La demencia es uno de los trastornos más devastadores que se van desarrollando a medida que las personas envejecen, provocando una pérdida progresiva de la capacidad para pensar, recordar y razonar. El Alzheimer, la variante más conocida de la demencia, ocurre cuando en el cerebro se forman cúmulos anormales que interfieren en la actividad normal de las células cerebrales y, de acuerdo a la Alzheimer’s Association, representa entre el 60% y el 80% de todas las formas de demencias.
Según datos de Alzheimer’s Disease International, para el 2050 se prevé que la demencia afectará a 152 millones de personas, dado que el riesgo de padecerla aumenta con la edad. La búsqueda de soluciones es una tarea muy compleja, pues la demencia no sólo hace referencia a una enfermedad, sino, también a varias derivadas: Alzheimer, demencia vascular, demencia mixta, entre otras.
En el Perú, según el Ministerio de Salud, más de 200 mil personas mayores de 60 años de edad tienen alzheimer. Este es uno de esos trastornos que continúan siendo difíciles de diagnosticar y tratar debido a la dificultad que tiene el paciente para contar su historial médico o para acudir a familiares que puedan tener mayor claridad sobre episodios o cambios notorios en el paciente.
La causa de la demencia responde a trastornos cerebrales que, con el tiempo, pueden limitar el habla, el movimiento e incluso la capacidad del paciente de reconocer a sus seres queridos. Por ello, es fundamental que, si un médico de atención primaria sospecha la existencia de demencia, el paciente sea remitido a un especialista o a una clínica especializada, donde puedan realizarse las pruebas necesarias.
¿Qué pruebas de descarte se pueden realizar?
1. Pruebas cognitivas y neuropsicológicas:
Ayudan a evaluar la memoria, la resolución de problemas, las habilidades lingüísticas y otras actividades cerebrales. Con estas pruebas, se pueden determinar causas de demencia por patrones característicos de afectación en todo el cerebro, y también a evaluar la gravedad de los déficits.
2. Evaluaciones psiquiátricas:
Este tipo de chequeos ayudan a identificar signos de depresión u otros trastornos mentales que puedan contribuir a los síntomas de una persona.
3. Análisis de sangre y otras pruebas de laboratorio:
Las pruebas in vitro pueden ayudar a descartar otras posibles causas de los síntomas del paciente, como deficiencias de nutrientes, que pueden ser tratables.
4. Exploraciones cerebrales:
Con un diagnóstico por imagen, se pueden descartar accidentes cerebrovasculares, tumores y otros problemas en el cerebro, así como detectar el patrón de cambios en la estructura cerebral. Las exploraciones más comunes son el TAC (Tomografía Computarizada) y la RM (Resonancia Magnética).
5. Biomarcadores de fluidos:
El biomarcador más utilizado para la enfermedad de Alzheimer mide proteínas clave en el líquido cefalorraquídeo (LCR). En la enfermedad de Alzheimer, los niveles de la proteína beta-amiloide son bajos, mientras que los niveles de las proteínas tau total (t-tau) y tau fosforilada (p-tau) son más altos que en los ancianos sanos.
“Los retos de la demencia subrayan la necesidad de potencializar la medicina de precisión para que los tratamientos que se vayan a implementar puedan ir completamente acorde al individuo que lo necesita. El uso de la tecnología de punta en el tamizaje y seguimiento de la patología pueden hacer de este proceso un trayecto más amigable para el médico y para el paciente. A partir de esto, se incentiva un diagnóstico temprano que permita hacer frente a estas enfermedades progresivas”, resalta Sergio Arturo Dominguez, director de Cuidados Neurovasculares en Siemens Healthineers, Latinoamérica.
Sin duda, esta enfermedad representa un reto para los médicos que buscan establecer parámetros para poder especificar desde qué edad se puede evidenciar o cuáles mutaciones son las que impulsan su desarrollo. Gracias a la innovación, las pruebas mencionadas previamente pueden resultar útiles en casos complejos, donde los datos clínicos son contradictorios o poco fiables.