(Foto: AFP)
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Inés Temple

Generalmente, asociamos la con los políticos, grandes empresarios o gerentes de alto nivel, pero todos los que tenemos responsabilidad de liderar y de tomar decisiones que impactan a otros ostentamos posiciones de poder de una u otra forma. Y el poder tiene sus retos. Aquí algunos de los que he visto con más frecuencia en el mundo del trabajo.

1. Perder la perspectiva. Muchos tienden a olvidar que el poder no es inherente a uno mismo, sino al cargo, al rol o a la función que se cumple. Las manifestaciones externas del poder tienden a confundir y seducir. Muchos olvidan que el poder es pasajero, limitado y ajeno. Y siempre tiene un comienzo y un fin.

2. Olvidar la misión. El poder es un medio para cumplir una misión que, idealmente, aspira a un fin mayor en beneficio de muchos. No es para usarlo en beneficio propio –sin ética ni corrección–, ni menos para abusar de él, ignorando a quienes nos lo otorgaron con un propósito específico.

3. Sentirse infalibles. Quienes detentan el poder muchas veces sienten que son invulnerables al error o al fracaso, y terminan víctimas de su propio ego. Olvidan que alcanzaron el poder quizá gracias a sus habilidades, talentos o resultados, pero que también llegaron con defectos y debilidades, que el poder además tiende a evidenciar y potencializar.

4. Descuidar el desarrollo. El poder hace creer a muchos que su éxito de hoy garantiza el de mañana, y olvidan que el momento ideal para crecer es cuando a uno le va bien. El reto es mantener nuestro perfil profesional vigente, desarrollando nuevas competencias y habilidades –y ojalá, equilibrio interior– en preparación para cuando el poder se acabe.

5. Olvidar a los amigos. Muchos se dedican solo a cultivar nuevas relaciones “más importantes” y descuidan a sus amigos o relaciones de antes en la fantasía de que el poder les durará para siempre. Dejan de devolver llamadas, contestar correos, asistir a eventos o ayudar a quien pueden, olvidando que la vida da muchas vueltas.

6. Arrogancia. El poder hace que algunos se sientan por encima de los demás. La arrogancia no es solo una inmensa falta de respeto que daña irremediablemente las relaciones, sino que es quizá el peor error que podamos cometer para nuestra carrera y marca personal. Nadie tolera el desprecio ni perdona al arrogante por las ofensas recibidas.

7. Aislamiento. El poder aísla y muchas veces incomunica. Querer escuchar solo a unos pocos o a quienes nos dan siempre la razón impacta negativamente en nuestra capacidad de entender la realidad y sus distintas perspectivas y posibilidades. Y peor aún, nos convierte en inflexibles víctimas de nuestro propio éxito.

Vale la pena estar atentos y auditar nuestra conducta con frecuencia, para que el poder no se convierta en nuestro peor enemigo, sino en todo lo contrario, en beneficio de quienes nos toca atender y servir.

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