En 2004, un artículo del New York Times reveló la relación sentimental entre dos pingüinos barbijo machos en el zoológico de Central Park. Eran Silo y Roy, una pareja de pingüinos que realizaba los mismos rituales que las otras parejas enamoradas: se cantaban, entrelazan los cuellos y también empollaban. Empezaron empollando una roca al medio del nido que construyeron y, después, adoptaron un huevo. Así nació la pequeña Tango. Su historia de amor causó tal impacto que se trasladó al libro infantil ilustrado Con Tango son tres de Justin Richardson y Peter Parnell. Muchos aplaudieron su aparición al visibilizar a través de una historia de amor la diversidad familiar,, pero también los sectores más conservadores no dudaron en censurarla.
Dulcificar la infancia
Gabriela Ibáñez, directora de Polifonía Editora, editorial pionera en publicar libros álbum en Perú, tenía ejemplares a la venta de Con Tango son tres (Kalandraka) en una Feria del Libro. Recuerda que una profesora quedó encantada con el libro y compró tres. Al paso de unos días regresó indignada exigiendo la devolución de su dinero porque había descubierto que los libros trataban sobre la homosexualidad. “No es un tema al que se quieran enfrentar ni los padres ni los maestros en las escuelas. Se pierden la oportunidad porque a través de la ficción es la manera perfecta de hacerlo”, nos dice Ibáñez. Según su experiencia, existe una tendencia por “dulcificar la infancia, un afán por querer mantener un mundo de fantasía y esconder lo que puede ser doloroso. Este es un punto de vista deficiente porque los niños se enfrentan a estos temas todo el tiempo y los cuentos son una manera de verbalizar lo que están viendo”, dice la editora.
Para las editoriales independientes como Polifonía, apostar por los temas tabú como la diversidad sexual, enfermedad, pobreza, discriminación, sexo, bullying y otros, significa un riesgo comercial en nuestro país. Sin embargo, persisten.
Viajeros de la realidad
Algunos libros no tienen ni una sola palabra, pero pueden comunicar en sus ilustraciones una tragedia contemporánea. Este es el caso de Migrantes (Libros del zorro rojo) de Issa Watanabe en cuyas páginas relata el drama de los inmigrantes que necesitan cruzar las fronteras. Pero sus personajes no son humanos, sino animales. Su autora nos comenta que su intención con este libro fue hacer “que niños y adultos puedan conmoverse con los personajes, nos lleva a empatizar con los seres humanos que están atravesando una situación tan dura como esta. Los animales me permiten acercar esta historia de una manera que no me permitirían las representaciones humanas. En el fondo, es hablar de la solidaridad y la empatía como esperanza”. Para Watanabe, los niños pueden encontrar en estos libros un espacio seguro para “canalizar sus dudas, miedos y preguntas acerca de temas que nosotros consideramos complejos o delicados. Al privar a los niños de este espacio, les estamos quitando una herramienta fundamental para confrontar esos temas en la realidad. Los niños no viven aislados de nuestra sociedad, son parte de ella y como tal, tarde o temprano se van a ver expuestos a esa realidad”.
Por su lado, el director teatral Alejandro Clavier piensa que la etiqueta de lo tabú se le coloca a todo aquello a lo que se le teme. Clavier ha adaptado al teatro el cuento Simón, el topo de Carmen de Manuel (un historia de diversidad sexual) que se ha representado en diversos teatros peruanos para el público infantil. Cuando le preguntamos cómo fue la recepción nos contesta con una anécdota: “Una vez, una niña nos preguntó ¿por qué Simón y Raúl son novios? Entonces pedí que otra niña o niño responda. Uno de ellos levantó la mano y dijo: ‘Porque están enamorados y se quieren’. Así de simple, así de relajado”, comenta Clavier con la satisfacción de confirmar que los niños no tienen prejuicios.
Sin moraleja
Libros como Unos días con Bobby (Polifonía editora) de Silvia Miró Quesada o Mi abuela no es la de antes (Amanuta) de María José Orobitg que abordan la enfermedad; El pato y la muerte (Barbara Fiore Editora) de Wolf Erlbruch, Ella es la muerte (Editorial Panamericana) de Luisa Noguera o Cuando los peces se fueron volando (Tragaluz Editores) de Sara Bertrand sobre el dolor de la pérdida; se convierten en las herramientas ideales para empezar una conversación entre adultos y niños a través de las imágenes y las letras, y una manera de explicar aquellos temas que se pueden hacer difíciles de comentar para padres, maestros o mediadores de lectura. Pero ¿existe algún tema que debamos evitar?
Elena Rodríguez, exdirectora de Cedili-Ibby Perú, institución que se encarga de acercar los libros a los niños de bajos recursos, nos dice que hay que hablarles de todo: “No tiene por qué haber temas específicos para los niños. Además, por ser literatura no tiene que llevar implícita ninguna enseñanza ni moraleja. Es como la literatura para adultos, los niños son seres con todas las capacidades para tratar cualquier tema”, señala.
Quizá privarlos de algún libro es también quitarles la oportunidad generar empatía con otras realidades. Quizá quienes no están preparados para tocar los temas difíciles sin prejuicios, estigmas o miedos, realmente, no sean los niños.
Más libros...
- Mexique, el nombre del barco (Libros del Zorro Rojo) de María José Ferrada y Ana Penya
- Simón, el topo (Ediciones Bellaterra) de Carmen de Manuel
- Camino a casa (Fondo de Cultura Económica) de Jairo Buitrago e ilustrado por Rafael Yockteng
- Antonia va al río (Cataplum libros) de Dipacho
- La casa oscura (Ludo ediciones) de Jorge Eslava e ilustrado por Carmen García
- Claudio el tritón (Diversa cartonera) de Lakita Canessa
- ¿Camila tiene dos mamás? (El armario de Zoe) de Verónica Ferrari e ilustrado Mayra Ávila