Fue Frank Sinatra (1915-1998), figura musical y del cine estadounidense, quien la puso de moda. Entre los años sesenta y setenta, se paseaba con elegancia por los campos de golf usando cárdigans de alpaca. Sus retratos aparecían luego en revistas y diarios, y el mundo quedaba encantado con sus maravillosas chaquetas. Era la ropa que todos querían tener.
Pero muchísimo antes de que la fibra de alpaca saliera a conquistar otros continentes, nuestros antepasados prehispánicos se servían de este camélido sudamericano y usaban sus hilos para vestirse y comían su carne baja en colesterol.
Por ser fáciles de domesticar, las alpacas se convirtieron en acompañantes cercanos de las comunidades. Sin embargo, con la llegada de los españoles, se impuso la crianza de bovinos y se desplazó a las alpacas (y los alpaqueros) a las zonas más altas y frías. Con ello disminuyó considerablemente la población de este dócil animal. Hubo un tiempo en que estuvo a punto de desaparecer. Felizmente, gracias a esforzados investigadores y comercializadores de su lana (y a Sinatra, por supuesto), la población de alpacas se recuperó en las zonas andinas y altiplánicas. Hoy existe una población de casi cuatro millones de ejemplares. Sin embargo, entre todas las alpacas, hay una variedad que está en peligro o en riesgo de desaparecer: la de color negro.
—Yanapaco en peligro—
La fibra de alpaca es de variados colores; sin embargo, a mitad del siglo XX se intensificó la exportación de los colores claros, principalmente, el blanco, por ser una lana más fácil de teñir. De esta manera, los yanapacos (‘alpacas negras’, en quechua) fueron quedando en el olvido al no servir para este propósito.
“El problema de la alpaca negra fue en los años setenta cuando la industria impuso el blanqueo de los hatos. Eso significó que la gente les dio más valor a los ejemplares blancos porque su lana se vendía mejor. Ahora en Puno, por ejemplo, se ven rebaños blancos, pero en zonas como Cusco, Abancay, Apurímac o el sur de Ayacucho todavía se mantienen alpacas de color. Al estar alejadas estas zonas no eran atractivas para la industria”, nos dice Alberto Reyes, consultor en gerencia social que conoce a profundidad los problemas de los alpaqueros peruanos.
Según Reyes, la alpaca es criada en zonas de extrema pobreza; “es una actividad de sobrevivencia”. “Para hacer hilo —añade— se tiene que tener volumen. Sin embargo, los alpaqueros cuentan con 100 o 200 ejemplares y producen muy poco”. Además, la crianza de estos animales se realiza a más de 3.500 m s. n. m, con friajes recurrentes y el olvido del Estado. Bajo estas condiciones, los campesinos no pueden desarrollar una industria ni mucho menos pensar en recuperar un color. Actualmente entre el 15 y 20 % de las alpacas son de colores diversos, el resto es blanca.
En medio de este panorama, ¿es posible recuperar a los yanapacos? Hace 20 años, Alonso Burgos, gerente de Desarrollo Genético de Inca Tops —empresa del Grupo Inca (unión de empresas textiles dedicadas a la alpaca en Arequipa)—, y su equipo empezaron a recolectar datos sobre la alpaca negra con la finalidad de encontrar la manera de recuperarla.
Desde Pacomarca, fundo de experimentación científica ubicado en Puno, se viene realizando un ambicioso proyecto de mejora genética de la alpaca, especialmente, de la negra: “La alpaca negra representa ahora el 0,07 % de todos los colores. Prácticamente, no existe. Además, hay que tener en cuenta que hay muchas tonalidades de negro, muchos ejemplares tienen canas blancas,rojizas o café”, dice Burgos. Todo esto hace que el negro puro sea difícil de encontrar. “Es como una aguja en un pajar”, enfatiza el especialista. De ahí la importancia de la investigación genética de este color.
—Chip genómico—
Tras recopilar ocho millones de datos sobre la alpaca, Alonso Burgos recurrió a la asesoría del es- pañol Juan Pablo Gutiérrez, catedrático de mejora genética del departamento de ProducciónAnimal de la Universidad Complutense de Madrid.
En 2006 le hicieron llegar toda la información y dos meses después, Gutiérrez estaba en Perú. Tenía en sus manos un tesoro para el estudio genético de la alpaca. “La genética se basa en hacer buen uso de la información de todos los registros que interesen mejorar y su genealogía (quiénes son los padres y abuelos). Con esta información, hemos podido hacer el seguimiento de cómo heredan los animales el color negro, de manera que podamos estar seguros de que cuando cruzamos un macho y una hembra negra va a haber una alta probabilidad de que nazca un animal negro”, explica Gutiérrez, por teléfono desde Madrid.
Esta selección por color es muy compleja, pues en la memoria genética de los animales —como en los humanos— se encuentran genes recesivos que permanecen de generaciones anteriores. Es decir, no es completamente seguro que dos alpacas negras conciban otra negra siempre. Existe la posibilidad de que una cría nazca de un color totalmente diferente.
Además, Gutiérrez comenta que están empezando a implementar el chip genómico para que cada alpaca tenga resguardada su información genética tras un examen de ADN. Con esta información se quiere construir el mapa genómico de la alpaca. Todas estas investigaciones cuentan también con los aportes de la Universidad Nacional Agraria de La Molina y de las universidades de Texas y Minnesota.
—No contamina—
Uno de los principales objetivos de la recuperación de la alpaca negra no solo es evitar su extinción. También responde a una creciente demanda del mercado. Más allá de las chompas de Sinatra, hoy el pensamiento verde requiere fibras menos contaminantes para la industria textil. En otras palabras, teñir la fibra blanca es dañino para el medioambiente. Con el consumo de colores puros (como el negro), se evita el desgaste de agua y las grandes emisiones de CO2. Sin duda, la posibilidad de preservación de la alpaca negra representa a su vez la posibilidad de abrir más el mercado peruano de fibra hacia el exterior. Una buena noticia siempre y cuando se incluya a las comunidades, a esos alpaqueros que han criado este animal desde épocas ancestrales.