Cuando estudiaba para postular a la universidad pasé unos meses angustiosos y extenuantes. Me quemé las pestañas intentando dominar todo ese conocimiento que parecía definir mi futuro. Ingresar era mi monotema y, en ese momento, el reto más importante de mi vida. En esas estaba cuando un buen día un tío me dijo: «entrar es fácil, lo difícil es mantenerte adentro». Y yo que tenía la mente fija en la sola meta de ingresar, no podía entender lo profundo de sus palabras. Pero él tenía razón y yo comprobaría con el tiempo, en todas las áreas de mi vida, que el gran reto era perseverar, sobre todo después de las caídas.
Comenzar es solo un paso. El primero, pero no el único. Mucho más difícil es continuar o volver a empezar si algo se interrumpe o termina. Y, sin embargo, lo tenemos que hacer una y otra vez si no queremos estancarnos. Iniciar un camino después del colegio es una de las primeras grandes decisiones. Y cada edad tiene sus propios retos, que con el tiempo se vuelven más difíciles y más complejos.
En el amor sucede que enamorarse es más fácil que comprometerse y sostener ese amor a lo largo de los años. Porque el tiempo pasa y las cosas cambian, y será necesario reinventarse. Y, en cierto sentido, se necesita poder volver a empezar para seguir renovándose como pareja siempre.
Si mi matrimonio de años ha terminado de forma repentina o si he enviudado, el volver a empezar al inicio se siente imposible. Toda una vida construida al lado de esa persona, tantos años compartiendo hogar, amigos, familia, rutinas y recuerdos. ¿Cómo hacerlo ahora sola? Pero lo tengo que hacer. Tengo que sobrevivir. Tengo que luchar por estar bien y volver a empezar.
Si ha fallecido mi padre, mi hermano o mi hijo, el dolor no tiene nombre. Porque uno de los protagonistas de nuestra vida de pronto ya no está. Esa persona que nos esperaba al final del día, nuestro cómplice de secretos, conversaciones profundas o chistes, o a quien cuidábamos con cariño, de pronto nos falta. ¿Cómo hago para soportar ese vacío que quedó? Pero mañana es otro día y mi vida continúa.
Si todas mis relaciones parecen fracasar, si busco empleo y no lo consigo, si intenté hacer negocios y ninguno funciona, si cada día prometo dejar el alcohol o el cigarro y recaigo, si tuve que dejar mi país y comenzar en un nuevo mundo, si mis hijos crecieron y se fueron de la casa, si sufro de depresión y me cuesta levantarme de la cama, si tuve un accidente y la rehabilitación física es frustrante, si cada mes intento salir embarazada y no resulta, si le he dicho a mi hijo trescientas veces que no maneje borracho y sigue poniendo su vida en peligro… ¡Claro que siento que no puedo más y quiero tirar la toalla! Pero tengo que seguir luchando. Y si llego a tirar la toalla, entonces debo tenerme paciencia, respirar, recogerla y volver a empezar.
Comenzar de nuevo es aprender a continuar. Nunca es empezar de cero. Nadie te quita lo andado. Y parafraseando la canción: ‘haciendo camino al andar’ lo podrás lograr.
Sí se puede. Primero, permítete sentir lo que sientes. Soporta los pensamientos difíciles. No te regañes diciéndote «no deberías sentirte así». Los moretones tardan en desaparecer y en dejar de doler. Segundo, es inútil intentar encontrarle sentido a una tragedia: nada de ‘por algo pasan las cosas’. No siempre hay un motivo. Quítate la idea de la cabeza. Nadie merece ser dañado. La realidad a veces es dura y no queda otra que aceptarla y aprender a vivir con eso. Tercero, no tengas miedo de ir despacito. Preocúpate si no vas, si estás paralizada y ni siquiera estás pidiendo ayuda. Cuarto, elige siempre la vida y encuentra la manera de alimentar la esperanza. Quinto, si no puedes tú sola, busca apoyo. No tiene nada de malo. Empezar es un paso individual, pero para continuar puede ser un alivio estar acompañado.
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