Un artículo publicado en la revista Nature en junio de 2019, meses antes del inicio de la pandemia, alertaba sobre la necesidad de modificar radicalmente las actuales relaciones entre los sistemas agroalimentarios y las enfermedades infecciosas humanas. Los autores de ese artículo plantearon que si no cambiamos radicalmente el sistema agroalimentario actual “alimentar a 11 mil millones de personas (al año 2100) requerirá aumentos sustanciales en la producción de cultivos y animales, lo que ampliará el uso agrícola de antibióticos, agua, pesticidas y fertilizantes, y las tasas de contacto entre humanos y animales salvajes y domésticos, con consecuencias para la aparición y propagación de agentes infecciosos”. Ya otros científicos nos habían advertido de los problemas que surgen al superar los límites de nuestro planeta para suplir demandas de consumo y alimentación desmedidas. El mensaje es claro: cambiamos o perecemos.
Lamentablemente, estas advertencias no han sido parte del debate público y buena parte de la ciudadanía no es consciente de la importancia de garantizar el acceso a alimentos y entornos alimentarios saludables. Por esto, en la postpandemia debemos evitar que se profundicen los problemas de salud vinculados a la alimentación. No olvidemos que, según reportes hospitalarios, el 75 % de pacientes con COVID-19 que son trasladados a las UCI tienen obesidad o enfermedades preexistentes como diabetes, hipertensión y cardiopatías.
El COVID-19 ha ocasionado que los niveles de inseguridad alimentaria se incrementen. Una reciente encuesta del Instituto de Estudios Peruanos (IEP) mostró que más personas temen morir de hambre que de coronavirus. Hoy, muchos más peruanos no logran cubrir sus requerimientos alimentarios y es probable que aumente la desnutrición y la anemia infantil, profundizando las inequidades y brechas. A la pandemia de enfermedades alimentarias se suma, como sabemos, la del COVID-19. Todo indica que la normalidad era el problema.
El papel de la sociedad civil
Pensar la ciudad desde la alimentación supone ir más allá de implementar acciones para la emergencia. Hemos innovado con mercados mayoristas itinerantes, ferias y mercados zonales implementados por la Municipalidad Metropolitana de Lima y el MINAGRI que mejoran el acceso y disponibilidad de alimentos. Las acciones del MINSA, PRODUCE y MINAGRI contribuirán a mejorar la gestión actual de los mercados y el programa de incentivos del MEF esperemos que permita reorganizarlos en el largo plazo. Las acciones que desarrollan desde hace décadas las organizaciones de consumidores y productores agroecológicos, con canastas y ferias orgánicas ––incomprensiblemente cerradas en la pandemia–– nos muestran la necesidad de incorporar prácticas generadas desde la sociedad civil. También necesitamos incorporar al sector privado que comparte el problema y tiene mucho que decir en la búsqueda de soluciones sostenibles y saludables. Todos estos ‘ingredientes’ deberían ser evaluados como parte de los nuevos sistemas agroalimentarios postpandemia.
Necesidad de visiones renovadas
A escala nacional, el nuevo sistema agroalimentario deberá partir de una escala de vecindario alimentario evitando el traslado de personas y productos de una punta a otra de las ciudades; y de cercanía, generando un nuevo diálogo urbano-rural que garantice la seguridad alimentaria con soberanía; con entornos alimentarios saludables en sintonía con una gobernanza público-privada que hoy no tenemos.
La criminalización de los compradores diarios de alimentos por no tener refrigeradora y la ausencia de asociaciones y federaciones de trabajadores de mercados y ambulantes en los esfuerzos por encontrar soluciones de escala distrital muestran riesgos de mantener la normalidad. Necesitamos narrativas y visiones renovadas que incorporen a todos los que tienen en sus manos la responsabilidad de asegurar el futuro de la alimentación.
La pandemia ha mostrado que es imprescindible cambiar la lógica que sustenta los actuales sistemas agroalimentarios, desvinculados de la tierra y la cultura local. Necesitamos nuevos sistemas soportados en plataformas multiactorales, que integren la complejidad de los problemas y las soluciones, impactando positivamente en el acceso (incluyendo el precio), disponibilidad y calidad nutricional de los alimentos que consumimos. Veamos las pandemias como una oportunidad para aprender a comer mejor, siendo mejores ciudadanos.
* Alain Santandreu, sociólogo / Jessica Huamán, nutricionista