Psicólogo titulado en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Psicoanalista fundador de la Escuela Freudiana de Lima y Magíster en Comunicación y Cultura por la Universidad Federal de Río de Janeiro.
Psicólogo titulado en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Psicoanalista fundador de la Escuela Freudiana de Lima y Magíster en Comunicación y Cultura por la Universidad Federal de Río de Janeiro.

Julio Hevia odiaba los días miércoles por su equidistancia a los fines de semana. Y el miércoles se murió. El destino le pegó su tiro final donde él era versado: la cabeza. En la prosa, Hevia era psicoanalista, de los lacanianos con esquina. Psicólogo de San Marcos, hizo su maestría en la Universidad Federal de Río de Janeiro. Así tuvo teoría y samba. Por eso fue uno de los pocos intelectuales peruanos en clave posmodernista del enhebrar oral con duende. Y escribía como parlaba, con gambeta y langa.

Fuimos profesores de comunicaciones y sicología en la universidad. Los alumnos creían que éramos sus patas. Pedagogo a gogó y estereotipo en estéreo, Hevia fue dueño de una prosa barroca por barrio barrosa. Sí, la del corazón del barroco limeño. En la orgía teórica entrelazada con el sarao popular, con gran sentido del humor pese a las desgracias que nos ocurren. Erudición de lo mejor (eso rizomático de Deleuze) y dicción de lo peor: hablar no era pactar, sí enamorar.

A raíz de su libro ¡Habla, jugador!, supimos por qué no nos entendemos los peruanos. Y era por no querer el lenguaje público que es “el DNI de una comunidad comunicante operando en fragor menor, en su marcha indiscreta, en la fluctuación rumorosa que rebosa”. Así entendimos que en un lenguaje en el que la cultura es menos culta, más se muestra cuando más se oculta.

Hevia sabía que gobernaba este país la costra social retrógrada más inculta de Latinoamérica. Por eso le respondí que, en el Perú, lengua no viene de lenguaje sino de lenguado, ese pez en blanco y negro coloreado por los imaginarios deslizándose en las turbias aguas de los signos académicos, los vocablos marginales y los significados nodales. El tejido hablado tensado por la erección del decir. Lástima. La inteligencia se muere en un país donde los brutos gobiernan.

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