Antes era común que las mujeres se casen muy jóvenes e iniciaran una familia mientras estaban en la “base 2”. Con el paso del tiempo, aún mantenemos el deseo de compartir nuestra vida con alguien pero preferimos posponer la decisión.
No es una cuestión de egoísmo sino de desarrollo en varios aspectos que antes no teníamos la oportunidad de trabajar. Tener un empleo estable, estudiar una maestría y tener experiencias únicas como viajes nos incentivan a postergar el matrimonio, así como la idea de crecer como personas.
Como el buen vino, nos hacemos mejores con el paso de los años. Estos son los motivos por los cuáles debes esperar la llegada de los 30 para pensar en casarte.
1. Conoces el dolor de más de una ruptura
Cuando eres joven, el amor te golpea más duro porque rompe por completo tus ilusiones al terminar. La poca experiencia en este rubro hace que te cueste más superar a tu ex pero, entre más experimentas esa triste sensación, más fuerte te haces. Pasados los 30, ya has aprendido que no todo es maravilloso y verás el amor con ojos más maduros.
2. Tienes más claro qué es lo que quieres de una relación
De jóvenes queremos la familia perfecta con el esposo exitoso, los hijos tiernos y hasta el perro de película. Pero el mundo real nos enseña que eso más difícil de conseguir de lo que crees. No se trata de conformarse con el primer hombre que se cruza en tu camino sino de encontrar a uno que cumpla con tus expectativas, tengan un vínculo especial y te veas compartiendo tu vida a su lado.
3. Estás más estable económicamente
Cuando nos casamos queremos tirar la casa por la ventana pero para lograrlo hay que tener un buen colchón de dinero. A los 20 es poco probable que cuentes con los medios necesarios para costear todos los gastos que implica casarse como la convivencia, la ceremonia, etc. La estabilidad en tu trabajo te permitirá estar más segura al dar el sí.
4. Tus pies están 100% en la tierra
En tus 20 sueles pensar solo en ti: quieres viajar, comprarte un auto, salir con tus amigos y darte los todos los gustos que quieres. Pero ir creciendo implica madurar y caer en la cuenta de lo que en verdad puedes tener, lo que necesitas para ser realmente feliz y lo que puedes ofrecer a la otra persona para que él también se sienta bien. Eres más consciente de tu realidad.
5. Confías más en ti misma
La confianza es importante en un matrimonio y alcanzarla se logra con el tiempo. Es sentirte capaz de afrontar los retos que implica un compromiso, de exigir lo que sabes que es tu derecho y de nunca permitir que el otro te falte el respeto. Amarte a ti misma es requisito para amar al otro.
6. Aprendiste la importancia de la independencia
Querer a tu pareja no es sinónimo de sacrificar el tiempo que necesitas para solo para ti. Entre más joven eres, tienes más oportunidad de experimentar cosas como mudarte sola y fracasar sin remordimientos, viajar sin amigas para conocerte mejor o hacer tu primera gran compra como un auto para conocer el verdadero valor del dinero. Una vez vivido todo esto, puedes dar el siguiente gran paso.
7. Te comunicas mejor
La madurez trae consigo la capacidad de controlarnos más y evaluar las cosas desde una perspectiva más amplia. En lugar de detenernos en problemas pequeños y ahogarnos en un vaso de agua, podremos encontrar una solución beneficiosa tanto para ti como para tu pareja y podrás expresar lo que sientes con menos dificultades.