El Trapiche, cortometraje hecho en stop motion, producido por la Casa de la Literatura y basado en el primer relato del escritor peruano José Watanabe, es el recomendado de la semana. El Festival de Cine Al Este de Lima trae una serie de interesantes y poco exploradas películas. Fue difícil elegir, pero se tenía que hacer: una película representante de la retrospectiva de Milos Forman (breve pero recomendable toda) y el último trabajo de Abel Ferrara, cineasta independiente y complejo, cuyo trabajo cinematográfico siempre ha sabido despertar polémica y no dejar indiferente a nadie. Ferrara no nació para pasar desapercibido.
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El Trapiche (10′12′') de Lorena Best, 2020
El fragmento de una calle de Laredo cuyo ambiente se construye bajo el manto del ruido y el humo de la máquina procesadora de caña acoge al espectador en el cortometraje El Trapiche, la adaptación del relato del mismo nombre, escrito y publicado en 1966 por el escritor José Watanabe.
El Trapiche, el cuento, nos centra en el momento previo a la revolución de Laredo de 1932. El Trapiche, el cortometraje, no nos sitúa en ninguna época en especial, pero recoge la sensación de desazón, desesperanza, hartazgo y miedo que acecha a los trabajadores de la fábrica de caña de azúcar y que es desarrollada en el relato original.
La adaptación del cuento estuvo a cargo de Lorena Best, el diseño de personajes a cargo de Stefania Polo, el diseño sonoro quedó en manos de Johuseline Porcel y la producción la sostuvieron La Casa de la Literatura y Guarango Producciones. En el cortometraje dos niños conversan sobre la leyenda del trapiche, que se roba a los niños para aceitar la maquinaria que procesa la caña con su sangre. Al mismo tiempo, dos adultos conversan sobre cómo El Trapiche, la empresa, se come día a día la vida de los trabajadores de planta a cambio de una paga ridícula.
Lo mejor de este trabajo es la atmósfera que crea: el ruido y el humo de la planta es constante y enmarca las conversaciones, temores y reflexiones, aumentando miedos e insatisfacciones. Es doblemente meritorio lograrlo al usar la técnica stop motion y crear los espacios y a los personajes con una minuciosidad que responde directamente al relato de Watanabe. Pueden ver también este video donde las tres mujeres involucradas hablan de cómo se hizo el corto y ahondan en el trabajo de José Watanabe, más allá del relato mismo.
Los amores de una rubia (1h 22′) de Milos Forman, 1965.
El Festival Al Este trae este año una breve retrospectiva del director checo estadounidense Milos Forman —quien alcanzó la fama con la película Alguien voló sobre el nido del cuckoo (1975) —, consta de cinco películas. Una de ellas, la elegida para esta recomendación —aunque si puede ver todas, hágalo, sin cargo de conciencia— es Los amores de una rubia (1965). La estética y la realización de la película se enmarca en la propuesta de la Nueva Ola checoslovaca —la hoy República Checa entonces se llamaba Checoslovaquia— y fue nominada en su momento al Óscar y al Globo de Oro como Mejor Película de Habla no Inglesa.
¿Por qué verla? Estamos frente a la historia de Andula y Milda. Ella trabaja en una fábrica, en un distrito cuya vida gira en torno a lo industrial. Él es músico, toca el piano y vive con sus padres. Es difícil para las muchachas del pueblo conocer hombres, y en una fiesta Andula conoce a Milda, que llega al distrito con la banda en la que toca. Después de una noche apasionada, Andula decide por su cuenta viajar a Praga a buscar a Milda. Él recibe a la inesperada visita…en la casa de sus padres. Se trata del retrato algo agridulce del amor, el placer y las relaciones humanas, filmado en un exquisito blanco y negro —cuyos tonos adquieren especial intensidad porque el director de fotografía pidió que pinten las locaciones solo con esos dos colores— y trabajado con actores profesionales y no profesionales. Tal vez es eso lo que le imprime frescura y lo que nos remite irremediablemente a las narraciones de los amores agridulces del también checo Milán Kundera, el escritor de los amores difíciles. Entradas aquí.
Siberia (1h 32′') de Abel Ferrara, 2020
El cineasta neoyorquino Abel Ferrara (19 de julio de 1951) ha hecho que el adjetivo “controversial” sea el sello de sus películas, y eso lo sabemos los cinéfilos y las cinéfilas. El cine de Ferrara es violento sin rodeos, y sus historias enfrentan a los espectadores a sus emociones básicas y pone a prueba su resistencia frente a lo más desagradable del ser humano. Siberia es una película que adquiere más sentido al conocer la filmografía de Ferrara, no solo por lo duro y volátil de su discurso, sino porque las imágenes que la componen remiten a la vida y obra de este creador controversial y único.
¿Por qué verla? Siberia es un viaje extraño. Un sujeto (Willem Dafoe) huye de sí mismo y se refugia en el rincón más alejado y helado del mundo donde sobrevive como dueño de un bar en el que se comunica de modo primitivo con sus clientes. Hasta ahí todo ¿normal? El problema es que esa vida de la que huye lo persigue, porque no importa dónde te escondas, no puedes esconderte de ti mismo. Entonces somos testigos de una lucha interior que se refleja en imágenes que nos sacan de una narración lineal y que enfrentan al mismo protagonista con su incomodidad. Con todas sus incomodidades. Por ello emprende un viaje dentro del viaje, uno que se sirve de lo onírico para mostrarnos los conflictos que mueven al protagonista. Nos remite a Kurosawa, a Bergman, pero sobre todo a la vida del mismo Ferrara. El director conversó con El Comercio y contó detalles sobre la película, sobre su relación con el actor Willem Dafoe y sobre su carrera y el cine. Entradas aquí.
Bonus track
Necesario bonus track del Festival Al Este: la hermosa “Tiempo de vivir, tiempo de morir” de Hou Hsiao-Hsien (1985). Les prometo que serán los 132 minutos más productivos de su semana.
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