El rostro sonriente de Eva María Duarte de Perón reina en la fachada del edificio del Ministerio de Obras Públicas, ubicado en la emblemática avenida 9 de Julio, en la ciudad de Buenos Aires. Desde las alturas, Evita mira cómo cambia la ciudad que la vio morir y en torno a la cual se construyó su leyenda.
Nació en Junín el 7 de mayo de 1919 y falleció en Buenos Aires el 26 de julio de 1952. A setenta años de su muerte, se acaba de estrenar vía streaming, en Star Plus, la historia que reafirma que estamos frente a una mujer eterna. Se trata de “Santa Evita”, basada en el libro del mismo nombre, escrito por Tomás Eloy Martínez. En el papel protagónico, Natalia Oreiro se luce.
Evidentemente, este no es el primer esfuerzo por elevar la figura de Eva Perón como producto cultural. Tras la caída de la dictadura militar encabezada por Jorge Rafael Videla –durante la cual se secuestró el cuerpo embalsamado de Evita– el culto se popularizó con libertad. Desde entonces y hasta hoy es posible encontrar su sonrisa en llaveros, pines, tazas, polos y postales. Por supuesto, abundan los libros biográficos, los documentales y especiales televisivos.
Mención aparte merecen la adaptación animada de su vida “Eva del Argentina” (2011) y “Evita” (1996), la película protagonizada por Madonna inspirada en el musical de 1976 y que inmortalizó la idea de que Eva Perón lanzó alguna vez la frase “No llores por mí, Argentina” durante un discurso. Cosa que, amable lector, no sucedió.
Publicada en 1995, la novela cuenta la muerte de Eva Duarte de Perón y lo sucedido con su cadáver tras ser embalsamado.
Análisis de la imagen
Desde el comienzo de su ascenso al poder, Eva Duarte de Perón dividió a la nación Argentina. En el trabajo “Eva Perón, la trascendencia de una figura”, escrito por el politólogo David Fernando Rubio Quintero, se explica los motivos: “Sus proclamas y su postura en contra de los poderes tradicionales, le dieron la relevancia suficiente para ganarse una posición distinguida y de apoyo al lado de Juan Domingo Perón y en el centro de todo el debate público que vivió Argentina entre 1945 y 1955, conservando una figura inmaculada en la conciencia de muchos argentinos. Con el paso de los años su posición se empoderó y se volvió un pilar fundamental dentro del movimiento peronista; su figura pasó a la historia inmortalizada por sus obras, acciones y contrario a lo que le pasa a la mayoría de las personas, con su muerte superó el olvido y nació la leyenda, el mito: la heroína de los argentinos”.
Rubio Quintero señala también que, al morir Eva Perón, no solo moría la primera dama de la nación, moría un símbolo; un icono de la revolución social, moría el ideal de piedad, equidad y justicia; moría la Argentina y nacía la zozobra y el miedo por lo que podría pasar en el futuro sin la bendición y el apoyo de ella. Esta serie de acontecimientos desemboco en un fanatismo exacerbado, un simbolismo que superó todas las expectativas. Superó, incluso, los esperables límites de la cordura.
Nació como Eva Perón y se reencarnó como Santa Evita. Rubio Quintero considera que Argentina se reunió en pleno y ya no importaban las obras sociales, la lucha de derechos, el poder, los horarios de trabajo; el dolor de una pérdida hacía olvidar todo.
Eva Perón dejó de pertenecerse a sí misma desde antes de ser la primera dama. Una vez que ocupó el cargo, la leyenda se escribió sola.
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