(Foto: Difusión)
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Alessandra Miyagi

Anne Fontaine (Luxemburgo, 1959) estudió danza clásica y filosofía. Sin embargo, en 1980 inició una prolífica carrera como actriz. Trece años más tarde, estrenó Les histoires d’amour finissent mal... en général, su primera producción cinematográfica como directora y guionista, que le valió el Premio Jean Vigo. Desde entonces, ha realizado 14 películas celebradas por la crítica, como el biopic Coco antes de Chanel —protagonizada por Audrey Tautou— o Pasiones prohibidas —nominada a Mejor Película en los premios César y ganadora en el Festival de Cine de Valladolid.

Este viernes 9, a las 19:00, en la Alianza Francesa de Miraflores (av. Arequipa 4595), dictará una clase maestra de guion y dirección, como parte del Este Lab, un seminario que forma parte del Festival Al Este de Lima. La clase tiene un costo de S/ 85,00. .

Empezaste tu carrera actuando en películas y series de televisión, y al poco tiempo decidiste dedicarte a la dirección y la escritura de guiones. ¿Qué fue lo que te impulsó a crear tus propias historias?
Por naturaleza, soy una persona a la cual no le gusta que le digan qué hacer, así que poco a poco me fui sintiendo frustrada por mi estatus de actriz, por tener que esperar sentada las llamadas de los productores para interpretar un papel, por no sentirme en control. Así me di cuenta de que me sentiría más feliz si pudiera contar mis propias historias. Todas las películas que he realizado están, en diferentes grados, conectadas directamente con mis experiencias personales o mis emociones. Lo que busco es explorar y llevar a la pantalla aquello que uno no puede cumplir en la vida real.


La industria del cine sigue siendo un mundo masculino: hay pocas directoras mujeres y son menos aun las que han logrado un amplio reconocimiento por la crítica internacional. ¿Cómo fue para ti, una realizadora autodidacta, al principio?

Es cierto que la industria cinematográfica está compuesta principalmente por hombres, pero tengo la fortuna de vivir y de trabajar en Francia, un lugar donde las mujeres directoras están mejor establecidas que en otros países del mundo. Sinceramente, nunca sentí que el hecho de ser mujer fuera un problema para mí en el set; o quizá, simplemente, no esté consciente de ello.


¿Existe un “cine femenino”?

La verdad, no estoy segura de que exista. Probablemente haya una “sensibilidad femenina”, una determinada manera de apreciar la historia de los personajes y su evolución individual. Pero, al menos, yo nunca sentí que perteneciera a un grupo definido por el género. Las películas hechas por mujeres pueden ser, y son, muy diferentes entre sí, lo cual es algo bueno.


En Las inocentes, tu última película, llama la atención el contraste entre lo perturbador de la historia que narra y la belleza estética que presenta. ¿Cómo decidiste hacer esta cinta?
Los productores que desarrollaron la historia, que está vagamente basada en hechos reales, me ofrecieron dirigirla. Desde el principio me sentí muy conectada y familiarizada con el proyecto en un nivel emocional, así que no lo pensé ni un segundo y me lancé a trabajar.


Pese a que la película está ambientada a fines de la Segunda Guerra Mundial, la tragedia que viven estas monjas [la violación como una especie de arma bélica] es un problema que continúa hasta nuestros días…
Así es y, de hecho, la mayoría de los temas tratados en Las inocentes continúan vigentes hasta ahora. Justamente este fue uno de los principales motivos por los cuales me decidí a realizarla. He hecho algunas películas de época, pero en cada caso —ya sea en Las inocentes o Coco antes de Chanel— sentí que eran historias tremendamente actuales.


En una entrevista dijiste que intentas trabajar los “puntos ciegos” de tus personajes para averiguar aquellas cosas que ellos ignoran acerca de sí mismos. A lo largo de todos estos años creando personajes de gran profundidad psicológica, ¿has podido iluminar tus propios puntos ciegos?
Pues ese es un proceso que no termina jamás: mientras más aprendes sobre ti mismo, mayor consciencia adquieres del inmenso terreno desconocido que todavía queda. El día que sienta que ya no quedan en mí más puntos ciegos por descubrir, creo que probablemente dejaré de hacer películas.


¿Puedes contarnos algo acerca de Marvin, la adaptación que estás dirigiendo de Para acabar con Eddy Bellegueule, la fantástica novela autobiográfica de Édouard Louis?

Hace unas pocas semanas hemos acabado con el proceso de posproducción. El guion ha evolucionado muchísimo desde la idea original, y el filme completo ya no es una adaptación de la novela de Édouard Louis. Únicamente hemos mantenido el trasfondo inicial y nos hemos enfocado en lo que podría haber sucedido luego con el protagonista: cómo un joven escapa de su entorno social y familiar para convertirse en “alguien más”.

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