Durante los últimos días, hemos sido testigos de la ola de violencia que está atentando contra Ecuador, con la intensificación de la violencia en las calles y el crimen organizado, por lo que el presidente Daniel Noboa tomó la decisión de decretar estado de emergencia y toque de queda en el país.
Hoy en día, somos testigos de un mundo cada vez más violento e impredescible. Sin embargo, existe un daño que no se puede ver inmediatamente en las cámaras, aquel que se siente con el alma. De acuerdo con Mental Health America, la violencia armada -y el estado de alerta constante que genera- ocasiona fuertes traumas y estrés tóxico, factores principales que contribuyen al desarrollo de múltiples trastornos psicológicos y enfermedades mentales.
“Si un niño crece en un estado constante de violencia, se ocasionarán cambios estructurales en su cerebro, los cuales lo llevarán a ser más propenso a ciertas enfermedades. Por ejemplo, ese pequeño generará más cortisol, es decir, mayor estrés. Además, su cuerpo no producirá la cantidad necesaria de serotonina y dopamina, por lo que estará predispuesto a desarrollar ansiedad y depresión”, estableció la Dra. Marla Gallo, neuróloga de la Clínica Ricardo Palma.
¿Cómo funciona el cerebro de una persona que crece rodeada de violencia?
En relación a los cambios que se generan en el cerebro, la doctora señaló que, al vivir en un entorno violento, se activa la ínsula y la amígdala cerebral, áreas de la atención. Por ende, la persona se encuentra en un estado de alerta constante, lo cual puede llevarla a desarrollar patologías, como enfermedades cardiovasculares.
“El cerebro tiene una plasticidad cerebral, la cual puede llevarnos a buenas cosas, como cuando hay una lesión o un trauma. No obstante, también nos lleva a algunas deficiencias, como cuando trata de adaptarse estructuralmente a un entorno violento”, agregó Gallo.
“El cerebro de un niño tiene una mayor plasticidad, por lo que cambia más rápido. De todos modos, es evidente que un adulto también va a sufrir ciertas consecuencias, como quienes han experimentado situaciones en la guerra o la armada”, aclaró la doctora.
¿Cómo afecta la violencia armada a la salud mental de quienes la viven?
En palabras de la Lic. Liliana Tuñoque, psicóloga de la Clínica Internacional, la exposición a la violencia puede generar daños psicológicos y fisiológicos inmediatos y a largo plazo. “Se genera angustia, miedo y sentimiento de inseguridad, lo cual finalmente puede desencadenar en cuadros de ansiedad y depresión. La incertidumbre y la posibilidad de no tener control sobre los hechos violentos causan mucha inseguridad y manejarla no es sencillo”, añadió.
En algunos casos, según la licenciada, estas sensaciones también pueden llevar a la persona al consumo de sustancias, como el alcohol y las drogas, para evadir dicha realidad. Finalmente, esto puede llegar junto a alteraciones del sueño y cambios en el apetito.
“Cabe mencionar que los efectos pueden variar según la edad, tipo de personalidad, experiencias previas y características del conexto familiar. Sin embargo, las consecuencias más comunes son los cuadros de ansiedad, la depresión, los ataques de pánico, el estrés y el miedo a salir de casa”, recalcó.
Estrés post traumático en crisis de violencia
Antonella Galli, psicóloga de la Clínica Ricardo Palma, hizo hincapié en que otra consecuencia común es el estrés post traumático. “Luego de observar atentados, violencia e intentos de secuestro, la persona suele tener episodios en los que revive estos eventos constantemente a través de sueños y flashbacks. Estos recuerdos hacen que él o ella sienta un peligro inminente, pues solo un sonido o una imagen puede hacer que viva nuevamente la experiencia en su mente”, enfatizó.
“La persona se encuentra en un estado de alarma constante, siempre con los nervios de punta y a la expectativa de que algo malo va a pasar. Como consecuencia, se genera dificultad para poder dormir, pues la persona afectada no llega a sentirse en un lugar completamente segura”, indicó.
¿Qué hacer si un amigo o familiar presencia un evento violento?
Galli sostuvo que, si la persona ha presenciado un acto de violencia, se deben tomar medidas para que estas emociones no se transformen en un transtorno psicológico, como el estrés post traumático, por ejemplo. “Es sumamente importante que se hable sobre el tema. Muchos no lo hacen porque tienen miedo de revivir esas sensaciones, pero es necesario hacerlo para procesarlo, siempre en un ambiente seguro y de confianza”, especificó.
La especialista también afirmó que lo principal es alejarse del ambiente de violencia. A pesar de ello, es sabido que no siempre se puede. En esos casos, la psicóloga resaltó la importancia de la resilencia, es decir, la capacidad de enfrentar adversidades. “Debemos tomar los recursos que tengamos para sentirnos bien”, aseveró.
Para lograrlo, recomendó los grupos de apoyo, donde se unen personas que han pasado por las mismas experencias. “La ayuda mutua es vital para lograr un mayor sentido de seguridad ciudadana”, recalcó.
En el caso de los niños, los padres deben propiciar seguridad en el hogar. “Si el ambiente de la ciudad ya es violento de por sí, el pequeño tiene que sentir que su casa es un lugar libre de conflictos. Para lograrlo, los padres deben evitar mantener conflictos entre ellos y priorizar la salud mental de su hijo o hija”, comentó Antonella Galli.
“Yo he crecido en la generación de los 90s, rodeada de violencia en el país. Por ende, puedo confirmar que tu cuerpo se acostumbra a estar a la defensiva, siempre en sentido de alerta. Así que, para que haya salud mental, tiene que haber seguridad ciudadana y no solo aquí, sino en todos los países”, concluyó la experta de la Clínica Ricardo Palma.