Un jardín para Toshiro
Un jardín para Toshiro
Francisco Miyagi

Rosas, cartuchos, crisantemos —blancos en su mayoría— enmarcan toda el área del Dai Hall, el salón principal de la Asociación Peruano Japonesa. Llegan en forma de arreglos grandes y más grandes a la recepción del local institucional que la propia familia de Toshiro 
    Konishi solicitó como espacio de despedida al reconocido itamae, creador del inka 
maki; al cantante japonés que quedó tercero en el Festival de Ancón de 1978; al entrañable “Achica precio”.
    La convocatoria en los medios decía “lunes 18 a partir de las 6:00 p.m.”. A las 6:45 llegamos los miembros de la Asociación Gastronómica Nikkei a despedirnos de Toshiro sensei, y el Dai Hall es ya un jardín florido donde el personal de mantenimiento decide que ya no entran más flores y que los arreglos deberán permanecer en el corredor. Ingresamos y ya no queda ni una silla vacía, solo es posible hacer la ofrenda del incienso, dar el pésame a Michiko san y su hija, y salir al corredor, junto a las flores.
    De pronto, una agudísima campanilla se impone sobre las conversaciones llenas de recuerdos, de los sabores y las alegrías que Toshi —peruanizado por casi 40 años de vital recorrido— prodigó con generosidad. La venerable Jisen Oshiro inicia los rituales budistas, “no de despedida”, aclara, sino más bien “de bienvenida a Toshiro san a su nueva vida, a su nueva dimensión”. Explica también que parte de los mantras que recitamos gracias a los impresos distribuidos como en misa dominical “anuncian a un nuevo Toshiro los preceptos para su nuevo camino”, uno en el que seguro le va a ir tan bien como en este que dejó el sábado por la tarde. Irashaimase (‘bienvenido’), le dirá un jardín más florido aun. 
    Hasta siempre, sensei.

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