David Tuesta

La ha experimentado un retroceso preocupante en su senda de bienestar económico. El reciente dato de la tasa de pobreza monetaria en el Perú para el 2022, la ubica en 27,5%, lo que significa un desastroso retroceso de diez años. Si bien las mejoras del pasado en este indicador compendiaban un conjunto de políticas públicas de amplio espectro, el factor principal descansaba en un crecimiento económico constante, sustentado en mejoras de productividad.

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La literatura económica concuerda que el crecimiento económico puede explicar entre el 70-80% de la disminución de la pobreza de un país, dependiendo de las condiciones en que este se encuentre. En el caso peruano, la dinámica de productividad observada, sobre todo a principios de este siglo, permitió una disminución de más de 30 puntos porcentuales en la tasa de pobreza monetaria. Lamentablemente la pérdida de ambición en el desarrollo de políticas pro-competitivas coincidentes con un la explosión de nuestras debilidades institucionales largamente postergadas, llevó a que este círculo virtuoso de crecimiento-disminución de pobreza se detuviera, llevándonos a la cifra actual.

Esta regresión de una década, lamentablemente, no va a ser para nada, fácil de recuperar. Más aún, si es que la economía peruana sigue manteniendo la actual dinámica de actividad productiva que peligrosamente se viene acercando al 2,0%, según el consenso económico. Por ejemplo, si tomamos como referencia la elasticidad pobreza-crecimiento, con una variación porcentual del PBI del 2,0%, nos tomaría 30 años alcanzar la tasa de pobreza que el Perú tenía previo a la pandemia (20%). Ya si nos planteamos alcanzar la tasa de pobreza de 10% que tiene hoy Chile, nos podría tomar hasta 80 años. Claro, esto sólo son ejercicios teóricos para dimensionar el problema, pues en el caso de un país Emergente como el Perú, sometido a serios riesgos políticos-sociales, muy probablemente la volatilidad haría que el camino fuese más largo aún.

Es por ello importante que veamos con seriedad la importancia de avanzar hacia una senda de crecimiento económico fortalecido que permita retomar rápidamente la senda de disminución de la pobreza. Eso implica poner en práctica reformas serias de amplio espectro en diferentes ámbitos: mercado laboral, educación, protección social, infraestructuras, logística, ambiente de negocios, entre otros; manteniendo, por supuesto, el fuerte soporte macroeconómico. Y retornar a los niveles de tasa de pobreza pre-pandemia, incluso con reformas ambiciosas, no será fácil. Por ejemplo, si de pronto la economía peruana comenzara a crecer al ritmo de 4,0% anual -lo cual hoy sería un milagro- recién alcanzaríamos la tasa de pobreza de 20% en 16 años. Sólo creciendo al 6% anual podríamos acortar este camino a 10 años. ¿Podremos hacerlo?

Hoy vemos con simpatía que en el Ejecutivo hay una consciencia mayor de la importancia de tomar esta agenda, contrastando positivamente respecto a lo que fue el oscuro gobierno de Pedro Castillo. Sin embargo, la magnitud de las cifras mostradas en los ejercicios previos nos debe hacer entrar en razón que ello no será suficiente. Se requiere amplios consensos en nuestra clase política que hoy lamentablemente no vemos ni por asomo. ¿Tendremos mejores vientos este año con Fenómeno del Niño en marcha? ¿El 2025 o el 2026? El reloj sigue su paso imparable.