El 10 de noviembre de 1963 arribó a Lima Erik Shipton, quien fotografió por primera vez, en 1951, las huellas del “Abominable hombre de las nieves”, criatura que según la leyenda de los nativos sherpa mora en las empinadas cumbres del Himalaya, que cruzan Bután, China, Nepal y la India.
Shipton, quien por segunda vez llegaba a nuestra capital, permaneció durante tres días antes de partir hacia Chile. “La existencia de las misteriosas huellas que descubrió junto a su compañero Michael Ward, fue también comprobada por el destacado alpinista italiano Piero Ghiglione”, dice la nota publicada en El Comercio.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Shipton obtuvo el consentimiento del Dalai Lama para que el rey de Nepal le permitiera cruzar el territorio nepalés y abrir una nueva ruta por el lado Sur para las exploraciones en los Montes Himalaya.
A través de seis expediciones, realizadas a partir de 1934, Erik Shipton pudo efectuar exploraciones en la zona de Karakorum y en la de Nepal, teniendo el mérito de haber descubierto la ruta del Glaciar Khumbu, por el costado sur del Everest, la montaña más alta de la Tierra (8.848 metros sobre el nivel del mar).
Esto permitió que en 1953, la Expedición británica que dirigía el coronel John Hunt, conquistara brillantemente el Everest por intermedio de los ya famosos Edmund Hillary y su acompañante el nepalés Tenzing Norkay.
Las pisadas que halló Shipton, el 8 de noviembre de 1951, parecían pertenecer a un homínido, lo que alimentó la leyenda del también llamado Yeti, que en idioma sherpa significa “hombre salvaje”. Tras descubrirla, Shipton y Ward siguieron esta hilera de huellas durante casi un kilómetro, hasta que fueron desapareciendo.
La foto, publicada en varios diarios del mundo, la tomó en el glaciar de Menglung, al oeste del monte Everest, en la frontera entre Nepal y el Tíbet. Años después, a este vestigio gráfico, se sumaron supuestos restos de cabellera o de piel de este extraño ser, muchos de los cuales fueron luego identificados a través de pruebas de ADN, descartando su relación con el Yeti.
Las huellas descubiertas estaban muy marcadas y la impresión del “pie” sobre la nieve alcanzaba los 33 centímetros de extensión. Para los sherpas la explicación surge de sus leyendas ancestrales: se trata de un ser que transita entre el animal salvaje y el demonio, al que nunca hay que mirar de frente.
Las primeras referencias al ‘Abominable hombre de las nieves’ la divulgaron los expedicionarios británicos que buscaban conquistar el Everest, ya desde 1921. Howard Busy, uno de estos exploradores contó que al visualizar estas enormes huellas sus acompañantes nativos le explicaron que se trataba de una raza de “salvajes peludos”, que resguardaban los accesos a la montaña.
En 1938 Frank Smythe, otro montañista británico, aseguró haber fotografiado un rastro similar, que los sherpas identificaron como pertenecientes a un hombre salvaje que vivía en aquellas zonas desoladas. Sin embargo, en un análisis posterior un científico naturalista las identificó como huellas de un conocido oso que habita esa región.
Shipton, quien en 1960 ya había visitado el Perú para conocer la Ciudad Imperial de Machu Picchu, no pudo aquella vez escalar el Huascarán, que fue uno de sus objetivos al llegar a nuestras tierras. El alpinista británico indicó que su viaje obedecía al cumplimiento de una misión científica de la Real Sociedad Geográfica de Londres, que lo enviaba a la Patagonia.
En compañía de colegas chilenos, durante dos meses tenía programado cruzar el hielo continental de la Patagonia, cadena congelada que existe en el límite sur de Chile y Argentina, para hacer diversos estudios geológicos.
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