“¿Cuántos retratos has pintado en tu vida?”, le preguntamos a Bruno Portuguez, pintor chorrillano con una inmensa obra pictórica que se caracteriza por retratar a destacados personajes de nuestro país y universales, del presente y del pasado. “Deben ser más de mil”, contesta, diciendo en realidad que ha perdido la cuenta.
Comenta también que sus maestros fueron los más grandes exponentes del arte universal: el Greco, Velázquez, Leonardo, Rafael, Miguel Ángel. ¿Cómo así? Su madre, sin querer, le llevó a estos maestros a su casa de quincha, debajo de La cancha de los muertos, como se conocía antes al actual Estadio Municipal de Chorrillos. Él tenía por lo menos ocho años cuando comenzó a copiar las pinturas de las estampitas que su madre le llevaba después de misa: “Negro, para que pintes”, le decía con estampa en mano y se la entregaba. “Ella sabía de mi pasión por la pintura. Yo pasaba horas de horas tratando de copiar esas pinturas. Cristos, vírgenes, pastores, temas muy religiosos”, recuerda. Su hermana le llevaba las témperas que sobraban en la casa donde ella trabajaba. Algunas estaban secas, pero todavía servían. “A veces me traía pinceles que eran un tesoro para mí”, nos dice el pintor.
Pero para Portuguez -y para nuestro asombro- las manos no son indispensables para pintar. Nos dice que al momento de estar frente al lienzo, los dedos y las manos son personajes secundarios: “Con las manos no se pinta, se pinta con el cerebro y el corazón, las manos solo ejecutan. El hombre que no tiene cerebro ni corazón, no puede hacer nada con las manos, y hay gente que no ha tenido manos y ha pintado muy bien”.
¿Cómo llegas al retrato? ¿Qué encuentras en el rostro de la gente?
Siempre me lo he preguntado. Empezó como algo anecdótico. Mi colegio se llamaba San Pedro de Chorrillos y en esa época era solo de varones. Hubo un campeonato de fútbol y nosotros quedamos en las semifinales. Entonces se hizo un periódico mural y me encargaron dibujar al goleador para colgar su retrato. Pero una cosa es dibujar una persona en vivo y en directo, que respira y se mueve, y eso nunca lo había hecho. Entonces, no sé cómo se me ocurrió ponerlo de perfil, lo cual es más fácil porque la persona está más quieta. Hice el retrato -creo que con lapicero- y les gustó. Desde ahí empecé a dibujar retratos.
Comentaste que cuando estudiabas en Bellas Artes tus compañeros de clase no querían hacer retratos. ¿A qué crees que se debió esta negación?
No solamente alumnos, pintores profesionales tampoco quieren hacer retratos. No quiero negativizar las actividades de mis colegas, pero un retrato es lo más difícil de realizar como tema. Un zapato se parece a otro, un pincel a otro pincel, una nube a otra nube, nadie lo va a cuestionar. En cambio un retrato lo cuestiona hasta el vecino. Entonces los pintores han dejado de creer en esta temática. Una anécdota cuenta que Winston Churchill --quien fuera primer ministro del Reino Unido-- era aficionado a pintar paisajes y un día un amigo le pregunta: “¿Por qué no pinta retratos’”; y él respondió: “Porque hasta ahora ningún árbol se ha quejado”. Hacer retratos es algo muy íntimo. Hay quienes pueden pintarlos con unos cinco o diez años de experiencia y buena técnica. Pero ese no es el problema, vemos retratos por todo el mundo, pero no basta el parecido. Uno tiene que profundizar en el personaje y sentir que está vivo. Eso es lo más difícil, sacar el alma y la personalidad, y que con simples colores, un pincel y una tela, hacer que la persona esté presente.
MÁS DATOS
La exposición “Perú al pie del orbe II” estará en la Galería de Artes Visuales del Centro Cultural Ccori Wasi ( Av. Arequipa 5198, Miraflores) hasta el 5 de enero de 2020. Ingreso libre.