Decapitadas, destruidas, quemadas o pintadas. Hemos visto en las recientes coberturas de las protestas en Estados Unidos ––y otros países–– tras el asesinato de George Floyd (afroamericano que murió asfixiado por un policía estadounidense), estatuas de diversos personajes de la historia de América ser vandalizadas o destruidas. Y, entre esos personajes ahora siniestros, la figura de Cristóbal Colón cobró un papel protagónico.
No es la primera vez que las estatuas que lo conmemoraron inicialmente en países como Chile, Argentina, Bolivia o Perú y centroamérica, fueran atacadas con violencia por las ciudadanía en protesta a su representación simbólica e histórica. Ahora, nuevamente, el calor se enciende sobre la figura del navegante genovés en Estados Unidos y el Reino Unido. Y la polémica regresó también al Perú, en las redes historiadores y científicos sociales debatían sobre la pertinencia de la hermosa pieza que se mantiene en el Paseo Colón desde el siglo XIX. ¿Es Colón el mismo que se celebraba en el Día de la Raza cada 12 de octubre? El enfoque con el que vivimos la historia hoy es, definitivamente, distinto.
¿Cuál es la historia de esta estatua de Colón en Lima?
Conversamos con el especialista en monumentos de Lima y estudiante del doctorado en Historia, Rodolfo Monteverde, quien contó que el Cristóbal Colón que vemos en el paseo que lleva su nombre en el Centro de Lima se levantó en 1860. “Fue durante el gobierno de Ramón Castilla. En ese momento a Colón se lo consideraba un héroe y se lo trató de insertar como un héroe de la patria que se había sacrificado por llegar desde Europa en una carabela deficiente, navegado un océano lleno de monstruos marinos mitológicos”, comenta Monteverde. Pero también, comenta, que la sociedad de la época veía en la imagen de Cristóbal Colón al hombre que trajo a América la civilización, la cultura, el progreso y la religión cristiana. En tanto, se estaban viviendo los beneficios del boom del guano.
Según Monteverde, “las clases sociales elitistas de Lima, que habían adquirido mucho dinero, buscaron que ciertos personajes encarnen lo que la Patria debía seguir a partir de estos modelos”. Fue así que en este paseo que lleva su nombre hasta hoy, rodeado por las viviendas elegantes de las clases altas del centro de Lima y en la zona más exclusiva, se colocó la deslumbrante estatua. Sin embargo, este paseo, antes de Colón, llevaba otro nombre relacionado con un acontecimiento histórico nacional. Se llamaba Paseo 9 de diciembre que, como dice el historiador Monteverde, conmemoraba la Batalla de Ayacucho en 1824, fecha clave para la independencia peruana de la administración española. Paradójicamente, este nombre fue olvidado y reemplazado por el del líder de la empresa que invadió un continente sin siquiera saber que había revolucionado el viejo mundo y el nuestro. Esta es una de las estatuas peruanas, como varias otras, que han sido trasladas a varios espacios. Antes del Paseo Colón estuvo en la Alameda de Acho.
La caída (o traslado) de los monumentos
Según Monteverde, lo que representó la estatua de Colón en el siglo XIX es totalmente distinto, incluso se podría decir que es lo opuesto a lo que significa hoy. “En mi opinión ––nos dice–– estoy en contra de que los monumentos sean destruidos. Los estados y autoridades respectivas deben ponerlos a salvo y también darse cuenta de que ya la gente no los quiere. Pero sí estoy de acuerdo en que si un monumento ofende y recuerda que mis antepasados sufrieron esclavitud, abusos sexuales, menosprecio de género, etc. y no quiero que mis hijos y nietos lo vean por todo lo que representa, se debe tomar consenso como se hizo en Nueva Orleans, donde el alcalde, consultando a la población, decidió retirar una estatua”. Monteverde hace referencia a la estatua del general Robert E. Lee que en 2017 fue retirada del espacio público por el alcalde Mitch Landrieu, pues era considerada símbolo del racismo y esclavitud. Las protestas contra este monumento comenzaron tras un tiroteo de un supremacista blanco hacia una iglesia afroamericana en Charleston.
Por otro lado, para el investigador inglés Edward Wilson-Lee, experto en la biografía de Cristóbal Colón y autor de Memorial de los libros naufragados, los recientes atentados hacia las estatuas del genovés “pueden recordarnos que la historia no está estática, pero que estamos siempre cambiando nuestro foco histórico para pensar en qué queremos para el futuro. Si por un lado necesitamos recordar que el culto a Colón admiraba un idea del individualismo y visión del explorador ––y no fue un celebración de conquista––; por otro lado, debemos pensar en si estamos en un sociedad centrada todavía en individuos heroicos, o si luchamos para los más vulnerables entre nosotros, esa es una lucha que necesita otros símbolos”.
Sea por protestas o por el olvido de las autoridades, los monumentos, plazas, estatuas y referentes de la ciudad que nos acercan a la historia serán vulnerados y por ello deben repensarse en la actualidad también como elementos insertos en el presente. Hay quienes opinan que estatuas como las de Cristóbal Colón pertenecen a su tiempo y deben ser respetadas de esa manera, mientras que otros prefieren que sean retiradas por ser ofensivas. Sería importante conocer la voz de la población y llegar a un acuerdo.