¿Por qué las más antiguas sociedades buscaron manifestar siempre su relación con el sol? En sus arquitecturas, murales, cerámicas y otras expresiones del arte antiguo o medieval, se comprueba que las civilizaciones de todo el mundo entendieron tempranamente que los designios de aquella bola de fuego que se encuentra en el cielo rigen el año agrícola, controlan las siembras y los alimentos que cosecharán en determinada época del año. Por eso le rindieron culto a ese sol todopoderoso, le temieron y le adoraron.
Por estas tierras, fue tan importante la presencia solar que explica el origen de la civilización como en la popular leyenda de Manco Cápac y Mama Ocllo, recogida por el Inca Garcilaso de la Vega, en la que los hijos del Inti (el sol) fueron enviados de las aguas espumosas del lago Titicaca al mundo cotidiano para sembrar, cosechar, enseñar y civilizar a los hombres. El astro tiene su propio templo —el Coricancha (‘casa del sol’)— y sus fiestas especiales como el Inti Raymi, que se celebra hasta la actualidad todos los 24 de junio con la llegada del solsticio de invierno en el hemisferio sur.
Hoy conocemos, con cada vez más certeza, que los incas y las culturas prehispánicas dominaron la astronomía y llegaron a leer en el cielo el movimiento de los astros y determinaron fenómenos como los solsticios y equinoccios que regían el calendario agrícola.
—Observatorios solares—
Si bien hoy sabemos que los solsticios marcan el inicio del verano y del invierno, y que este 21 de diciembre, por ejemplo, en nuestro hemisferio, será el día más largo del año, ¿cómo en la antigüedad se logró medir con tanta precisión la posición del sol sin la tecnología de satélites o telescopios?
Los especialistas afirman que esta función la cumplieron los observatorios. Monumentos de todo tipo —algunos complejos y otros más sencillos— que los ayudaron a identificar con exactitud la posición del sol durante el año. Uno de los más complejos e impresionantes lugares construidos para este fin es Chankillo, en Casma.
Chankillo es, probablemente, el más completo y antiguo observatorio solar existente. Tiene 2.300 años aproximadamente y el director del proyecto que investiga este observatorio, Ivan Ghezzi, dice que solo en este lugar, ubicado a hora y media de Caral, se pueden ver los distintos lineamientos del sol durante todo el año, con sus solsticios y equinoccios (ver entrevista).
Al parecer este conocimiento les permitió a los antiguos habitantes celebrar con exactitud la llegada del solsticio, una de las festividades más importantes del mundo antiguo.
—El solsticio en otras latitudes—
En junio, el sol vuelve a nacer y marca el inicio de una nueva estación. Es el solsticio de invierno en nuestro hemisferio y lo reconocemos por la celebración del Inti Raymi en el Cusco cada 24 de este mes. Este es uno de los días del año con mayor cantidad de turistas en la ciudad imperial.
La celebración del Inti Raymi o la fiesta del sol se replica en otros países andinos, como Ecuador y Bolivia, y, aunque en la actualidad pueda percibirse como una actividad banal y mercantil, para los incas fue la principal celebración en honor al dios sol, como un agradecimiento de sus descendientes.
También en junio, el calendario nos recuerda la fiesta de San Juan. ¿Cómo se originó? Esta fiesta también es conocida como la noche de las hogueras, una fiesta pagana por la llegada del solsticio en Europa que se celebraba a la medianoche. Al parecer los cristianos vincularon el nacimiento de San Juan Bautista, el 24 de junio, con la tradición pagana. De aquí que lleve dicho nombre.
En la selva peruana, la población acude a ríos y lagunas para unirse a los festejos.
En diciembre en el hemisferio norte la llegada del invierno se celebra con los más extraños rituales. Por ejemplo, en las tierras de los bárbaros, durante la Edad de Hierro, se celebraba Yule, una fiesta pagana que consistía en sacrificar una cabra y quemar un tronco. La gente se reunía alrededor del fuego para celebrar que estaban vivos porque ese era el significado del solsticio de invierno para ellos: el triunfo de la vida sobre la muerte.
En otra región, al norte de Finlandia, en Laponia, los indígenas samis le rendían culto a la diosa Beiwe. Se creía que esta diosa caminaba por el cielo junto a su hija sobre un sendero hecho de huesos de reno y a su paso hacían crecer la vegetación con dirección a la primavera.
Actualmente, los lapones siguen celebrando esta festividad, dejando ofrendas de mantequilla en la puerta de sus casas para que la diosa y su hija se alimenten durante el viaje.
En el oriente, en Japón, también existe una leyenda sobre el solsticio que involucra a otra diosa. Su nombre es Amaterasu. Cuentan que la diosa estaba escondida en una cueva guardando con ella la luz del sol. Con la intención de hacerla salir, los otros dioses comenzaron a reír para llamar su atención. Por curiosidad, la diosa se asomó y estos le impidieron regresar a la cueva. De esta manera, volvieron a tener la luz solar. Por eso, en el solsticio, los japoneses esperan despiertos toda la noche hasta que el astro rey vuelva a salir.
—La Navidad pagana—
¿Hay alguna relación entre el solsticio y la Navidad? Carlos G. Wagner, profesor de historia antigua de la Universidad Complutense de Madrid, explica, en su artículo "Solsticio de invierno, Navidad y chamanismo circumpolar", los nexos entre ambas fechas.
Que la Navidad se celebre el 24 de diciembre se debe a que el papa Julio I en el año 345 designó esa fecha como el día oficial del nacimiento de Jesús, guiándose del calendario juliano (y no el gregoriano que usamos en la actualidad). Al parecer ese año, el solsticio cayó en el día 24. Fue así que las antiguas tradiciones paganas del solsticio de invierno se vincularon con la Navidad.
"Resulta muy significativo que las principales culturas urbanas de la Antigüedad situaran el nacimiento de sus jóvenes dioses de carácter solar, como Osiris, Horus, Dionisio, Apolo o Mitra, justamente en el solsticio de invierno", escribe Wagner en el artículo. Interesante referencia que demuestra la correspondencia con la fecha del nacimiento del Jesús.
En las saturnalias romanas (fiestas campesinas del solsticio en honor a Saturno, símbolo de la abundancia), el orden social se invertía: "Se hacían grandes banquetes, en los que los señores servían y festejaban a sus esclavos, se intercambiaban regalos y se bebía y se practicaban juegos de azar".
¿Algún parecido con la actualidad? Quitando esta última actividad y la presencia de señores y esclavos, los regalos, bebidas y comida son bastante similares a las costumbres contemporáneas de las celebraciones navideñas.
Otra teoría afirma que el nacimiento de Jesús se hizo coincidir con la celebración romana del Natalis Solis Invictis (el nacimiento del sol invencible), para facilitar la conversión al cristianismo de los paganos sin que estos tuvieran que abandonar sus festividades.
—El vuelo de Papá Noel—
Los rezagos de las celebraciones paganas no terminan ahí. Durante el solsticio de invierno medieval, el dios nórdico Odín volaba y dejaba regalos en los techos de las casas. ¿Sería este ser el antecesor del Papá Noel contemporáneo?
Recordemos también la celebración de la liturgia católica. La forma de la custodia —pieza de oro donde se coloca la hostia que representa, según el rito, el cuerpo de Cristo— recrea un sol radiante, similar al que adoraron nuestros antepasados. Al parecer, nuestras culturas no estaban tan distanciadas.
¿Qué es el solsticio?
El astrónomo Víctor Vera, miembro de Space y coordinador de divulgación de la Unión Astronómica Internacional, explica que este 21 de diciembre será el solsticio de verano en nuestro hemisferio. "El sábado será el momento del año en que el día es el más largo y la noche más corta", nos dice en referencia al solsticio. Así se marca el inicio del verano. En el hemisferio norte funciona a la inversa: este 21 será para ellos el solsticio de invierno.
A su vez, los equinoccios se dan cuando la duración del día y de la noche es la misma. Todos los años se repiten los 21 de marzo para el otoño y seis meses después, con la llegada de la primavera. Claro que las fechas suelen variar porque el año no tiene 365 días exactamente.
Vera hace un especial énfasis en que los "solsticios y equinoccios dependen únicamente de una característica que tiene nuestro planeta: los 23,5° de inclinación”. Agrega que “esta inclinación del eje terrestre es la única responsable. Hace que el sol, en ciertas épocas del año, alumbre más el hemisferio norte y menos el sur y viceversa”. Es decir, las estaciones no se rigen por la cercanía o lejanía de la tierra al sol. “Eso es un mito”, resalta el especialista.