El Día Mundial de la Salud Mental es una oportunidad clave para reflexionar sobre una realidad cada vez más visible: el impacto del estrés y la ansiedad en el bienestar emocional y el rendimiento escolar de los niños. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más del 13% de los niños y adolescentes en el mundo sufren de trastornos mentales, siendo el estrés y la ansiedad los problemas más frecuentes.
En Perú, las cifras no son alentadoras: durante 2023, los establecimientos del Ministerio de Salud (Minsa) registraron más de un millón de atenciones por episodios depresivos en menores de entre 6 y 17 años, una cifra sin precedentes que evidencia la urgencia de atender esta problemática desde edades tempranas.
El entorno escolar puede ser tanto una fuente de crecimiento como de presión para los niños. La búsqueda de buenos resultados académicos, la presión por destacar y la sobrecarga de tareas escolares son factores que muchas veces se convierten en una fuente constante de estrés. “En nuestro país, los estudiantes experimentan altos niveles de estrés, especialmente en periodos de exámenes o entregas importantes. Esta situación, en muchos casos, les impide concentrarse o disfrutar del proceso de aprendizaje”, comenta Tomás Barclay, psicólogo educativo de la ONG Caminando Juntos. “El temor al fracaso y la necesidad de cumplir con expectativas altas generan un estado constante de tensión que impacta directamente su capacidad de atención y retención de información”.
¿Cómo impactan el estrés y la ansiedad en el rendimiento escolar y la vida cotidiana?
Los efectos del estrés y la ansiedad no se limitan al rendimiento académico. Los niños que experimentan estos estados tienden a mostrar síntomas como falta de concentración, cansancio, irritabilidad y dificultades para retener información. Esto no solo perjudica su desempeño en las aulas, sino también su motivación para asistir a clases y participar en actividades escolares. “Cuando un niño está constantemente preocupado por su desempeño académico o por situaciones personales, su capacidad de aprendizaje disminuye. Este bloqueo mental es un mecanismo de defensa frente a la sobrecarga emocional, lo que genera un círculo vicioso donde el rendimiento escolar sigue bajando y la ansiedad aumenta”, explica Barclay.
Pero el impacto va más allá de los estudios. La ansiedad y el estrés también afectan la autoestima y el bienestar emocional de los niños. Sentimientos de frustración, aislamiento y una baja valoración de sí mismos son comunes entre aquellos que no reciben el apoyo necesario para gestionar sus emociones. En los casos más graves, esta situación puede derivar en episodios depresivos que, de no ser atendidos, pueden extenderse hasta la vida adulta.
¿Cómo aliviar el estrés en casa y en las aulas?
Para abordar esta problemática, es fundamental que las escuelas y las familias implementen estrategias que permitan reducir el estrés en los niños y fomentar su bienestar emocional. A continuación, algunas medidas recomendadas por expertos:
- Fomentar la comunicación abierta: Crear espacios seguros en las escuelas y en el hogar donde los niños puedan expresar sus preocupaciones y emociones sin miedo a ser juzgados. Esto les ayuda a sentirse escuchados y validados, fortaleciendo su confianza y autoestima. Las tutorías grupales y las reuniones de padres y docentes pueden ser una excelente oportunidad para identificar los desafíos emocionales de los niños y brindarles el soporte necesario.
- Reconocer y validar las emociones: Enseñar a los niños a identificar sus emociones y a comprender que todas son válidas, ya sean positivas o negativas. Utilizar herramientas visuales, como imágenes o cuentos, puede ayudar a los más pequeños a ponerle nombre a lo que sienten. La práctica del “mindfulness” o atención plena es una técnica útil para que aprendan a aceptar sus emociones sin juzgarse a sí mismos.
- Incorporar técnicas de relajación: La respiración profunda, la meditación guiada y los ejercicios de relajación pueden ser útiles para reducir la ansiedad en los niños. Estas técnicas, adaptadas para ser divertidas y accesibles, pueden ser integradas en la rutina escolar, por ejemplo, dedicando unos minutos al inicio de la jornada para practicar respiraciones conscientes.
- Promover el juego y la actividad física: El ejercicio regular es fundamental para el desarrollo físico y mental de los niños. Juegos al aire libre, deportes de equipo y momentos de recreación dentro del horario escolar permiten a los estudiantes liberar la tensión acumulada y mejorar su estado de ánimo. Estudios han demostrado que la actividad física favorece la producción de endorfinas, lo que contribuye a reducir la ansiedad y mejorar el bienestar emocional.
- Establecer expectativas realistas: Es crucial que padres y docentes comprendan las capacidades y limitaciones de los niños. Evitar imponerles cargas académicas excesivas y valorar sus esfuerzos, más allá de los resultados, ayuda a reducir la presión. Esto permite que los niños sientan que sus logros son reconocidos y que se les apoya en el proceso de aprendizaje, no solo en el cumplimiento de metas.