Redacción EC

Por Andrea Carrión /

Ica es solo uno de los pueblos y ciudades del Perú en donde la sobrepoblación de perros callejeros es tan sobrecogedora como el lamentable abandono en el que se encuentran.

Mocho, el protagonista de esta historia, es solo uno de tantos ejemplos que deambulaban invisibles a los ojos de muchos... hasta que un día dejó de serlo.

El 6 de setiembre del 2015, una pareja que andaba por Ica de vacaciones, decidió detener su auto para darle agua a un perro que parecía calcinarse sobre un terral que ardía por el intenso calor del mediodía. Al verlo de cerca, notaron que al animal apenas le quedaba pelo en el cuerpo y sus costillas podían contarse.

Preguntando a los vecinos, un señor dijo que se trataba de Mocho, el perro de su hijo, pero que éste se había mudado hacía varios meses y que desde entonces el perro se había llenado de sarna y ya nadie lo quería cerca.

Una semana después, y con el permiso de aquel señor, la pareja recogió a Mocho con la promesa de llevarlo a un lugar que le recordara lo que era ser un perro libre de dolor, de picazón y con un buen plato de comida que llene su barriga a diario.

El 12 de setiembre, con su cuerpo cargado de pulgas, con llagas en carne viva y tomado casi al 80% por la sarna, Mocho llegó a su nuevo hogar temporal: el albergue de la Asociación Vida Digna.

Días después, algunas pruebas concluyeron que además de sus problemas de piel, Mocho tenía desnutrición severa, parásitos y altas probabilidades de tener erliquia, enfermedad causada por las garrapatas. Con este diagnóstico, se empezó un tratamiento intenso y se le mantuvo en cuarentena.

Mocho fue dado de alta un mes y medio después de su llegada. Finalmente pudo unirse a los otros perros que llevan algunos meses, otros años, esperando en este albergue a esa persona o familia que los escoja y les de la oportunidad de vivir en un hogar permanente.

Si bien albergues como éste atienden casos de emergencia y sirven de oasis a quienes más lo necesitan, vale resaltar que depender de ellos no es la solución al abandono pues vieven saturados de perros y gatos que son relegados por la sociedad y hasta por sus mismas familias. 

Para evitar la reproducción innecesaria y tal como se acostumbra hacer en éste y en todos los albergues responsables, Mocho fue castrado. Durante la cirugía, la médico veterinario que lo atendió aprovechó para extraerle un balín que encontró casualmente en su pata delantera izquierda. Solo queda adivinar cómo habrá terminado esa munición en su cuerpo.

Hoy Mocho vive tranquilo, cubierto por más pelo del que nunca imaginó, con varios kilos más de los que trajo hace un año, libre de la desesperante alergia que le causó la sarna, lejos de maltrato y la indiferencia, con un techo que lo protege y rodeado de litros de agua fresca.

Lo único que le falta a Mocho es alguien que le de una oportunidad. Al ser adoptado, este perro no solo conocería lo hermoso que es vivir en una familia que lo quiera bien, sino que además le daría la opción a otros perros de conocer una vida más digna. 

Puedes ver la evolución de Mocho en el video adjunto o en las fotografías de la galería. 

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