Manuel Alzamora, un agudo observador de la realidad peruana
Manuel Alzamora, un agudo observador de la realidad peruana

A Manuel Alzamora la historia oficial lo dejó de lado. Su pintura no fue considerada dentro de ninguno de los movimientos del siglo XX, ni siquiera dentro del indigenista liderado por Sabogal. Tal vez porque sus contemporáneos tuvieron poco conocimiento de su obra o prefirieron ignorarlo, aunque las razones quedarán por siempre en el terreno de las especulaciones. De manera que su legado pictórico ha permanecido oculto durante décadas. Felizmente, casi todo ha sido reunido y custodiado por su familia. De otra forma habríamos perdido a un artista único en nuestra historia. 
El Instituto Cultural Peruano Norteamericano (Icpna) presentará desde este martes 5 de enero la muestra “Manuel Alzamora: primer pintor social del Perú”, una amplia muestra de su trabajo. La curaduría está a cargo de Jorge Bernuy, quien no puede ocultar su entusiasmo al tomar contacto con la obra de un pintor prácticamente desconocido. “Nunca sabremos las razones por las que fue dejado de lado”, reflexiona Bernuy. “Tal vez por sus ideas políticas o por su propio carácter. Al parecer fue un hombre muy enfocado en sus propias ideas, incapaz de claudicar”.

“Sus cuadros son una alerta y un acicate, una protesta, una denuncia y una afirmación”, escribió Luis Alberto Sánchez. Lo hizo a través de una carta personal firmada en 1933. Lo que significa que ya había mostrado su trabajo y que un intelectual como Sánchez se había fijado en él. De manera que resulta incomprensible que otros no lo hayan hecho. Pero este no es el único misterio alrededor de Alzamora.

DESCUBRIENDO AL MAESTRO
Son pocos los detalles que tenemos de la formación artística de Manuel Alzamora. Nació en Canchis, Cusco, el 18 de diciembre de 1900. Pero vivió toda su vida en Arequipa. Allí estudió Literatura y al parecer no estaba muy convencido de ello, de manera que viajó a Chile. Aquí comienza el primer gran misterio de su carrera, porque al volver al Perú lo hace ya como pintor. “Si estudió o no, no lo sabemos”, continúa su relato Jorge Bernuy, “lo cierto es que después de seis años en el sur ya había encontrado su vocación y estaba dispuesto a llevarla hasta las últimas consecuencias”. Había expuesto en Santiago de Chile y en Buenos Aires, el retorno a su patria lo hacía totalmente dedicado a la pintura.

Alzamora era un pintor andino por propia vocación. A lo largo de su vida recorrió la sierra peruana con sus cuadros, exponiendo en municipalidades y otros espacios que estuvieran disponibles. Era un itinerario muy diferente al de otros artistas de su tiempo, cuyo epicentro era Lima y en donde alternaban la militancia indigenista con la pintura de salón. Alzamora no tenía posibilidad alguna de cierto éxito económico y muchas veces se vio obligado a rifar un cuadro después de alguna exposición.

“Es un revolucionario en el tema, un pintor de la gente del pueblo y de sus problemas. Rudo, intenso, vigoroso”, escribió Teodoro Núñez Ureta. Y no se equivocaba. Es más, a medida que pasaban los años, el pintor se hizo más directo en sus retratos de la realidad social de la que fue testigo. Y en sus cuadros se vio retratado un país que no había podido acabar con las tremendas injusticias del pasado virreinal. Incluso, un ilustre visitante como el pintor francés de origen japonés Fujita lo visitó durante su recorrido por el Perú. De aquel encuentro, Fujita escribe: “Alzamora es el pintor social de las encrucijadas de la sierra, su mirada puesta en el drama humano no se queda en el paisaje regional, en la pintura decorativa. Su obra pictórica es el reflejo palpitante e inolvidable de una época, es el artista que llega al teatro del pueblo, de ese pueblo creyente que vive sentenciado en la más negra oscuridad; y de cada vivencia que extrae, con el transcurso del tiempo será el mayor documento en el panorama social”. 
Admirado por algunos pocos que lograron conocer su obra, ignorado y finalmente olvidado por su propio país, Manuel Alzamora murió en Arequipa el 24 de julio de 1974. Su última exposición la había realizado en 1967, en la galería del Banco Popular en Arequipa. Para entonces, su obra se había visto no solamente en la sierra peruana, sino también en Santiago de Chile, Buenos Aires e incluso en París. Solamente expuso una vez en Lima, en los salones de la Asociación Cristiana de Jóvenes YMCA en 1946. Al fallecer tenía 75 años y sus últimos años no fueron felices.


Crónica social. Un hombre dibuja una hoz y un martillo. Noten el detalle del perro negro.

LA MIRADA AGUDA
La muestra del Icpna nos ofrece una visión panorámica de la carrera de Alzamora. Sus primeros cuadros nos confirman a un atento observador de las costumbres andinas, pero no se queda en la simple anécdota. Vas más allá. Subraya detalles en la actitud y comportamiento de sus retratados que rompen con la mera ilustración para introducirnos en el comentario social. Pero a medida que los años pasan, como lo evidencia el orden cronológico de sus obras, el artista se convierte en un cronista incapaz de ocultar lo que ve.

“Su arte alcanzó su más amplia significación cuando logra comprender que su pintura constituye en sí un verdadero lenguaje testimonial del contexto que lo rodea”, escribe Bernuy. “Su libertad creadora es la que permitió la originalidad y la multiplicidad de expresión de su lenguaje artístico”. Hay en cada una de sus pinturas un retrato realista acompañado por sus propios comentarios. En una de ellas, por ejemplo, un hombre pinta en la pared una hoz y un martillo, muy cerca de él se encuentra un perro que pone la nota de humor al momento.

Pero Alzamora no se queda en el retrato y el comentario irónico. Es un artista plástico, y como tal tiene a su servicio una paleta de colores muy amplia y una pincelada con voluntad. “[Su obra] se caracteriza por su estilo con cierta voluntad de narración: no solo los temas tienen esta intención, sino también la pincelada y el uso minucioso del dibujo de las formas, la descripción de los objetos hasta el punto de individualizarlos dentro del conjunto de lo representado en la tela”, afirma Bernuy.

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