Viva el diálogo, por Jaime Bedoya
Viva el diálogo, por Jaime Bedoya
Jaime Bedoya

En vista de los resultados absolutamente exitosos para todos salvo para quien triunfara en las elecciones, una multitud de personajes derrotados en algún campo de la vida están realizando reuniones para fomentar el diálogo y la conversación productiva. Todos merecen esa oportunidad.

En aras de la camaradería y el sano espíritu navideño resulta inevitable dedicarle este espacio a la exitosa sumatoria de estas otras reuniones dialogantes sucedidas bajo la inspiración de la necesaria cita KuczynskiFujimori. Cómo no tenderle una mano amiga, ajena al revanchismo y al odio, a un clamor que nace de una profunda negación de la realidad.

El Coyote y el Correcaminos: Luego de años de ver su integridad física perjudicada por confiar en los dudosos productos ACME para ejercer su cualidad de depredador, en una amena reunión el Coyote le exigió una reparación moral y material al Correcaminos. La oportuna intermediación del gato Silvestre logró que el Correcaminos se disculpara ante el Coyote por ser tan veloz, prometiendo ralentizar sus futuros desplazamientos.

Para asegurar este compromiso se estableció que en el lapso de una semana el Correcaminos se amputaría una pierna y se la entregaría horneada al Coyote, a fin de evitarle tener que perseguirlo inútilmente por la carretera. Al final de la tertulia los tres se hicieron fotografías para la prensa. En una de ellas el Coyote traviesamente hacía el ademán de mordisquear la pierna del Correcaminos, mientras que Silvestre simulaba echarle sal.

Popeye y Brutus: En una amigable pero firme reunión, Popeye el marino se comprometió a nunca más valerse de la ventaja nutricional de la espinaca al momento de enfrentar a su adversario, el tosco Brutus. En reemplazo de esta se le sugirió el consumo de albahaca.

El trato quedó sellado por certero puñetazo de Brutus en la cara de Popeye, quien no puso reparos en que el primero invitara en su presencia a su novia Olivia a una matiné. Todo sea por el bien común, dijo Popeye sonriendo mientras sangraba por la nariz.

Papá Noel y el Grinch: La muñeca Annabelle convocó a esta animada conversación en la que el Grinch argumentó su conocida animadversión hacia las fiestas y el impostado estado de ánimo estacional que caracteriza la Navidad, de la que el ventrudo adulto mayor es símbolo.

Papá Noel no arguyó mucho, más bien reconoció que el traje le daba calor en verano, ante lo que el Grinch le ofreció trabajo como su chofer, en ropa de diario nomás.

Para la foto final Annabelle convenció a Papá Noel de que posara sin la barba falsa para que a los niños no les quedase duda de que en realidad no existe. Este accedió con gusto haciendo gala de un franco espíritu conciliatorio.

El agua y el aceite: En un cordial lonche convocado por el bicarbonato de soda, el agua y el aceite se reunieron a fin de limar densidades. El componedor en cuestión le reprochó al agua su afán de protagonismo al acaparar el 71% del planeta y ¾ partes del ser humano, llamando su atención hacia la golpeada autoestima del aceite, viscoso por naturaleza.

Agregó el bicarbonato que, por añadidura, mientras el agua podía jactarse de lograr la proliferación de la vida y la replicación del ADN, el aceite con las justas servía para producir insalubres frituras. Y en el caso del aceite de avión, alimentar falsas expectativas femeninas respecto a sus nalgas.

La cita culminó en un acuerdo según el cual el agua voluntariamente renunciaba a su composición molecular para así poder mezclarse debidamente con el aceite, como si fueran lo mismo.

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