(Foto: Archivo)
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Caroline Gibu

Hace unos días, un joven economista investigador y excolega me hizo ver con sorpresa el contenido de la Directiva Administrativa para el Registro de la Pertenencia Étnica en el Sistema de Información de Salud aprobada en noviembre del 2017, cuya finalidad es contribuir a la construcción de estadística diferenciada para generar políticas públicas inclusivas.

En ella se incorpora la lista de nombres de los 55 pueblos indígenas u originarios, así como sus denominaciones alternas establecidas por el Ministerio de Cultura. Adicionalmente, la directiva incluye otros grupos étnicos como afrodescendientes, asiáticodesendientes y mestizos.

La sorpresa fue leer que en el caso de los asiáticodescendientes las denominaciones alternas eran “chino, ponja”, palabras que considero no utilizaría para declarar mi pertenencia étnica como peruana descendiente de migrantes japoneses.

Este hallazgo, que podría ser anecdótico o personal, me remite inmediatamente a la reflexión sobre qué significa la autoidentificación étnica y cómo puedes ayudar a otros a reconocerte, como parte de tu derecho a la identidad.

Porque muchas veces, el desconocimiento, los sesgos cognitivos o prejuicios forjados por estereotipos arraigados en la sociedad, llevan a asignar equivocadamente nacionalidad, nivel económico o posición política solo por los rasgos faciales o el color de piel.

El último Censo Nacional del 2017 incluyó por primera vez una pregunta sobre autoidentificación étnica para las personas de 12 años a más, planteada así: “Por sus costumbres o antepasados, ¿usted se siente o considera…?”.

A pesar de no tener una respuesta preestablecida, los resultados de INEI indican que 22.534 personas se autoidentificaron como nikkei y 14.307 como tusan, es decir, descendientes de migrantes japoneses y de chinos, respectivamente.

Estas cifras parecieran ser poco representativas, sobre todo hoy, en un año en donde se celebran coincidentemente 120 años de la migración japonesa y 170 años de la migración china al Perú. Sin embargo, gran parte de los descendientes pueden haberse autoidentificado como mestizos, que según INEI fue la respuesta del 60,2% de personas a quienes fue dirigida la pregunta.

Quizás las palabras ‘nikkei’ o ‘tusan’ sean nuevas para la mayor parte de los peruanos, incluso para los propios descendientes. Y es aquí donde se presentan los desafíos y las oportunidades.

Desafío para las instituciones de esas comunidades, para darle contenido a la palabra, darle significado al significante, y promover su mayor uso en una sociedad que reconoce el aporte de estas migraciones a la gastronomía y las artes plásticas, por mencionar solo algunas manifestaciones culturales.

Desafío también para las instituciones del Estado, para retroalimentar con el diálogo los instrumentos que utiliza. Oportunidad para construir sobre la base de nuestra diversidad un mejor país para todos, en donde hablar un idioma nativo o extranjero, conservar algunas costumbres heredadas, sean como en la cocina, ingredientes para la creatividad. Orgullosamente peruana, soy nikkei.