El tema del verano no es, precisamente, una canción. Haciendo un ejercicio de sinceridad, el verdadero tema del verano para una buena parte de la población —sobre todo para las mujeres— es cómo lucir “mejor”, con menos arrugas, menos canas, más joven o más delgada.
“Las exigencias sociales promueven la discriminación encubierta bajo el rótulo de belleza y, a veces, salud. Esto violenta la construcción de la subjetividad y afectividad femenina, genera sentimientos de inferioridad, culpa y fracaso por no poder lograr la meta del cuerpo esperado”, explica la psicóloga y especialista en género y corporalidad, Sara Llanos.
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Nuestra psicóloga no exagera. Estamos en 2022 y la gordofobia puebla aún muchos medios de comunicación. Hace poco el programa matutino de un canal de televisión abierta presentó un reportaje gordofóbico a través de algo que denominaron “el reto de la balanza”. ¿En qué consistía? En retar a las mujeres que paseaban por un balneario a pesarse, para ver cuántos kilos habían subido después de las fiestas de fin de año. “Esto genera culpa, autorechazo y refuerza los estereotipos y mandatos de belleza que las mujeres, se supone, debemos cumplir”, dice Sara Llanos.
Nuevas (contra)corrientes
La investigadora de la Universidad Javeriana de Colombia, Laura Gómez Zambrano, explica en su trabajo Estereotipos de belleza: formas de control hacia los cuerpos femeninos, que antes del siglo XIX los estudios sobre el cuerpo le correspondían a la medicina y la biología, que estudiaban su evolución y su funcionamiento interno; la religión y la filosofía veían al cuerpo como el recipiente del alma, donde el alma era lo trascendental para la vida; mientras el arte estudiaba las proporciones.
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“El ideal de belleza cambia con el tiempo y la cultura. El cuerpo de la mujer antes del Renacimiento no se mostraba, se escondía. Fue a partir del siglo XVII que el cuerpo de la mujer empieza a tomar otro significado: las pinturas se transforman y muestran la feminidad idealizada la cual muestra el cuerpo de la mujer al desnudo y se torna más seductor y lascivo. El cuerpo pasa de ser motivo de vergüenza a ser instrumento de placer, se empieza a convertir el cuerpo en un objeto de deseo. A la idea de servir a los hombres en tareas domésticas, se le suma el tener una buena apariencia para que el hombre pueda mostrar a su mujer, el cuerpo femenino como objeto hace parte de las adquisiciones que el hombre puede tener en su vida, a mayor belleza, mayor estatus”, escribe Gómez.
Pareciese que en la actualidad el cuerpo de la mujer ha ganado libertad y autonomía, pero, ¿es esto cierto? En el libro Tienes derecho a permanecer gorda, Virgie Tovar, escritora, investigadora, activista y especialista en cuestiones relacionadas con la imagen corporal, dedica un capítulo a hablar sobre la gordofobia como el nuevo lenguaje del clasismo y el racismo. “No faltan ejemplos de ocasiones en donde las personas gordas crean ansiedad cultural. No es un accidente que la gente gorda esté poco representada en el mundo laboral, en el académico y en los medios de comunicación. Cuando sí somos visibles, se nos define como personas poco inteligentes, que carecen de gracia y complejidad, que son graciosas en sí, abyectas; y, o bien sexualmente insaciables, o bien indeseables. Las personas gordas están en su mayor parte ausentes de las representaciones significativas de futuro, del mismo modo que las personas discapacitadas, las personas trans o las personas de color”, escribe.
En ese sentido, campañas como #HermanaSoltáLaPanza, impulsada por la cuenta de Instagram argentina Mujeres que no fueron tapa, son una oportunidad para hablar de las distintas corporalidades en las redes sociales, un espacio complejo y donde los ideales de belleza están lejos de ser combatidos.
Luchar contra la violencia estética es un proceso difícil y demanda como primer paso la aceptación y valoración propia. “La idea es trabajar en el autocuidado por respeto a nosotras mismas, a cada parte de nuestro cuerpo, no por odio”, dice Sara Llanos. No podemos estar más de acuerdo.
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