Hace apenas 527 años Cristóbal Colón pisó tierras americanas. Con la cruz y la espada, el navegante genovés y su tripulación marcaron una nueva etapa en nuestra historia y la historia de Europa.
Un nuevo mundo se había descubierto para los reyes católicos y una nueva invasión, genocidio y violencia habían anclado en este continente. Desde entonces, el mito y la historia se mezclaron en estas nuevas tierras, donde los europeos creyeron que encontrarían ciudades hechas de oro por donde corrían ríos también de oro. Mitos como el de la ciudad El Dorado o Paititi atrajeron a nuevos exploradores que buscaron aquellas ciudades y sus tesoros. Sirenas, cíclopes y amazonas también atravesaron el Atlántico, y así como Colón los registró en sus diarios, otros navegantes también nos dejaron sus propias mágicas historias.
Alrededor del mismo Cristóbal Colón también se tejieron diversas teorías que nacieron a partir de la poca información que se tiene sobre su vida. Se duda de su origen, de sus antepasados, de sus descendientes, de sus verdaderas intenciones al proponer el viaje hacia las Indias. Una vez muerto, no se sabe si realmente era su cuerpo el que fue enterrado en la catedral de Sevilla. Últimamente, también se cuestiona si verdaderamente fue el primer foráneo en llegar a América. Aunque sobre esto existen más certezas que dudas.
—Vinlandia: tierra de vinos—
En los años sesenta, en un remoto pueblo de pescadores en la costa atlántica de Canadá llamado Terranova, se encontraron increíbles evidencias.
Una pareja de investigadores noruegos —Helge Ingstad y Anne Stine— había llegado a esta localidad buscando antiguos vestigios, pues sospechaban que culturas indígenas se habían asentado en la zona y tenían la esperanza de encontrar ‘pruebas físicas’ de ello.
Un artículo de la BBC, donde se narra este encuentro, refiere que un poblador llevó a la pareja hacia los restos de unas antiguas casas que se pensaba pertenecían a antiguos indígenas. Sin embargo, la pareja notó que estas eran muy parecidas a las que habían visto en Groenlandia, las mismas que fueron construidas por los vikingos 1.000 años atrás.
Una leyenda se hizo realidad, la mítica Vinlandia, la tierra de los vinos narrada en las famosas sagas nórdicas, había sido encontrada. Según consigna Rodrigo Alonso del diario ABC, fue en el libro The history of the archbishops of Hamburg (1075), de Adam de Bremen, en el que por primera vez se menciona la palabra Vinlandia (o Vinland). Dice: “El rey habló sobre otra isla más que había sido descubierta por muchos en ese océano. Se llama Vinlandia porque allí en ese país crecen vides silvestres que producen un vino excelente. Allí abundan las plantas que crecen solas. He sabido esto no de relatos fantásticos sino de los informes fidedignos daneses”.
Al parecer, el explorador vikingo Leif Erikson —hijo de Erik el Rojo— fue quien lideró la expedición hacia la denominada Vinlandia. Su ruta “partió de la nueva colonia nórdica en Groenlandia, y fue incluso más al oeste, navegando hacia el mundo desconocido, en busca de tierras y recursos para suplir las carencias de la colonia”, describe el artículo de la BBC.
Hoy se sabe que Erikson llegó a lo que es actualmente el estado de Minnesota, en Estados Unidos. En 2009, el entonces presidente Barack Obama decretó el 9 de octubre como el Día de Leif Erikson, como un homenaje a quien estaría reescribiendo la historia de América.
Tras las exploraciones de la pareja Ingstad y Stine, se encontraron artefactos nórdicos que fortalecieron la teoría: “Algunos [...] eran claramente nórdicos, como un alfiler de bronce”; también hallaron mucha evidencia de madera que había sido labrada con herramientas de hierro. Encontraron pino europeo y también uvas, las que dieron inicio a la leyenda de Vinlandia, donde los vikingos se asentaron al parecer por dos décadas, 500 años antes que Cristóbal Colón.
“Por mucho que se haya puesto en duda, la llegada a Vinlandia tiene poco de extraordinario”, menciona el historiador Manuel Velasco en su libro Breve historia de los vikingos. Explica Velasco que el éxito de su empresa marítima era comprensible, pues sus “barcos fueron la gran obra de ingeniería de su época. Si llegaron hasta Islandia atravesando todo el Atlántico, ¿cómo no iban a llegar a llegar desde Groenlandia hasta el noreste de la actual Canadá?”. Una afirmación que refuerza esta versión y contribuye a despejar las dudas sobre el potencial vikingo.
—La cola del dragón—
A estas alturas, resulta imposible pensar que solo Colón y los vikingos llegaron en aquellas épocas a América. Leyendas sobre las gestas de los reinos o relatos orales que se transmiten entre generaciones evidencian —entre la ficción y una cuota de realidad— que el mundo siempre fue explorado, temido y conquistado.
Es por ello que la idea de encontrar más investigaciones y evidencias de marinos precolombinos no debería sorprendernos. El historiador colombiano Gustavo Vargas Martínez atribuye a celtas, africanos, fenicios, vascos, templarios, además de los vikingos, el hecho de haber llegado a América antes del siglo XV. Pero especialmente resalta uno de estos viajes.
“A las muchas teorías que existen sobre los primitivos navegantes precolombinos al continente americano [...] se ha añadido en los últimos meses la tesis de Gavin Menzies, un submarinista británico nacido hace setenta años en China, según la cual el almirante chino Zheng He, eunuco musulmán nacido en Kunming, al mando de una poderosa flota de junco había circunnavegado los siete mares desde 1405, incluyendo las costas sudamericanas, esto último entre 1421 y 1423”, escribe Vargas en el artículo “1421: año en que los chinos descubrieron América”.
Esta propuesta sostiene que al menos 71 años antes que Colón, el navegante chino y su flota de bambú estuvieron en nuestras costas. Y estas afirmaciones llevan a nuevas especulaciones. ¿Cómo supieron los navegantes europeos de este territorio? ¿Realmente Colón llegó pensando que estaba en las Indias?
Según Gavin Menzies, cuya teoría del ‘descubrimiento chino’ de América remeció a muchos investigadores, exploradores como Colón y Magallanes tenían ya en su poder los mapas que se habían elaborado gracias a las exploraciones de Zheng He, o que posiblemente habían sido copiados de los originales chinos. En estos documentos, América habría sido identificada como una cola de dragón, por su parecido con la forma.
“En esa documentación —cuenta el periodista Jorge Abbondanza basándose en el libro 1421. Año en que China descubrió el mundo, de Gavin Menzies—, constataba detalladamente el mundo desconocido que los viajeros habían visto, incluyendo, según parece el Cabo de Buena Esperanza, las islas del Cabo Verde, las Azores, las Antillas, la costa norteamericana de Florida, Carolina y Massachusetts, algunos puntos de Groenlandia, la costa norte de Siberia, el litoral americano del Pacífico, la Patagonia y la costa de Brasil, la desembocadura del Amazonas y varios lugares de Australia y Nueva Zelanda, entre otras escalas donde han quedado rastros de ese paso”.
Un material abundante que no hizo más que demostrar el dominio chino de los mares. Lamentablemente, la mayoría de estos mapas se perdió en 1423 tras el incendio de la Ciudad Prohibida, el palacio de Pekín, donde residían los emperadores chinos.
Con Zheng He, China fue una potencia: estaba armada, tenía poder, dinero y tecnología para apoderarse del mundo. ¿Por qué no lo hizo?
—También los portugueses—
Una de las principales tesis que se desprenden del libro de Menzies es que Colón tuvo acceso a los mapas y, por lo tanto, llegó al Nuevo Mundo con conocimiento de causa. El colombiano Vargas Martínez explica que Colón sí conocía las cartas de navegación portuguesas que, a su vez, fueron reproducidas de los mapas chinos.
Y la historia no se detiene. Conforme pasa el tiempo y a pesar de las dificultades, personajes como Cristóbal Colón, Zheng He o Leif Erikson seguirán siendo objeto de estudio para comprender y tener mayores certezas sobre las culturas que dejaron huella en este continente.
Si bien ahora comprobamos que a América llegaron diversos expedicionarios en varios momentos, es innegable que solo uno de ellos cambió la historia para siempre: ese fue Cristóbal Colón.