La primera vez que se habló de un libro interactivo nadie prestó atención. Tal vez porque era 1949 y la España del dictador Francisco Franco no tenía oídos para la voz de una mujer. Fue la maestra Ángela Ruíz Robles (provincia de León 1895-1975), la primera en soñar con los antepasados de los e-books, tal como lo demuestra la patente número 190698, registrada el 7 de diciembre de 1949. Se trataba de un libro interactivo hecho de papel y cartulina que contaba con un mecanismo para resaltar determinados textos relacionándolos entre sí, —los hipertextos de hoy— y con un sistema de palancas para elevar las diferentes páginas. En la patente añadió la posible propiedad de la luz “con fósforo o similar”.
El libro Ángela Ruíz Robles y la invención del libro mecánico, editado en 2013 por el gobierno español, recoge los pormenores de la serie de inventos que la educadora desarrolló hasta llegar al 10 de abril de 1962, cuando registró en la patente 276346 la enciclopedia mecánica, el precursor definitivo del e-book. El único prototipo se construyó en bronce, pero Ángela Ruíz tenía previsto aligerarlo con plástico y nailon, calculando que no debía pesar más de 40 gramos.
La autora sustentó así su invento: “Para escribir tenemos máquina, para ver televisor, para hablar teléfonos y tantos otros ingenios que el hombre ha hecho. Los estudios reclaman esta corriente mecánica para que los lleve paralelos con el ritmo acelerado de la evolución técnica universal. No tiene páginas, tiene materias, que van en bobinas como máquinas de fotografiar o el mismo cine y esas pueden ser igual en japonés, que chino, que ruso, que francés o italiano. Puede llevar sonoridad, tiene la posibilidad del cristal aumentado y las piezas son intercambiables. Y todo del tamaño de un libro corriente y de facilísimo manejo». La prensa de la época tradujo de sus palabras así: “el invento roza el mundo de la abstracción”. Tal vez por eso nadie se interesó en financiarla. La historia del libro digital se construiría de otra manera.
Un salto cuántico
Emy Armañanzas, doctora en Periodismo por la Universidad del País Vasco, escribe en el artículo “Breve historia y largo futuro del e-book” que cuando los libros empezaron a editarse en el ordenador ya se escribían en formato digital, aunque solo solían leerlo en este formato los escritores y editores. “Esta edición digital se generaliza entre las décadas 70 y 80 aunque, entonces, leer documentos largos en la pantalla de un ordenador era muy incómodo para la vista”, detalla.
La popularización del libro digital se da en 1971 gracias al proyecto Gutenberg, impulsado por el entonces estudiante de la Universidad de Illinois, Michael Hart, quien empezó a digitalizar libros para formar una biblioteca digital de acceso gratuito, la cual aún encontramos en gutenberg.org. Pero entonces la pantalla del computador era el único medio de lectura.
Tendríamos que esperar a 1995 para que la venta de ebooks a través de Internet se popularice gracias a la idea de negocio de Amazon; y a 1996 para que los libros electrónicos sean leídos fuera de los monitores de las computadoras. Ese año aparecieron los primeros lectores electrónicos o e-readers, inalámbricos, ligeros de peso, reducidos de tamaño y fácilmente transportables. De aquel tiempo datan el lector Rocket de pantalla en blanco y negro, memoria de 16 MB y cuyo precio bordeaba los 250 dólares.
Luego apareció el Softbook, cuyos precios oscilaban entre los 300 y 500 dólares y ofrecía una suscripción de 20 dólares al mes que permitía acceder a cierto número –limitado– de libros para descargar de Internet. Llegaron después modelos más sofisticados como el Librius Millenium y el EveryBook. Este último contaba con doble pantalla a color de una resolución de 1280 x 1024, pero su precio rondaba los 2.000 dólares.
Con el siglo XXI llegó la tinta electrónica a las pantallas de los lectores electrónicos y mejoró la lectura de los ebooks, pues al ofrecer una mejor iluminación el consumo de energía era menor y la duración de la batería mayor. Esto hizo que el dispositivo sea más fino y pese menos.
Así como Amazon popularizó el e-book, hizo lo propio con el e-reader al empezar a vender en 2007 su lector Kindle. Su éxito radicó, explica Emy Armañanzas, en que el Kindle contaba con teclado, conexión wifi, memoria de 256 Mb, capacidad para 200 libros (fondo de libros electrónicos de Amazon que dos años después subió a los 400.000), audífonos para escuchar audiolibros, pantalla de papel electrónico, acceso a Internet que permite navegar, descargar y leer contenidos mientras se viaja, cuenta de correo electrónico, permite buscar y comprar libros de la tienda de Amazon, hacer marcaciones y anotaciones durante la lectura, ajustar el texto, consultar el diccionario, leer prensa.
Más e-books, más e-readers
El ecosistema alrededor del libro electrónico se ha diversificado. Los dispositivos para leerlos son diversos: está el hoy clásico Kindle que ha ido mejorando sus funcionalidades al darle mejor iluminación y hacerlo resistente al agua, por ejemplo, pero la competencia para Amazon es fuerte.
El Kindle solo lee libros cuya extensión sea .mobi, un formato que permite desplegar un índice hipertextual, texto e imágenes. Esto supone una limitación frente a los e-readers que leen archivos de extensión .epub, pues este formato se ha convertido en el estándar para la distribución de publicaciones digitales. Sus ventajas son técnicas y, aunque no significan mucho para un lector alejado de códigos y estructuras de desarrollo de software, lo cierto es que ofrece contenido web mejorado, imágenes y otros recursos. Los libros en formato .epub no se leen en Kindle, pero sí en otros e-readers como Kobo.
¿Por qué Amazon sigue usando el formato .mobi? Todo apunta a que se trata de una estrategia comercial, pues al ser también una tienda de e-books, cuentan con la funcionalidad que permite enviar directamente el libro comprado al dispositivo.
Las apps para lectura permiten convertir a los celulares y tablets en e-readers. Kindle tiene una aplicación para Iphones y Androids, por lo que el formato .mobi puede leerse en cualquier dispositivo. Mientras tanto, el .pub cuenta con un abanico más amplio de apps lectoras, como Google books, Apple books y otros creados por proveedores o tiendas virtuales de libros electrónicos.
El inicio de la pandemia hizo que una noticia importante para el mundo del e-book pasara desapercibida. Se trata de los lectores de libros electrónicos en color que habían empezado a comercializarse en China. El más popular es el iReader C6, con pantalla de 6 pulgadas capaz de mostrar 4.096 colores. ¿Quiénes serán los más entusiastas con esta noticia? Los lectores de cómics y de libros infantiles. El futuro se sigue construyendo.
También puede interesarle
De la imprenta a los e-books, ¿progreso o fatalismo para la lectura?
Los libros en cuidado intensivos, por Jéronimo Pimentel
Coronavirus: el duro golpe de la pandemia al sector editorial en el Perú