Así como la muerte, el nacimiento ha tenido un preciado valor en las culturas más antiguas de la humanidad. Sea dentro de las aguas de un río, en un ritual, en comunidad o en soledad, los partos guardan una tradición, como se nota en los grabados de la antigua Roma o la simbología de las diosas egipcias. El parto no solo es un acto biológico, también encierra sentidos religiosos e históricos.
En la actualidad, es posible encontrar increíbles representaciones de partos del antiguo Perú, como la cerámica que exhibe el Museo Larco. Se trata de una pieza de la cultura mochica en la que se ve tres personajes: una mujer que alumbra, otra que recibe al que está naciendo y una tercera que da soporte a la madre por la espalda. Es un parto vertical que involucra a parteras encapuchadas, cuya sabiduría sería considerada posteriormente como hechicería o brujería. Algunos cronistas como Garcilaso, Martín de Murúa o Bernabé Cobo también registraron en su literatura episodios de partos.
Si bien algunas culturas mantienen sus tradiciones en el siglo XXI, han añadido elementos de salubridad occidental, cambiando el uso de las plantas tradicionales por medicamentos, las parteras por obstetras y el cuidado comunitario por el de los centros de salud.
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Pero la cultura no deja de influir, incluso en las formas, posiciones y modalidades del parto. El vertical es considerado el más ancestral o natural, como se visualiza en la cerámica mochica. Las mujeres pueden estar paradas, arrodilladas, de cuclillas, con una silla, sostenidas por otra persona, ayudadas por una cuerda o tela suspendidas del techo, o como el cuerpo lo exija y se sienta más cómodo. Este tipo de parto ahora también es utilizado en los institutos médicos: “Tiene sus ventajas en relación al horizontal porque es más anatómico”, refiere la Dra. Irma Callahui, gineco obstetra del Instituto Nacional Materno Perinatal. “Se amplían los diámetros de la pelvis, se gana dos centímetros, favorece la expulsión del bebé y se acorta el tiempo del parto. Es más anatómica y es la conducta actual. A ello se le agrega el acompañamiento del esposo o de un familiar que determina la paciente. Esto lo calificamos como parto humanizado”.
El parto en posición supina o en semidecúbito (mujeres echadas o semisentadas) se comenzó a utilizar porque es más cómodo para el personal médico, pero le quita movilidad y comodidad a la paciente. Sin embargo, la posición también va a depender de las condiciones y tecnología que tenga la institución de salud. Según el Dr. Fabrizio Vizcarra, del consejo consultivo de la Fundación Instituto Hipólito Unanue, las camas o camillas ahora están mejor equipadas que antes: “Algunas tienen la capacidad tecnológica para realizar los cambios necesarios en las diferentes posiciones para que el obstetra reciba al bebé”. Para Vizcarra, “el parto no es un servicio unidireccional donde el obstetra tiene la actividad completa. El mejor parto es aquel en el que la futura mamá está lo mejor preparada posible, no solamente con el conocimiento alrededor del parto sino de las condiciones globales que ella debe tener para ese momento”. Además de una buena preparación mental y física.
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Desde el lado emocional, el acompañamiento durante el parto es también sumamente importante. Este trabajo lo realizan las doulas. Son mujeres que guían a las mujeres embarazadas durante este proceso, en el parto y después. Esta es la labor de Ana Moles: “Mi trabajo es estar con la mamá, respirar con ella porque muchas veces se les olvida respirar. Busco la manera de relajar su cuerpo, con palabras, con música o masajes. Creo la atmósfera que ayuda a que el parto avance y siga su proceso natural, pero no soy personal sanitario”, enfatiza Moles. “Las doulas acompañamos, pero la atención siempre la lleva el personal médico. Si hay alguna complicación, se deriva a la mujer a una clínica u hospital”. Ella se graduó como doula en 2019, y su experiencia se ha desarrollado en partos a domicilio o en casas de nacimiento, como Casa Pakarii.
Aunque poco extendido en zonas urbanas, la modalidad de parto en casa se practica en esta institución hace 25 años y puede presentarse hasta en 9 alumbramientos al mes. La Dra. Angela Brocker es su directora y nos cuenta que las casas de nacimiento son populares especialmente en Europa, pero que en el Perú se cree que son lugares peligrosos al margen del sistema de salud. Sin embargo, nos cuenta que no es así. “Nuestros partos son totalmente naturales. La mujer puede tomar la posición que quiera, deambular, sentarse, colgarse de una soga o una manta, apoyarse sobre la mesa, etc. Los que atendemos o acompañamos los partos somos médicos, obstetras y doulas”, refiere Brocker. Para ella, el embarazo no es un enfermedad; por lo tanto, no hay necesidad de que las mujeres vayan a un hospital a dar a luz en un ambiente poco cálido y estresante.
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Esta tradición de los partos en casa se mantiene en algunas regiones de nuestro país, pero en las peores condiciones de salubridad porque los puestos de salud y los profesionales se encuentran alejados y los alumbramientos son atendidos solo por parteras. Magaly Blas, directora del programa Mamás del Río, nos comenta que detectaron esta situación en las 84 comunidades de los ríos Marañón, Ucayali y Amazonas, donde trabajan capacitando a mujeres y hombres a los que llaman agentes comunitarios. Ellos son parte del programa y se encargan de dar seguimiento a las mujeres gestantes y a los recién nacidos de sus comunidades.
Con una investigación previa, notaron que más del 60 % de mujeres da a luz en su casa sin personal de salud entrenado. “En ese caso —comenta Blas— le damos la información a la Dirección Regional de Salud de Loreto de todas las mamás de 15 años o menos que están planeando dar a luz en su casa. Para ellos es una señal de peligro porque puede haber muchos problemas en el parto”. Los agentes comunitarios son los primeros en enterarse si una mujer está embarazada. Para ello tienen tablets en las que ingresan la data y así implementan el monitoreo de la gestante. También cuentan con videos e información que los capacitan permanentemente, así como un kit de parto limpio para que los nacimientos se lleven a cabo en las condiciones más higiénicas.
En estas zonas se mantiene la costumbre de los partos verticales. La mujer puede ser sostenida con una soga o sujetada por detrás por su pareja o mamá, siempre acompañada por toda la familia, pues se trata de un acontecimiento importante para la comunidad. “Es por esta razón que muchas veces no quieren ir al centro de salud”, sostiene Blas. El rol de las madrinas o padrinos es priorizado, y es costumbre esperar a que lleguen para que corten el cordón umbilical, una espera que puede afectar al recién nacido. El programa Mamás del Río, consciente de estas tradiciones, trabaja de la mano de las parteras y las capacita para que lleven a las madres a los puestos de salud y garanticen un mejor parto, que incluye cortar el cordón umbilical rápidamente y colocar piel con piel al bebé con su madre, al menos durante una hora inmediatamente después de haber nacido.
Como vemos, la naturaleza de los partos ha variado y se ha adaptado, mejorando las condiciones sanitarias para no poner en peligro a las gestantes o a los bebés. Ese lado ancestral y natural se niega a desaparecer, pero se adapta felizmente a las exigencias contemporáneas.
Testimonio de una partera
Ema Tapullima tiene 59 años y a lo 30 empezó a laborar como partera. Aprendió de su madre, mirándola y acompañándola, y ahora puede ayudar a las madres que viven en su comunidad. Son 18 familias. “Antes, el marido de la gestante iba a buscar a la partera. Cuando la solicitaban, mi madre me llevaba para que la ayude. Teníamos que arreglar la cama y poner agua caliente, mientras la embarazada alistaba sus pañales. Después del parto se la asea y se llama al compadre (o comadre) quien le corta el cordón umbilical. En mi comunidad he atendido cinco partos”, nos dice Tapullima por teléfono desde Loreto.
Nos cuenta que actualmente el agente comunitario de Mamás del Río va a visitar a las gestantes y cuando están con dolor las lleva al hospital. “En la segunda visita que hace el agente comunitario nos invita para estar con la embarazada. Hay momentos en que hablamos con ellas y las orientamos para evitar la cesárea y sobre cómo es cuando la criatura viene”, comenta la partera. Para ella compartir su experiencia como madre y partera es fundamental, se siente segura porque tienen más conocimiento sobre la atención y cuidado de las mujeres embarazadas y sus partos, y les enseña a reclamar y exigir una mejor atención en los centros de salud.