sexual, no solamente el comportamiento de la pareja, también la situación y el contexto. La cama es parte de ese contexto. Su tamaño, su ubicación en el cuarto posibilita el deseo sexual en las parejas y si es grande posibilita, sobre todo, el intercambio de posiciones sexuales. Una cama grande genera mayor variedad, movimiento y desplazamiento de la pareja en la cama. Una cama amplia con unas buenas sábanas, con un toque erótico, estimula visualmente la líbido de la pareja. Finalmente, en la cama, donde se hace el amor, es indispensable tener comodidad».