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Albergue Salma: vidas que dan vida - 2

Por Andrea Carrión / WUF

En el hay muchas historias que contar. Como la de Rambo, un perrito anciano que hace un par de meses fue encontrado en la calle con un tumor en su pancita y con muy poca energía para vivir. Hoy se recupera a su ritmo.

También está Flash, un perro que fue rescatado de la calle con la cadera zafada. Sufría mucho al arrastrarse, pero luego de una rehabilitación el animal mejoró y ahora camina, chueco, pero al menos camina y juega con el resto de perros con los que convive.

Están los 29 gatos recogidos recientemente en pésimo estado de salud y que fueron acogidos por una casa en Naña que contribuye con Salma. Y cómo no mencionar a Almenara, perro emblema de este albergue ubicado en Chaclacayo. Hace tres años este macho fue rescatado de un laboratorio del Hospital Almenara.

“Al pobre animal lo tenían metido en un cajón de frutas doblado en ocho”, comenta  Nelly Galarza, fundadora de Salma. “Planeaban hacer experimentos con él, así que lo trajimos al albergue y desde que llegó, se adaptó muy bien al resto, es muy inteligente”.

La idea de Salma, cuyas siglas significan Siempre Animales Libres de Maltrato y Abandono, nació hace 14 años. Originalmente su misión era crear un albergue temporal donde se esterilizara a animales de la calle y usar el lugar como un post operatorio. Luego se devolvía al animal a sus propietarios o se promovía su .

Pero con los años, más fueron los perros que entraban de los que salían, como sucede en todos los albergues del país. A la fecha Salma ampara a 70 perros y 61 gatos, los cuales están repartidos en tres casas.

Tarea de titán 

En una de estas casas vive Alejandro Rojas Campos, quien desde hace un año, aproximadamente, vela por el bienestar de 38 perros. La gran mayoría de estos animales fueron rescatados luego de haber sufrido alguna desgracia, como sucedió con Juan Pablo al ser recogido tras ser atropellado en la avenida Brasil, o como el caso de Chico, quien fue hallado con un serio cuadro de sarna y desnutrición.

Para asegurar la recuperación y bienestar de estos animales, Don Alejandro se levanta todos los días a las 6 de la mañana. Lo primero que hace es limpiar cada ambiente de la casa. Alrededor de las 9 toca el desayuno, tarea que requiere mucha concentración pues no todos los perros comen igual y en algunos casos se debe de agregar medicamentos a sus porciones.

A las 10 de la mañana se recogen todos los platos y se da una segunda ronda de limpieza, pues los animales suelen “ir al baño” después de comer. Luego, como a las 2 de la tarde, se sirve el almuerzo y de ahí hasta el día siguiente, a repetir la misma rutina.

“A uno tiene que gustarle los animales, tenerles mucha paciencia. Es muy importante tener limpio el lugar y atenderlos”, comenta Don Alejandro, quien pese a sus 72 años de edad, conserva la energía necesaria para mantener el albergue funcionando.

Originario de Cañete, Don Alejandro siempre creció entre animales y siempre le gustó cuidar de ellos. Estando ahí trabajó en una fábrica de gaseosas, hasta que se accidentó y perdió su pie derecho. Ese incidente lo obligó a venir a Lima a buscar trabajo y fue así que terminó dedicando sus mejores años al cine. Del 60 al 72, trabajó como operador cinematográfico en el cine Porvenir, hasta que las salas de cine evolucionaron y quedó desempleado.

Comenzó a trabajar por su cuenta y al poco tiempo hizo el trámite para jubilarse, pero no tuvo suerte, se lo rechazaron.

“Yo andaba desesperado, porque yo decía ‘Así como está la cosa y encima discapacitado, ¿De qué me voy a sostener si ya estoy viejo? ¿Quién me va a dar trabajo así como estoy?’ No sabía qué hacer”, recuerda Don Alejandro.

Hasta que Salma le dio la oportunidad. Él ya había estado visitando el albergue los domingos para pasear y jugar con los perros, hasta que le ofrecieron quedarse ahí a tiempo completo.

“¿Por qué elegí cuidar perros? Me gusta, siempre me han gustado los animalitos. Es algo que te debe de nacer, si no estás frito. Y es que para mi… ver renacer a un animalito es algo muy alegre, cuando los ves caminar, comer, jugar… ellos regresan y te dan su cariño, uno siente que está haciendo un bien más a allá de ser un trabajo. Me siento muy a gusto aquí”, agrega Don Alejandro, quien recibe el constante apoyo de su familia para sacar adelante este albergue.

Cambio de conciencia

De acuerdo con Galarza, además de cumplir con las tareas básicas que incluyen alimentar, dar techo, sanar y cuidar de los perros, también buscan educarlos y entrenarlos para así facilitar su adopción.

Señala que durante unos años contó con la ayuda del entrenador de perros Jimmy Castro, quien como voluntario hizo adiestramiento con algunos perros y que incluso llegaron a preparar a dos perritos para niños especiales.

“Tuvimos el caso de un niñito autista cuyo padre es médico del hospital San Juan de Dios y Rabito (perro entrenado) los está ayudando mucho”, comenta Galarza. “Estoy viendo de retomar estas actividades, son fundamentales”.

Otra novedad que Galarza incorporó hace pocos meses fue su alianza con , una asociación sin fines de lucro que busca generar consciencia sobre la realidad de los perros abandonados en el Perú y que ofrece las herramientas necesarias para combatir el problema y así hacer de .

“Con WUF hemos logrado dar en adopción a perritos que nunca imaginé que serían adoptados por ser no tan jovencitos”, señala Galarza. “Ellos han hecho posible lo imposible, lograr la adopción perritos mayores… Antes de WUF en el albergue Salma no había ni una adopción y gracias a WUF ya salieron tres perritos”.

Galarza explica que su lucha diaria se basa en conseguir alimento para sus animales y recursos dirigidos a mejorar su calidad de vida.  

“Afortunadamente la gente está cambiando. Antes nadie adoptaba, sólo querían animales de raza única. Recién estamos viendo adopciones (de animales de raza mixta) y por lo general se ve en personas más cultas. El peruano es discriminativo, discriminativo con la gente de nuestra propia raza y lo mismo hacemos con nuestros animales. Pero tengo fe, veo más conciencia”, añade Galarza. 

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