Poncio Piletas, por Jaime Bedoya
Poncio Piletas, por Jaime Bedoya
Jaime Bedoya

El principal causante de trastornos estomacales no alimentarios radica en la sedentaria indignación moral de las redes sociales. La sintomatología supone cólicos y diarreas.

Estos dos malestares campean airosos en estos calurosos días de verano en que la gente se subleva por una reacción natural en mamíferos, aves y algunos insectos selectos: buscar en el agua alivio a las inclemencias del calor.

Alguien se mete al agua en una pileta pública y de alguna manera para algunas personas, presumiblemente con acceso a casa de playa y/o piscina, la moral del país está en jaque por esa trasgresión líquida. Si tal fuera el caso, el país ya no existiría en virtud de toda la orina vertida en las piscinas de Asia por gente como uno. Es decir, capaz de orinar bajo el agua sin perder la sonrisa.

Revelado un impulso racista detrás de la arbitraria selección natural sobre quién es digno del líquido elemento y quién no, queda entonces el argumento higiénico. Que siendo razonable, es irrebatible. La mugre es transversal y democrática. Indefendible siempre y cuando uno no sea mosca.

Dado esto sería oportuno recordar que la educación se inculca, en parte, en casa. El resto se ve en la televisión o se imita. Y lo que se ve como el escenario político es un delicioso chiquero —coimas, computadoras, negociazos, escoja usted—, y como en el mundo real no hay inconveniente pudiente en que un Porsche se estacione en un espacio de discapacitados. La mugre es transversal porque la falta de civismo es transversal. No se cura con dinero, sino con educación. Prohibir no es educar.

Lo más triste es que la gente busque alivio al calor en piletas que están a pocos metros de las playas. Ese refresco natural, bloqueado por restaurantes que ocupan espacios públicos o lotizados por profesionales de la arena, les resulta chancho y ajeno.

Se plantea una versión sumergible de la diferencia entre el desnudo griego y el cholo calato: el día de 1960 en que Anita Ekberg se metió a la Fontana di Trevi en una película de Fellini esa agua se hizo bendita. El día de 1996 cuando murió Marcello Mastroianni, que se metió con ella a esa misma pileta en esa misma película, el municipio de Roma cubrió esa agua de negro en señal de luto por el bello Marcello.

En contraste, la actual intervención pública de las piletas de Chorrillos ha permitido a la comunidad científica peruana aproximarse a la resolución de un dilema sobre el que la pretensión intelectual les impedía hablar en voz alta:

— ¿El hueso del pollo a la brasa flota en agua dulce?

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