Hace dos años, la brasileña Cristyane Marusiak, su esposo y sus dos hijos encontraron un departamento —que incluía los aires— en el último piso de un edificio en Miraflores. Pronto, supieron lo que debían hacer: convertirlo en un dúplex espacioso y bien distribuido que mantuviera el espíritu familiar y que también les brindara la oportunidad de crear un espacio que les permitiera exhibir sus objetos de decoración, en su mayoría piezas antiguas recuperadas con un marcado espíritu bohemio.
El talento de Cristyane —una de las socias de Cuatro en un Baúl— para encontrar piezas de colección se refleja en todos los ambientes pero en especial en la sala, ubicada en el segundo nivel, cerca de la terraza. Un lugar que revela la personalidad divertida y hogareña de sus dueños. Las necesidades de los niños también fueron consideradas al momento de decorar. Por ello, en la sala se crearon dos espacios, uno para los adultos y otro para los chicos.
Este último, no carece de estilo. “En un extremo de la sala coloqué una vieja cuna de metal y la adorné con los muñecos que mi suegra les regala a mis hijos cada vez que viene al Perú (su esposo es estadounidense). También puse una mesa con sillas de madera para que los chicos pinten y jueguen con libertad. Así, cuando recibimos visitas, los podemos ver y no estamos preocupados por saber qué hacen”.
DE ESPÍRITU BOHEMIO
La sala de los adultos nos permite retroceder en el tiempo gracias a sus detalles. Lo rústico de la mecedora pintada de blanco no desentona con el aspecto señorial del sillón de estilo Luis XV modernizado gracias a la paleta de tonos pastel usada en su transformación. La remodelación exigió la construcción de un nuevo techo que, unido al ya existente, creó un espacio que da la sensación de una doble altura y que los dueños usaron para exhibir más piezas de su colección de antigüedades acentuada gracias a una cálida iluminación.
Tal vez por sus influencias profesionales, provenientes de la moda y de la gastronomía, Cristyane ve cada espacio a decorar como si se tratara de una instalación. Esta mirada artística que alimenta su criterio estético se refleja en un pequeño escritorio que delimita la sala y la terraza. Con una puerta reciclada creó el tablero de la mesa, forró la pared con vigas de madera y colgó una lámpara de barco que consiguió en El Callao.
Separado de la sala, en el primer piso, el comedor es el punto de reunión familiar y, por lo tanto, el de estilo más informal, pero no menos pensado: la mesa y las bancas están hechas a medida.
Las habitaciones no escapan a esta necesidad por personalizar cada ambiente y cada cuarto rinde un personal homenaje al pasado, pero desde una perspectiva moderna. En este departamento de 180 m2 todo está permitido.