Amanda Palmer, una cantante punk, famosa por su talento musical y memorable por la singular forma de sus cejas, tiene cientos de miles de fans (en Twitter ya casi un millón) que la admiran y disfrutan de su música. Gratis. Ella colgó en Internet la música que hace sin preocuparse por las ventas. Y para sorpresa de muchos, logró que sus fans le donaran suficiente dinero para vivir y seguir haciendo música sin depender de intermediarios. Algunos le preguntaron desconcertados «¿Cómo hiciste para que te dieran dinero?», y ella respondió «No los ‘hice’ darme dinero. Solo se los pedí». Tan simple como pulsar un botón para descargar alguna de sus canciones.
¿Es acaso así de fácil conseguir apoyo cuando uno lo necesita? ¿Puede lograrse que a los demás les importe responder a nuestros pedidos, sin necesidad de exigir o presionar?
Pareciera que la filosofía imperante es “el que no llora no mama”. Como si hubiera siempre que quejarse y reclamar. Y aunque hay que defender nuestros derechos en algunos aspectos de nuestra vida, en una relación afectiva es diferente. Ambos deberían estar del mismo lado. No son víctima y victimario. Son dos personas que se importan y se quieren.
Hay una enorme diferencia entre exigir y pedir. Parece evidente pero yo creo que no lo es. ¿Sabemos pedir ayuda si la necesitamos o nos ponemos a la defensiva cuando nos sentimos vulnerables? ¿Pedimos a nuestra pareja lo que necesitamos o les exigimos que cumplan con el papel que creemos que les corresponde?
¿Por qué no piensas en mí? ¿Y tú por qué nunca haces las compras? ¿No se te ocurre acaso que estoy cansada? ¿Y por qué siempre tenemos que ver lo que a ti te gusta en televisión y no a mí? Un asunto que podría resolverse pidiendo ayuda termina en intercambio de reproches y exigencias. Quizá no solemos pedir y aguantamos hasta un día explotar exigiendo. Como si el otro tuviera la culpa de la rabia que nos da habernos aguantado tanto. Y queremos cobrarlo con creces.
Es comprensible que quien sienta indiferencia por parte de su pareja se resienta o se sienta herido. Pero lo más probable es que exigir tenga el efecto opuesto al que queremos. ¿Acaso nos hará felices que el otro haga algo por obligación?
En cambio, si pedimos que nos ayude, es muy probable que reaccione mejor. Hay una distancia enorme entre decir: «¡Milagro! ¡Al fin apareciste! La comida ya se enfrió. Deberías avisar si te vas a demorar. Qué desconsiderado». y decir: «¡Amor, hola! La próxima vez que te demores ‘porfa’ avísame. Así me organizo mejor». Y la reacción será muy distinta.
Hombres y mujeres necesitamos que nos traten bien. No es cuestión de ‘darse su lugar’, como tal vez escuchamos de chicas. Es cuestión de atrevernos a pedir lo que necesitamos en el momento preciso, y considerar las necesidades del otro también. Sí tenemos derecho a pedir. Es válido y justo. Y resultará en más cariño que exigir. Seguro te sorprenderá cuánto puedes conseguir.
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