Redescubriendo a Alfred Hayes
Redescubriendo a Alfred Hayes
Redacción EC

GUILLERMO NIÑO DE GUZMÁN

En la historia de las letras norteamericanas son frecuentes los casos de escritores que, atraídos por los reflectores de Hollywood y sus cascadas de monedas tintineantes, sacrificaron su destino literario.

Pensemos en Nathanael West, Horace McCoy o John Fante, buenos narradores que fueron absorbidos por la industria y acabaron encasillados como guionistas de serie B, pero también en William Faulkner, Scott Fitzgerald, Raymond Chandler y James Agee, quienes pasaron algunas temporadas alimentando al insaciable monstruo de la fábrica de sueños con mayor o menor fortuna.

Eso mismo ocurrió con Alfred Hayes (1911-1985), un escritor de indudable talento que, pese al éxito de sus novelas iniciales, se dejó tentar por el espejismo del cine y terminó engullido por su siniestra maquinaria.

Luego de un momento fulgurante como autor cinematográfico, su buena racha se desvaneció y, al final, debió trabajar como guionista de series de televisión para poder sobrevivir. Es verdad que intentó revivir su carrera de novelista, pero era demasiado tarde: el tren ya no paraba en su estación.

BRILLO RECUPERADO
Por suerte, al sello argentino La Bestia Equilátera se le ha ocurrido rescatar, en los últimos años, tres libros de Alfred Hayes, haciendo eco de su creciente revaloración en el ámbito anglosajón. “Los enamorados” (1953), “Que el mundo me conozca” (1958) y “Mi perdición” (1968) son tres novelas cortas brillantes en las que se concentra el arte narrativo de Hayes. Había debutado en el género con “All Thy Conquests” (1946), una obra de mayor aliento sobre la Italia recién liberada por los aliados en la II Guerra Mundial.

Influida por el espíritu de Hemingway y las tramas corales de Dos Passos, esta novela fue muy bien recibida por la crítica de entonces. No solo era una de las primeras ficciones que abordaban el conflicto sino que estaba escrita con hondura y pulcritud. Más aún, su discurso no resultaba nada complaciente, ya que en lugar de exaltar el heroísmo de los soldados norteamericanos se mostraban sus contradicciones, así como el desgarro y miseria del pueblo italiano.

VARIOS ALIENTOS
Hayes se esforzó por configurar un universo más personal, acorde con la visión amarga y desesperanzadora que se apoderó de él en la posguerra. Su experiencia europea le permitió sintonizar con autores neorrealistas como Moravia y Pavese, y, sobre todo, asimilar la prédica existencialista.

A diferencia de otros escritores norteamericanos realistas cuyo enfoque era esencialmente conductista, Hayes prefería indagar en el terreno psicológico, explorar la psique alterada de sus personajes. Con frases cortas y restallantes, en ‘staccato’, se adentra en los entresijos de la conciencia y descubre las pulsiones oscuras de hombres y mujeres que atraviesan por una situación límite.

No en vano se ha dicho que sus novelas presentan a individuos semejantes a aquellos que retrataba el pintor Edward Hopper; es decir, personas que afrontan la más extrema desolación en la noche de una urbe ajena e indiferente.

También se ha señalado que en su prosa se respira el ritmo sincopado de Thelonius Monk y la atmósfera cool de Miles Davis, aunque quizá sea más revelador el juicio que describe su obra como la novela negra del alma.

EL CINE
Alfred Hayes provenía de una familia judía modesta que había abandonado Inglaterra y se había instalado en Estados Unidos cuando él apenas tenía tres años.

Pese a la crisis desatada por el crack del 29, consiguió estudiar letras en la universidad. Luego trabajó como periodista y se vinculó a revistas de izquierda como “Partisan Review”.

Pronto entró en contacto con organizaciones sindicales y decidió asumir sus luchas por el bienestar de los trabajadores. Después, al estallar la guerra, se enroló en el ejército y fue destinado a Italia, lo que cambiaría su vida para siempre.

En una trattoria de Roma conoció a Roberto Rossellini, quien preparaba el guión de “Paisa” y lo incorporó al trabajo del mismo junto con Federico Fellini y Klaus Mann. Asimismo, colaboró con Vittorio de Sica y su “Ladrones de bicicletas”.

De la noche a la mañana, Hayes se vio sumergido en el corazón del flamante neorrealismo y sus aportes como guionista no tardaron en despertar la atención de Hollywood.

Curiosamente, Alfred Hayes sería más conocido como el autor de la canción “Joe Hill”, himno de los sindicalistas en los años treinta, que Joan Baez volvería a hacer popular en los tiempos del festival de Woodstock.

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