Dennis Chávez de Paz

El racismo y la discriminación étnica son fenómenos que existen en todos los países del mundo. El primero es la creencia de la superioridad de una raza frente a las demás, lo que contradice a la ciencia, que ha demostrado la inexistencia de estas.

En el Perú, no existe este tipo de discriminación. Lo que existe —muy fuerte y de manera generalizada— es la discriminación étnica, en la que más importante que los rasgos físicos son las características económicas, sociales y culturales, sobre todo, en situaciones de pobreza y bajo nivel de educación. Existen otros factores secundarios que caracterizan a la mayoría de la población discriminada, como son la procedencia andina o de comunidades originarias amazónicas, cuyos idiomas maternos son diferentes del castellano.

Una base jerarquizada

¿Cómo opera y se explica la discriminación étnica? La discriminación se produce de una manera piramidal y jerarquizada. La pirámide es en la que los diversos grupos o sectores sociales se ubican jerárquicamente, según su nivel de participación en el control del poder y, sobre todo, de recursos socioeconómicos. Los que ocupan una posición privilegiada marginan a los que tienen una posición inferior, y se da de manera escalonada, lo que genera que cada vez sea mayor el volumen de población discriminada, en la medida que se acerca a la base de la pirámide.

La discriminación viene de quienes consideran que tienen algo que perder frente a otros que, por no disponer de los mismos recursos, podrían ser un perjuicio a su estilo de vida. Es un mecanismo mediante el cual se busca poder y privilegio.

Se ejerce para legitimar una posición social y económica superior a otros grupos sociales y así lograr acercarse a quienes ocupan los estratos más altos en la pirámide de poder. Este proceso de discriminación, que viene desde la Colonia, ha generado una cultura de estereotipos que producen actitudes de discriminación. Sirve para el arribismo social, con pautas de comportamiento establecidas.

¿Y la Constitución?

La discriminación también es un mecanismo que promueve la explotación. Se discrimina para fijar los límites sociales de quienes deben seguir sirviendo a los demás. La discriminación apunta más a la condición socioeconómica. Los que siempre tuvieron privilegios —o los buscan— quieren seguir manteniendo esa posición y, para lograrlo, necesitan someter a otros, discriminándolos; de esta manera, evitan compartir algo de lo acumulado.

En el Perú, la discriminación está institucionalizada, si consideramos el inciso 2 del artículo 2 de la actual Constitución, en el cual se expresa: “Toda persona tiene derecho (...) a la igualdad ante la ley. Nadie debe ser discriminado por motivos de origen, raza, sexo, idioma, religión, opinión, condición económica o de cualquier otra índole”. Esta disposición tiene dos partes.

La primera establece que la igualdad es solo ante la ley, aunque esta pudiera ser injusta y no defienda los intereses de todos. La norma jurídica es igual para todos, pero tal como está redactada estaría defendiendo una realidad de desigualdades.

Esta observación se ve con más claridad en la segunda parte, en que se refiere que se debe respetar y aceptar la situación en que se encuentran las personas, es decir, a los que tienen mucho poder y riqueza como tales, y a los que no tienen nada de igual manera. En este sentido, la Constitución estaría mandando respetar las desigualdades; por tanto, no promovería su ruptura, base de la discriminación. La lucha contra la desigualdad ha sustituido a la lucha contra la pobreza. Las movilizaciones sociales ocurridas en los países de América Latina en 2019 tuvieron esa bandera y reclamaron una nueva Constitución. Es decir, se reclamaban nuevas reglas de juego. La discriminación va en contra de la integración de la población, y traba el desarrollo, la ampliación del mercado regional y una mayor participación en el mercado mundial.

La población participa de una cultura de discriminación, concebida como un ordenamiento natural, en un contexto de desigualdades económicas y legales. El desafío es evidenciar que la discriminación limita el ejercicio de derechos y libertades fundamentales, e instaurar una conducta ciudadana a favor de la igualdad.

*Dennis Chávez de Paz es filósofo de la UNMSM

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