En el piso 26 de un rascacielos panameño, el lujo y el glamour de un departamento de 280 m2 son obra del arquitecto Sandro Rodríguez y su socio Carlo Narváez, ambos peruanos.
La elegancia y el buen gusto quedan expuestos al salir del ascensor. En el lobby se luce una pared vestida de vidrio negro junto a una consola volada y retroiluminada de mármol azul tropical.
Una vez en la sala, las piezas hechas a medida transmiten una atmósfera plácida y sutil. El suave contorno del mueble principal devela que es una reinterpretación del clásico sofá Chesterfield. Sin embargo, su trazo moderno y poco recargado lo hacen lucir ligero.
En el comedor es difícil tener predilección por un solo objeto. Resulta llamativo el tablero de granito cosmo, una piedra poco común, que reposa sobre una base con acabado en acrílico negro. Asimismo, roba las miradas la delicada lámpara de cristal de Baccarat.
Ingresar al dormitorio es caer en la tentación, es desear tener algo así en casa. La cabecera crea un efecto biombo y parece un ensamblaje de piezas de joyería conformada por cuadrados de distintas medidas, todos de MDF con un acabado de pan de plata y con almohadillas. La pieza ideal para soñar.