Luciendo una amplia sonrisa, sin signos de cansancio, bajó del Boeing 707 que la transportó desde Quito hasta el aeropuerto internacional Jorge Chávez.
Sorprendió su elegancia, pero también la tonelada y media de equipaje que trajo consigo. Descendió del avión en compañía del embajador de su país, señor Vagn Hoelgaard y del secretario general del ministerio de Relaciones Exteriores, Alberto Wagner de Reyna, quienes habían subido a bordo para invitarla a descender.
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“Lucía un traje sastre verde claro, guantes blancos, zapatos de gamuza color beige y un turbante de seda floreado, azul con blanco en su cabeza.”, indica la nota de El Comercio.
Fue recibida con un ramo de rosas, mientras numerosos compatriotas, portando banderitas de Dinamarca, la vitoreaban con entusiasmo, desde la terraza del terminal de pasajeros.
Al hacer su ingreso al hall del terminal, la princesa fue presentada a la señora Lucila Belaunde de Cruchaga, hermana del presidente Fernando Belaunde y quien desempeñó el cargo de Primera Dama durante el primer gobierno del arquitecto (1963-1968).
Rodeada de fotógrafos, reporteros, diplomáticos y custodiada por personal de la Policía de Investigaciones del Perú y de la Guardia Civil, su alteza se dirigió hacia el Gran Hall Internacional.
Durante ese breve trayecto, y mientras la princesa conversaba en francés con la Primera Dama peruana, tropezó al ser deslumbrada por los fogonazos de los fotógrafos. Sonriendo por el incidente, continuó rodeada por más de un centenar de personas que la aplaudían y pugnaban por acercársele.
Abandonó el aeropuerto en un lujoso vehículo cadillac de color negro, escoltada por dos motociclistas de tránsito, y se dirigió hacia el Hotel Country Club, en donde tenía reservada la suite presidencial, donde anteriormente habían sido hospedados el príncipe Bernardo de Holanda y al duque de Edimburgo, entre otros.
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“A su ingreso al hotel un grupo de muchachas guías le hizo entrega de otro ramo de flores, como presidenta honoraria de la institución mundial”, señala la nota del decano.
Como buena aficionada a la arqueología, la hija del rey Federico IX de Dinamarca se deslumbró al visitar el Museo de la Cultura Peruana, en la avenida Alfonso Ugarte.
Allí demostró gran interés por la cerámica de Pucará, Puno; y por las telas y los vestidos que allí se exhibían. Más tarde, en el jirón Camaná compró dos toritos de Pucará, un poncho cusqueño y un tapete.
Su paseo por Lima incluyó un almuerzo a orillas del mar, en el miraflorino club Waikiki.
Vistosamente uniformados, los integrantes del Regimiento Escolta le dieron la bienvenida a Palacio de Gobierno en horas de la noche, para disfrutar de un banquete junto al mandatario peruano, diplomáticos e invitados especiales.
El presidente la recibió en la entrada del Salón Pizarro, acompañado del canciller Becerra de la Flor y de la Primera Dama.
Durante la comida, el Jefe de Estado dirigió un breve discurso, remarcando los estrechos lazos de amistad entre Perú y Dinamarca. Por su parte, la princesa Margrethe Alexandrine Thorhildur correspondió los halagos con una alocución leída en un perfecto español.
Culminado el banquete la invitada pasó al Salón Dorado, en medio de aplausos, y departió con los más de 80 asistentes hasta la medianoche.
El 11 de marzo, atraída por las aguas del Pacífico y sofocada por el verano limeño, la princesa Margarita dejó de lado un almuerzo con 132 invitados en el club El Golf para volver al aristocrático club Waikiki en Miraflores y practicar tabla hawaiana.
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Allí rompió los rigores del protocolo, bebió un cóctel, fumó y conversó con miembros del club y admiradores. Después de almorzar, a las 3:20 se cambió de ropa y se dirigió al mar.
En compañía del señor Carlos Dogny Larco llegó a correr varias olas, flotando sobre la tabla con serenidad y entusiasmo. Al terminar, salió del mar lamentando no poder continuar divirtiéndose por más tiempo.
En la noche participó de una recepción en la embajada de su país con motivo de celebrar el natalicio de su padre, el rey Frederik IX.
El 12 de marzo la princesa Margrethe llegó al Cusco y fue recibida por el alcalde Díaz Quintanilla, quien la besó en la mano y le dijo en inglés: “Welcome to Cusco”. La heredera del rey de Dinamarca viajó a Machu Picchu, donde fue declarada huésped ilustre por la municipalidad.
Así culminó su estancia en nuestro país la hoy reina de Dinamarca, Margarita II, quien no ha dejado su afición a la arqueología, pero sí el hábito de fumar.
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