Cada año, el Día del Trabajo es una fecha para reflexionar cuánto hemos avanzado y qué desafíos tiene el mercado laboral en Perú.
De acuerdo con la última edición del Global Talent Competitive Index, Perú retrocedió 4 puestos y obtuvo el lugar 84 de 134 países. En cuanto a la relevancia del empleo formal, aparecemos en el puesto 110 de ese listado. El problema requiere la acción de todos los actores. Y cada uno, desde su sector –privado o público– aportar soluciones.
Revertir esa tendencia es urgente y por eso tenemos que actuar ahora. Hay muchos factores que impactan en la competitividad de una fuerza laboral, pero quiero enfocarme en dos que para mí son esenciales: la nutrición y la educación.
Si nuestro punto de partida es una población infantil con 40% de anemia y si a ello le sumamos una pobre calidad educativa escolar, técnica y universitaria, y no hacemos nada al respecto, no nos sorprenderá que en 30 años más estemos en la cola de dicho ranking.
Quiero destacar el esfuerzo privado, donde empresas y organizaciones están dedicando tiempo e ímpetu a atender estas urgencias y generar conciencia. Destaco también lo que están haciendo algunos funcionarios estatales, tanto desde el Gobierno Central como en los gobiernos locales, para avanzar en estos frentes, quienes lamentablemente reman contra una marea burocrática y de insensibilidad que impide cualquier avance material. Y, destaco la labor educativa de muchos profesores con capacidad y vocación, empresarios educativos conscientes y medios de comunicación comprometidos.
Sin embargo, estos esfuerzos aislados difícilmente van a tener el impacto que necesitamos. Es imperativo que el liderazgo político, empresarial y educativo definan una agenda mínima común, determinen quién tiene qué rol y cómo promover y ejecutar acciones concretas.
En el frente de anemia infantil, es urgente atender hoy el problema y definir planes para que esto no siga ocurriendo a futuro; en el frente educativo, urge revertir el enorme daño que vienen generando las continuas decisiones políticas en la educación escolar, técnica y universitaria. Docentes descalificados, universidades que no deberían tener licencia, programas educativos que ignoran lo esencial, nos deberían generar una alerta a todos, no solo a unos cuantos.
Es fundamental, desde nuestro rol en el sector privado, liderar un cambio al respecto, generando conciencia y actuando directamente sobre el problema. Haríamos bien en juntar fuerzas, a veces dispersas, para lograr mayor impacto. Es común escuchar entre mis colegas que con el Estado que tenemos no podemos contar. Yo soy más optimista, pues creo que hay gente comprometida en el sector público que puede hacer grandes cosas.
Necesitamos fortalecer las bases de una fuerza laboral altamente productiva, un país competitivo y, de esa manera, un mejor futuro para todos.