Tú no me conoces, pero yo a ti sí. Nunca te he visto, pero sé lo suficiente para imaginar cómo eres.
A las nueve de la mañana llamaste a tu enamorada por celular. Ella es estilista del canal y estaba peinando a una invitada que asistiría a un magazine tres horas más tarde. Te explico: a veces son tantos los invitados a ese programa que el movimiento en el cuarto de maquillaje empieza incluso antes de que termine el noticiero.
Tu chica estaba sudando. Supuse que era por el calor de la secadora y los focos que alumbran el contorno del espejo. Además la invitada tenía una frondosa cabellera. Pero minutos más tarde me di cuenta de que tu llamada la puso así.
Yo estaba retocándome el rímel en silencio, pues había mucha gente. Siempre procuro hablar poco, más si hay desconocidos. Sin ánimo de ofender, ahí circula todo tipo de información.
Quienes salen en televisión pasan mucho tiempo frente al espejo y mientras tanto hablan por celular, conversan con sus amigas o asistentes. Si están enojados o alegres se sabe. Si no las convocaron para tal o cual grabación también. Si su pareja les pidió la mano lo cuentan. Si creen que su compañera de trabajo está más gorda todos se enteran.
Te explico: así empiezan los chismes de la tele. Un reality show con todo lo que pasa ahí dentro tendría mucho rating. Mujeres supuestamente espectaculares sin maquillaje o sin brillo en el cuerpo para que no se note la celulitis. O peleas a golpes entre los concursantes de un popular programa. Yo, por ejemplo, he estado embarazada varias veces, me he chapado a cantantes de salsa y cumbia, me he agarrado de las mechas con reporteras por no sé qué y envidio a fulana o a zutana. Después de 11 años ya no me afecta. Te explico: un rumor solo tiene valor cuando es capaz de dañar a alguien.
Cuando entré a maquillaje ese día, saludé y me dediqué a lo mío. Luego entré al baño y ella, detrás. Estaba tan nerviosa que no se percató que yo estaba en el cubículo del costado.
Quería hablar contigo en privado. Tu enamorada pertenece a una peluquería contratada para ocasiones especiales. Te explico: hay una disposición que prohíbe al personal ajeno al canal a usar celulares, por las cámaras de fotos. Se supone que así al menos se evita que se filtren imágenes de las estrellas del canal. Creo que ahora esa restricción es utópica, pero hay que cumplirla.
Parece que tú la habías estado llamando con insistencia desde temprano y ella no podía responderte. Se supone que no debía portar un celular. En maquillaje hay una cámara de vigilancia. Te explico: responder a tu llamada caprichosa ponía en riesgo su trabajo.
Pero no debería yo, una desconocida, decirte todo esto si tu enamorada ya te lo había explicado. ¿Lo recuerdas? Tú, insistías: «¡¿Por qué no me contestaste?! ¡Cuidado!», le reprochabas en voz tan fuerte que logré escucharte. Ella te ofrecía que vinieras a la puerta del canal en Santa Beatriz para que leyeras, tú mismo, el cartel con la indicación clara. Pero preguntabas: qué estaba haciendo y por qué no te contestaba. Conté unas cinco veces la misma advertencia. No paraste hasta que te dijo: «Sí te voy a contestar, mi amor, llámame nomás».
Me dio angustia. Imaginé que a pesar de todo el detalle y de esa aparente satisfacción, no le habías creído. Y que después te pondrías más agresivo. Como no tengo confianza con tu enamorada no pude intervenir y me quedaron algunas preguntas: ¿Qué pasa si no le daba la gana de contestarte el teléfono? ¿Qué harás? ¿De qué tiene que cuidarse? ¿Me explicas?
No te avergüenza amenazar a una mujer solo porque no te respondió el teléfono. ¿Crees que miente? Si te sientes cachudo, déjala. Pero no uses una excusa como los celosos para descargar tu ira contra alguien que parece más débil que tú. Te explico: cada vez somos menos las mujeres que aguantamos a cobardes como tú. Y que sabemos que nunca cambiarán. ¿Me explico?
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