Los naipes tienen una relación ineludible con la fortuna. Ya sea jugando Solitario, Canasta, Póker o leyendo el Tarot, los seres humanos nos entregamos a la mística de la baraja esperando que la suerte esté de nuestro lado.
Es comprensible, entonces, que para millones de personas en el mundo sus rituales de año nuevo se vean completados con una lectura de cartas. Buscan en ellas respuestas, señales del futuro, interpretaciones del pasado, indicios de buenos augurios. Desde que la humanidad se define como tal, ha buscado la manera de conocer el futuro y de atraer la buena fortuna. Tenemos, por ejemplo, a las antiguas runas vikingas, con más de cinco mil años de antigüedad como prueba.
Las primeras cartas del tarot fueron pintadas a mano, pero la invención de la imprenta ocasionó la producción en masa de naipes. La primera evidencia histórica que encontramos sobre las cartas del tarot empleándose para la cartomancia, proviene de un manuscrito anónimo redactado alrededor de 1750, en el cual se documentan diversos significados adivinatorios para las cartas boloñesas. El tarot, sin embargo, puede ser visto como algo más que una herramienta mística de adivinación. Son numerosos los estudios alrededor de su origen y su relación con la historia, la filosofía, la psicología y el arte.
El origen de la baraja
Es compleja la tarea de encontrar el punto exacto de la historia en el que se creó la baraja del tarot. En el libro Le Monde primitif, de 1781, el escritor y esotérico francés Court de Gebelin afirma que las cartas del tarot son de origen egipcio. Sostiene que los veintidós arcanos mayores son un antiguo libro egipcio, El Libro de Thoth. Thoth es considerado el inventor de la palabra, de los jeroglíficos, el Dios de la magia y de la sabiduría. Gebelin estaba convencido de que los símbolos esotéricos del tarot se difundieron por toda Europa a partir de las tribus nómadas de gitanos. Sin embargo, teorías similares proponen su origen chino, indio o árabe. ¿A cuál aferrarse?
En El gran libro del tarot (1998), escrito por Emilio Salas, investigador especializado en magia y ocultismo, se señala que, con toda seguridad, la primera referencia escrita que se tiene del tarot aparece en 1227 y dice “los niños italianos son instruidos en el conocimiento de las virtudes mediante unas láminas que se denominan carticellas”.
Siguiendo la pista, Emilio Salas cuenta que la siguiente referencia se encuentra en 1299, en el Trattato del governo della familia, un manuscrito en el que el autor, Pipozzo di Sandro, menciona la existencia de los naibis, que es el primer nombre con el que se le conoce a las cartas de juego. Pero es desde 1310 que se encuentran menciones mucho más frecuentes, la mayoría referidas a la prohibición de su uso, como la de Alfonso XI de Castilla que recomienda a los caballeros que se abstengan de jugar a los naipes o la de un sacerdote alemán, el padre Johannes, que en 1377 se refiere al uso de seis tipos distintos de barajas, entre las cuales menciona una de 78 cartas. A decir de Salas, esta es, sin duda alguna, el tarot.
78 cartas
Aunque la baraja actual se compone de 78 cartas, el primer mazo casi completo del que se tiene registro es el Tarot de Visconti-Sforza, hecho a mano con lujo y minuciosidad alrededor de 1440 por encargo del Duque de Milán. En él aparecen casi todas las figuras que componen hoy los arcanos mayores, con una salvedad: La Torre y El Diablo. No se sabe si faltan porque se perdieron o todavía no formaban parte del juego.
En el libro El tarot: del dilema a la metáfora, el artista visual y tarotista mexicano Miguel Canseco, dice que las cartas para la familia Visconti eran mucho más que un objeto de lujo o un mero entretenimiento.
Y desarrolla: “Al ver la sucesión de imágenes que componen este juego, podemos asomarnos al imaginario cultural de esta familia lombarda. En ellas aparecen personajes pintorescos del pueblo, como el bufón y el mago callejero. La sacerdotisa, como encarnación de la fe cristiana. La emperatriz y el emperador como máximas autoridades terrenales, reflejo de sus aspiraciones en tanto que van ataviados con ropa decorada con sus emblemas familiares. El Papa, que podría recordarles el desafío de Barnabó Visconti a Urbano V. Los enamorados que, acorde a algunos historiadores, representa y conmemora el matrimonio de Bianca María Visconti, hija de Filippo, con Francesco Sforza celebrado en 1441. Las virtudes cardinales: justicia, fortaleza, templanza, complementándose con el colgado, el traidor castigado cuyo ejemplo invita a la prudencia. El tiempo que se escapa en las manos del anciano ermitaño. La buena estrella enarbolada por la diosa Venus. La luna sostenida por Cloto, que lleva atada al cinto la hebra con la que va tejiendo la vida. El sol avanzando veloz con la energía de la fuerza masculina y la luz de la razón. El temido juicio final con la certeza del ocaso de los tiempos. El mundo con dos ángeles sosteniendo una ciudad celestial, el sueño de cualquier gobernante. Una mención aparte merece la presencia de la muerte, como un arquero listo para la acción y la rueda de la fortuna, cuyos vaivenes podían dar buen testimonio de su historia plagada de gloria, asesinato y traiciones”.
Canseco añade que, en el siglo XVII, el impresor Jean Noblet crea a partir de las barajas milanesas una versión popular de 78 cartas que incluye cartelas con el nombre y número de cada carta, estableciendo así el patrón que daría pie al llamado Tarot de Marsella, guía para todos los tarots posteriores.
Alejandro Jodorowsky, en su libro La vía del tarot, explica que los 78 arcanos se dividen en dos grupos principales: 22 arcanos llamados mayores y 56 arcanos llamados menores.
Jodorowsky explica que los arcanos menores nos permiten examinar los aspectos más cotidianos —y también los más personales— de la vida material, psíquica o intelectual, mientras que los arcanos mayores describen un proceso humano universal que engloba todos los aspectos espirituales del ser.
Nuevas barajas
Tomando como base el Tarot de Marsella, en 1903 se creó la baraja más popular: el Tarot de Rider Waite Smith, ideado por el místico y estudioso Arthur Edward Waite, diseñada por Pamela Colman Smith y publicada por la Editorial Raider. Según Miguel Canseco, su gran innovación es la representación de los arcanos menores con numerosos códigos simbólicos que explicitan su significado.
Coincide con Canseco Rafael Urbina, estudioso, lector del tarot y co creador, junto a Celeste Vargas Hoshi, del Tarot del Sol. Se trata de un mazo inspirado en la estética de Guamán Poma de Ayala y basado en el diseño propuesto por Rider Waite Smith. “Crear una baraja implica respetar un sistema ya creado. Yo aporté el conocimiento sobre el tarot y Celeste la creatividad en el diseño”. Las elecciones no fueron al azar. Para que Celeste creara la baraja, Rafael tuvo que iniciarla en la ciencia del tarot, explicarle el sentido de cada carta y ella, por su lado, investigó minuciosamente el trabajo de Guamán Poma.
Así como el Tarot del Sol existen muchas barajas creadas en diferentes partes del mundo basadas también en el tarot de Rider Waite Smith. Hay tarólogos como Rafael Urbina, que tienen una colección de mazos con distintos diseños, y que usan indistintamente una baraja u otra para sus lecturas. Esto no afecta la lectura en sí, pues un mazo bien hecho no cambia el significado de las cartas.
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